«En pocos días, el Manifiesto “Ni conformismo ni resignación. Por una IU soberana, democrática y al servicio de la ciudadanía” ha conseguido suscitar un número creciente de adhesiones entre las que se incluyen militantes, simpatizantes, cargos institucionales a nivel europeo, estatal, autonómico, provincial y municipal y también miembros de la dirección de IU a diferentes niveles.
Quienes firmamos el presente artículo no pretendemos representar la voluntad ni las opiniones de los centenares de firmantes del Manifiesto porque éste es una llamada de atención absolutamente horizontal que ningún grupo de personas, partido o corriente organizada dentro de IU puede representar en su totalidad. Es más, entre los firmantes del Manifiesto, y esto es muy importante subrayarlo, hay mucha pluralidad política y se encuentran personas que, en la pasada Asamblea Federal de IU, votaron documentos y listas diferentes.
¿Cuál es su nexo de unión? Desde luego, no lo es, como algunos han afirmado, sembrar dudas sobre temas que en IU suscitan una gran unanimidad y que han sido ratificados sin dificultad en diferentes Asambleas: la radicalidad democrática, el principio federal, considerar la pluralidad como un bien a preservar, fortalecer el carácter de IU como movimiento político y social abierto y permeable y, por supuesto, las políticas de convergencia con otras fuerzas para la construcción de un espacio político articulado, mucho más amplio y con vocación transformadora.
Muy al contrario, la preocupación que nos une es, precisamente, la incorrecta y deficitaria gestión de estos principios en torno a dos temas principales:
1) Los importantes déficits democráticos en el funcionamiento de IU y, 2) La gestión de las políticas relacionadas con los procesos de convergencia.
Vayamos por partes:
1) En cuanto a la pérdida de democracia interna.
La XI Asamblea y los actuales Estatutos de IU han puestomuy alto el listón sobre este tema y consideran un principio fundamental del funcionamiento de IU la democracia participativa, entendida ésta como la necesidad de llevar a cabo un debate colectivo, asambleario y por abajo como paso previo a la adopción de cualquier decisión trascendente.
La percepción de que IU va al paso que marca Podemos
Desgraciadamente, las siguientes prácticas, entre otras, han desmentido esta hermosa formulación.
1.1) En estos dos años (que, políticamente, han sido como cuatro) se deberían haber abierto dos grandes debates (entre otros). El primero sobre la orientación política que debíamos impulsar en el seno del grupo parlamentario y sobre la política de alianzas (asunto sobre el que la XI Asamblea apenas se pronuncia); el segundo, sobre la deriva conservadora del electorado y la correlativa pérdida de peso electoral de UP. Desgraciadamente, ni uno ni otro se han llevado a cabo.
1.2) Existe una percepción muy extendida entre la militancia de IU y los medios de comunicación de que la línea política de IU va al paso que marca Podemos y, de hecho, los vaivenes en torno a la política de alianzas con el PSOE son una buena prueba de ello. En los últimos dos años, la posición de Podemos en esta materia ha pasado de querer cogobernar con el PSOE (junio de 2016) a considerarlo una parte del Bloque del 78 formado por PP-PSOE y C’s (otoño de 2016) a volver a querer gobernar con él mediante una moción de censura (primavera de 2017) a volver a considerarlo una parte del Bloque conservador y monárquico tras la aplicación del 155 en Catalunya (verano del 2017) para, a principios de este año, sostener que, si gobierna el PP es porque el PSOE no está dispuesto a pactar una moción de censura.
¿Cuál ha sido la posición de Izquierda Unida ante tamaño desvarío? Simplemente, ir detrás. Y nuestra opinión es que la militancia de IU no se merece ejercer una función a la que está tan poco acostumbrada como la de hacer de espectadora.
1.3.) Por último, hemos de expresar nuestra alarma ante las inadmisibles propuestas formuladas inicialmente por la dirección para llevar a la Asamblea Estatutaria (prevista en el documento político de la XI Asamblea ”para profundizar en el desarrollo de la IU Movimiento Político y Social“). Esperamos sinceramente que dichas propuestas sean rectificadas en profundidad.
Las y los militantes de IU no nos merecemos que se haga una propuesta de modificación estatutaria separada del análisis político que lo justifique.
Tampoco merecemos una Asamblea exprés en la que no tengamos tiempo material para hacer debates en condiciones y presentar las enmiendas que estimemos pertinentes en las asambleas de base.
