El ex presidente de Castilla-La Mancha José Bono alaba en sus diarios a Emiliano García-Page, al que presenta como el miembro «más brillante» de su Gobierno, y revela que propuso que Clementina Díez de Baldeón, esposa de José María Barreda, fuese nombrada ministra de Cultura. Así lo cuenta Bono en el primero de los tres tomos de sus diarios, en el que recoge sus vivencias entre 1992 y 1997 tanto en la esfera política nacional como en la autonómica, una obra que arranca con un agradecimiento a los castellanomanchegos por el apoyo que le dieron durante los 21 años que presidió la comunidad autónoma.
Aunque Bono ha suprimido buena parte de los apuntes que afectan a Castilla-La Mancha para centrarse en la política nacional, sí alude en el libro a su equipo más próximo (José María Barreda, Juan Pedro Hernández Moltó, Juan de Dios Izquierdo y Emiliano García-Page); a sus relaciones con la Iglesia, sobre todo con el cardenal Marcelo; a sus enfrentamientos con José Borrell; y al PP de Castilla-La Mancha.
En el volumen incluye varias conversaciones en las que muestra su alejamiento de Hernández Moltó y de los recelos que existían entre éste y varios dirigentes del partido, entre ellos Barreda.
En este contexto, el 4 de enero de 1994 Moltó reprocha a Bono que Barreda nunca le haya reconocido como secretario general y que él le haya agraviado al proponer «como ministra a Clementina» sin ni siquiera mencionarle su propuesta.
Bono revela en ese pasaje que planteó que Fernando López Carrasco fuese ministro de Agricultura, pero, ante la insistencia de que propusiera nombres de mujeres, indicó a Felipe González «que pensara en Clementina para Cultura».
El ex presidente castellanomanchego cuenta también una discusión con Barreda en diciembre de 1992 en la que le dice que se encuentra muy solo en las tareas de dirección porque «Juan Pedro improvisa demasiado, y tú, José María, no siempre das en el clavo a la hora de elegir a tus colaboradores».
En 1996, Barreda se queja a Bono de que Moltó organice reuniones en Ciudad Real a su espalda, con lo que le falta a «la lealtad debida», mientras que Moltó rebate que Barreda no debe preocuparse por él, sino por «lo poco que le quieren a él en Ciudad Real».
«¿Qué le has visto a Barreda? Dale un cargo a Clementina, aunque ya le has dado bastante haciéndola de la Ejecutiva Federal, y todo será más claro, porque la que manda es ella», espeta Moltó a Bono, si bien éste dice no ver «tan clara» la influencia de Díez de Baldeón.
Emiliano García-Page aparece menos en este primer tomo, pero cuando lo hace Bono lo elogia. «Emi tiene un olfato y una inteligencia política casi inigualable. Su capacidad de trabajo no le va a la zaga. A ello suma un sentido común desbordante y una capacidad de comunicación también envidiable. Por eso lo tengo y tendré siempre cerca».
Bono, en el pasaje en el que comunica en 1997 a Moltó su apuesta por Page para relevarle como secretario general del PSOE de Toledo, indica que el actual alcalde de Toledo, entonces de 28 años, tiene capacidad «para llegar muy lejos» y añade: «Más que un miembro de mi Gobierno, es el más brillante; un amigo sincero, persona leal a la que aprecio».
En otro capítulo, apunta que en 1993 ofreció a Alfredo Pérez Rubalcaba ser diputado por Toledo y que éste lo agradeció y le dijo: «nadie me ha llamado, excepto vosotros».
También habla del PP castellanomanchego, al que consideraba «un tesoro» para el PSOE, si bien era consciente de que Castilla-La Mancha es una región «muy conservadora» y de que un Gobierno del PSOE allí es «como una seta en un desierto».
«Ganamos ahora, pero la cabra tira al monte y en cuanto nos descuidemos, la derecha nos barre», escribe Bono en 1992, cuando plantea que en Castilla-La Mancha el PSOE no puede pedalear, «siempre es cuesta arriba para nosotros».
Aún así, Bono fue el único presidente autonómico socialista que logró mayoría absoluta en los comicios de 1995 y lo hizo en contra de todas las encuestas y ayudado por un episodio que relata en el libro, el caso del «arrancacepas».
Explica cómo el candidato del PP, José Manuel Molina, había hecho del rechazo al arranque de viñedo una de sus bazas electorales, e incluso llamó «arrancacepas» a Bono, pero Fernando López Carrasco y Encarna, su jefa de gabinete, descubrieron que Molina tenía una finca en Las Pedroñeras en la que había arrancado más de 25.000 cepas entre 1990 y 1993.
Bono cuenta que planeó «un formidable ataque» a Molina con este asunto en la campaña de 1995, que filtró la información a El Mundo y que, en la Cadena Cope, desmontó la réplica del candidato del PP, quien sostuvo que las cepas las arrancó su padre, cuando éste había fallecido años antes.
En cualquier caso, el ex presidente regional indica que ahora mantiene «una sincera amistad» con Molina, cuya hija es profesora de piano de la suya, y añade: «en las bodas de las dos familias no hemos faltado ninguno».
Sobre Agustín Conde, Bono escribe en 1995: «es, a mi juicio, el dirigente del PP de Castilla-La Mancha más preparado y más capaz. Tiene una inteligencia muy superior a la media y una capacidad expositiva peligrosa para el adversario».
Además, hace múltiples alusiones a sus enfrentamientos con José Borrell, entonces ministro de Obras Públicas, por su decisión de que la A-3 no pasase por Cuenca, lo que Bono consideró un agravio y un incumplimiento de palabra que no perdonaría.
Así, revela que dijo al consejero de Agricultura, Fernando López Carrasco: «Apunta este agravio en ese sitio en que no se olvidan las ofensas, que yo soy muy olvidadizo».
Posteriormente, la batalla por que la A-3 no pasase por las Hoces del Cabriel fue uno de los dos enfrentamientos que Bono tuvo con el Gobierno central, junto con el trasvase Tajo-Segura.
Uno de los episodios que recuerda con emoción es del fallecimiento de Francisco Ruiz Cazalla, un miembro de Juventudes Socialistas que murió el 22 de julio de 1994 ahogado en el pantano de Buendía en una protesta contra el trasvase y al que Bono considera «el primer mártir de Castilla-La Mancha».
Bono incluye en la obra una muestra de su forma de trabajar al detallar la puesta en marcha del Programa Cercanía, en el que cada cargo del PSOE tenía que reunirse a la semana con doce castellanomanchegos que no tuviesen claro su voto.
De ese modo, consiguió «un fichero de más de 50.000 ciudadanos que no suelen ser votantes del PSOE» a quienes él enviaba cartas por su cumpleaños, por navidad y en ocasiones especiales.
En este apartado, el ex presidente recupera una anécdota ocurrida en su pueblo, Salobre, donde una mujer le dijo «Pepe, coloca a mi Pedro en la Junta, que, si no, lo veo al pobre trabajando de por vida».