Llevaba 40 meses sentado sobre un minúsculo escalón de una farmacia junto a la Catedral de Toledo. 40 meses que son 1.200 días, así que pasen uno detrás de otro. Han sido miles de personas las que le han visto leyendo de forma ininterrumpida, siempre con un ejemplar entre las manos, un libro que ha sido su único compañero daba igual que lloviera, nevara o saliera el sol. Porque no tenía trabajo y aunque había enviado unos 300 currículos no le ha salido nada durante estos últimos tres años y medio. Como a tantos y tantos, ya lo saben. La crisis no tiene amigos, se aferra al alma, la muerde y no te suelta…
Formaba parte del entorno. Si pasabas por allí y no veías a Ignacio pues era como si pasabas por Zocodover y faltara el arco de los soportales, el de la Sangre. De hecho, él nos lo contó en un reportaje que ha batido records de lectores (nunca mejor dicho, han leído al que lee), que ya algunos decían que si había fallecido, ya saben como es el cotilleo entre los españoles, que si no lo sabemos pues nos lo imaginamos y a partir de ahí que la realidad se atreva a superar a la ficción…
No había fallecido, seguía buscando su sitio, que no era el escalón.
Ignacio pedía sin pedir. Colocaba, no siempre, un cartelito a su lado para que quien quisiera dejar una moneda lo hiciera, echaba la mirada abajo y se ponía a leer. Leía porque de lo contrario se moría de pena, porque se avergonzaba precisamente de pedir, aunque algunos incluso le hayan tachado de vago.
Ahora, con el Plan de Empleo del Ayuntamiento de Toledo, ha encontrado trabajo durante unos meses. Es ordenanza y al menos ya puede paliar su soledad, la económica, porque de la otra, gracias a los libros, no la ha tenido.
Se ha leído más de 450 libros, página tras página y a una media de unas 12 horas diarias. Cultura tiene, lo que le faltaba era un trabajo. Procedía de la banca y cayó como tantos y tantos.
No sé si volverá a su escalón, pero al menos la sonrisa le ha vuelto a la cara. Suerte futura.
@CesardelRioPolo
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