Una tradición no escrita hace pensar que los expresidentes autonómicos o exsecretarios generales del partido tienen en el PSOE ciertos derechos adquiridos para convertirse en presidentes de su formación cuando se retiran de la primera línea.
José Bono se convirtió en presidente del PSOE de Castilla-La Mancha cuando dejó de ser el secretario general en 1991 y ocupó esa responsabilidad Juan Pedro Hernández Moltó. Desde entonces hasta ahora se ha mantenido en el puesto, más testimonial que Ejecutivo, y nadie se lo discutió nunca. Al contrario. De hecho, la figura de presidente no suele suscitar polémica, al tener un carácter honorífico básicamente.
Sin embargo, en el Congreso Regional que el PSOE de Castilla-La Mancha celebrará los días 25 y 26 de febrero puede ser uno de los puestos más discutidos.
No porque Bono, alejado de la política por propia decisión, vaya a plantear su continuidad, sino porque el expresidente autonómico José María Barreda podría aspirar al puesto. Así lo ha hecho saber, según algunas fuentes consultadas por encastillalalmancha.es, y eso representa el primer escollo importante para Emiliano García-Page, que aún no ha hecho público que aspirará a ser el proximo secretario regional, pero que trabaja desde hace semanas en la configuración de la nueva Ejecutiva.
La continuidad de Barreda en la dirección socialista castellano-manchega representa un serio revés para las necesidades de renovación del PSOE en la región, así como para poder hacer borrón y cuenta nueva con la gestión de Barreda, puesta en entredicho prácticamente a diario política y socialmente.
Además de la evidente falta de sintonía personal y política entre Page y Barreda, la continuidad del último en el PSOE castellano-manchego restaría al alcalde toledano efectividad en la tarea de oposición y le obligaría al esfuerzo permanente de tener que estar defendiendo una gestión indefendible, la del Gobierno anterior, presidido por Barreda; en vez centrarse en la del Ejecutivo actual, el que preside María Dolores de Cospedal.