viernes, 4 de octubre de 2024
10/09/2015junio 8th, 2017
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Sí, lo tengo claro. Ni una duda. Yo también huiría por tierra, mar o aire si a mí familia y mí nos esperase la muerte, la violación de las mujeres, la horca, la lapidación, el degollamiento, el hambre, la persecución más cainita, la enfermedad, la falta de cualquier posibilidad de futuro y esperanza.  Si la guerra y el crimen fueran todo mi futuro y el de mi familia, yo también huiría por tierra, mar o aire… Por duro que fuera el camino… Por insegura que se viese la patera… Por cochambroso que pareciera el avión… Yo, huiría; tú, ¿no?

La compasión, una virtud meramente humana, sería suficiente para que los supuestamente avanzados y civilizados estados europeos dieran una solución humanitaria a la llamada crisis de los refugiados, que ni es nueva, ni empieza con Siria, aunque el éxodo de sus ciudadanos alcanza cotas desgraciadamente históricas y la tristísima foto del niño Aylan ahogado parece haber marcado un antes y después en nuestras conciencias.


Pobre pequeño, nunca sabrá lo que la cruda imagen de su cruel ahogamiento ha traído consigo para sus compatriotas. La publicación de su lamentable muerte ha servido de desatascador de la pereza, la torpeza y la insolidaridad de los jefes de Estado europeos, que hasta ahora miraban para otro lado tratando de eludir lo inevitable. Como era previsible, lo único que se ha conseguido es complicar la situación a base de obviarla. 

Comenzaba este artículo diciendo que la compasión sería suficiente para no mirar para otro lado ante el fenómeno de la inmigración de países del tercer mundo, que sufren guerra o hambruna. Pero quienes piensan que tomar decisiones como ser humano es un desastre económico, deberían saber ya que negar el problema o actuar frente a él con la técnica del avestruz solo consigue agrandarlo y muchas veces agigantarlo hasta adquirir proporciones dramáticas.

Por mucho que Europa repita no cabemos o no podemos, ni uno solo de los hombres y mujeres que tiene al Estado Islámico como única alternativa de vida dejarán de venir. Porque lo peor que puedan encontrar en Europa es más esperanzador que el mejor destino que les espere bajo el yugo de los fanáticos islamistas del EI.

Lo mismo vale para Libia o para África, por mor de la pobreza, además de las guerras.

Europa sola no puede solucionar los problemas de cada país que no garantice a sus conciudadanos una vida digna, pero sí cabe hacer mucho más. Y, desde luego, sí puede tomar la iniciativa para aminorar el drama y conseguir que todos los que pueden aportar algo lo hagan: desde la implicación de terceros países, hasta la puesta en marcha de inversiones que mejoren las expectativas de millones de personas o buscar la manera de parar al menos algunas guerras. Entre otras razones, porque algunos conflictos tienen que ver con la desconcertante política exterior europea.

Si el Papa puede proponer soluciones prácticas pidiendo a cada parroquia católica que acoja una familia, ¿cómo no van a poder ahacer nada los estados?

No soy ninguna experta en política internacional, ni conozco las claves de la geopolítica, pero creo que basta con tener sentido común y sentimientos humanos para ver y decir que ante el problema migratorio no se debe, ni se puede mirar para otro lado. Además de no ser justo, no es inteligente, ni útil. 

¿O tú no huirías?

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