El jueves 26 de marzo fue el cumpleaños de mi padre. No es la primera vez que no he podido felicitarlo en persona, bien sea por estudios o por trabajo. Muchas veces me ha pillado fuera de casa, pero esta vez ha sido distinto, estar tan cerca de él y a la vez tan lejos hace que tu cabeza dé más vueltas a la situación.
Una videollamada para que los niños canten «cumpleaños feliz»
Hemos hablado con él a través de WhatsApp cuando él ni siquiera tiene un móvil con esta tecnología. Sigue usando un pequeño teléfono de esos de libro, que hoy vemos y casi no sabríamos usar. A través de mi madre hemos conseguido estar cerca y que los niños pudieran cantar su cumpleaños feliz. Os confieso que otros años esta situación no me hubiera importado y lo hubiera despachado con una llamada de unos minutos.
Quizá es la primera enseñanza bonita que saco de esta pandemia. Tengo muchas ganas de ver a mis padres de cerca y poder darles un abrazo.
Ánimo a esa gente que tanto está sufriendo
Y si mi sensación es mala con un simple cumpleaños, no me cuesta ponerme en la piel de la cantidad de gente que está perdiendo a familiares y amigos sin poder despedirse. De verdad, los pelos de punta y sin palabras para dar ánimo a esa gente que tanto está sufriendo.
He intentado coger un copo de nieve…
La naturaleza ha hecho que estos días despertemos con frío e incluso nieve.
Hoy me he levantado y he vuelto a salir al balcón desde el que te escribo. He intentado coger un copo de nieve, respirando el aire frío y pensando que quizá los refranes nos traigan algo bueno, puesto que ya sabes, año de nieves, año de bienes. Lo veo difícil, pero algo de esperanza debemos mantener.
He recibido un mensaje de esos que te tocan el alma.
En diciembre de 2018 estuve casi 15 días ingresado en el hospital de La Paz de Madrid, hoy convertido en la zona cero más terrible de la enfermedad en nuestro país.
«¡No se puede vencer a quién no se rinde!»
Allí conocí a una enfermera de esas que te dejan marca. Laura Gómez Lage pasaba en cada turno con su sonrisa interminable, repartiendo cariño a los que en ese momento estábamos en la Unidad de Cuidados Intensivos Respiratorios.
Me acuerdo como si fuera ayer que cuando me dieron el alta le regalé unas pulseras de AdELAnte. En ese momento no podía ponérselas en la mano, son normas de la unidad para evitar posibles contagios; pero a los pocos días me envió una foto para mostrarme que había unido varias pulseras y las había convertido en un colgante para su tarjeta del hospital.
¡Me acuerdo que me hizo mucha ilusión! Alguien a quien apenas conocía llevaba colgado de su cuello algo que siempre le haría acordarse de mí.
Desde entonces, de vez en cuando nos escribimos y eso es lo más bonito, porque significa que dejamos huella el uno sobre el otro. Ayer me envió el siguiente mensaje: «Hoy antes de entrar me acordé mucho de ti… porque no se puede vencer a quien no se rinde!».
Ese es nuestro personal de sanidad, al que pocas veces valoramos pero que siempre están para cuidar de nosotros y nosotras.
No se te ocurra bajar los brazos y rendirte
Mi aplauso incondicional, a las ocho y siempre. Laura, siempre te llevo en mi corazón. Ahora, a cuidarte y sigue cuidando de la gente que tenéis entre las manos.
Laura nunca te rindas. A ti que me lees, no se te ocurra bajar los brazos y rendirte.
La Roda, 28 de marzo de 2020.
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