Tampoco merecemos que el pacto federal descrito con acierto en los Estatutos: “reconocimiento de la soberanía de las partes“, “superar las distintas posiciones con la búsqueda del diálogo y el consenso” sea sustituido por la centralización de recursos económicos o por ukases groseros del estilo que las Federaciones con personalidad jurídica propia que no hayan renunciado a ella antes de la XII Asamblea deberán disolverse o modificar su nombre de tal manera que IU y sus siglas no figuren en la denominación de dicho partido (o sea, que deberán abandonar la organización).
Tampoco merecemos que se pretenda suprimir lo que la propia XI Asamblea denomina Órgano Político de dirección dejando un gran vacío en la dirección entre la Comisión Colegiada (un órgano ejecutivo que lleva el día a día) y la tan mastodóntica como poco operativa Asamblea Política y Social.
Por último, tampoco merecemos una propuesta en la que se contemplen hasta cuatro formas diferentes de participar en IU y que, tras esta aparente complejidad, se nos conduzca a una organización líquida en la que los simpatizantes, que se inscriben con sólo dar el DNI y que no pagan cuota, tienen capacidad de “participar en las primarias para elegir los cargos públicos, de participar de la elaboración del programa político, capacidad para revocar a los cargos públicos y capacidad para votar el documento político de las Asambleas“. No importa decir que esta última figura va a crecer exponencialmente y nos va a conducir a un modelo ya ensayado en otro partido con pésimos resultados: el de la democracia del “click”; algo que nada tiene que ver con un movimiento político y social y que para nada fomenta la transformación de la sociedad.
Esperamos que este vaciamiento democrático y este giro hacia el centralismo y hacia una organización líquida-digámoslo claramente: este giro hacia la podemización organizativa de IU – no se consume.
2) En cuanto a la deficiente gestión de las confluencias.
La actual dirección de IU comparte con nuestras amigas y amigos de Podemos la tendencia a transmitir optimismo anunciando lo que aún no se ha conseguido, considerando realidades lo que aún son proyectos y dando por hecho lo que aún está por hacer. De ahí que, en documentos y declaraciones de IU se confundan los acuerdos electorales con Podemos y otros actores con la convergencia política y social, la cual constituye uno de nuestros objetivos estratégicos pero que aún no hemos conseguido y que va mucho más allá de un acuerdo electoral.
Afortunadamente, las relaciones entre IU y Podemos han mejorado mucho desde que, hace algo menos de tres años, Pablo Iglesias nos pidiera, textualmente, que IU se quedara con las banderas rojas y les dejáramos en paz. Pero, como hemos dicho, aún no existe la complicidad necesaria para hablar de una convergencia tal y como la entiende IU. El trabajo conjunto en las instituciones y en la relación con el tejido asociativo es aún escaso; el modelo organizativo es (al menos de momento) muy diferente; Podemos tiene problemas internos y nosotros también; hay lugares en que la relación es distante e incluso hostil y es por esto que se producen situaciones tan desagradables como la disonancia sobre la futura candidatura de un lugar tan emblemático como el Ayuntamiento de Madrid.
Los emplazamientos públicos y las negociaciones por arriba, cuyo contenido aún no se ha hecho público, son un pobre bagaje para etiquetarlos con la palabra convergencia. Mucho mejor que declarar el “Estado de Convergencia” para, después, dedicarse a apagar todo tipo de incendios, sería reconocer que estamos en una etapa inicial de la convergencia, que pusiéramos el énfasis en los elementos programáticos como elemento favorecedor de los acuerdos y que en el caso de las elecciones municipales y autonómicas, se respetaran las competencias de las diferentes federaciones en esta materia y, por tanto, se respetara que éstas tuvieran en cuenta los casos en que dinámicas particulares o, incluso la conveniencia electoral, aconsejaran ir a las elecciones por separado. No por mucho forzar la maquinaria y obviar los problemas reales (y, mucho menos, vulnerando los Estatutos) se converge más temprano.
Consideración final:
Vivimos en momentos muy difíciles para la izquierda en España y en Europa y es bien sabido que, en momentos de adversidad, los disensos se agrían con mucha mayor facilidad.
Quizás los firmantes de este artículo estemos equivocados en algunas de nuestras apreciaciones, pero no es menos cierto que cuanto antecede son preocupaciones compartidas, parcialmente o en su totalidad, por muchos militantes y simpatizantes de IU.
Es hora -que nadie pueda decir que no lo hemos intentado- de atender a lo principal, de respetar lo acordado, de ser flexibles y de buscar consensos».
Ricardo Sixto Iglesias, diputado de IU en el Congreso; Eberhard Grosske Fiol, excoordinador d’Esquerra Unida de les Illes Balears; José Luís Pérez Tapias, miembro de la Coordinadora Federal de IU; y Daniel Martínez Sáez, excoordinador de Izquierda Unida Castilla-La Mancha.