El día de una huelga general mandan los sindicatos. Y los sindicatos se cuidan muy mucho de dejarlo claro, alto y claro.
«No es un día de escaño, es un día de calle. La calle, habla. Las Cortes escuchan. Y para eso hay que guardar silencio». Hay mucho de despotismo sindical ilustrado en la arrogancia de un factotum que ordena a las Cortes que se queden muditas o ausente de ausencias por que lo digo yo, quiero decir José Luis Gil, secretario general de CCOO de Castilla-La Mancha.
Tal aseveración es una apropiación indebida del normal funcionamiento de las Instituciones democráticas y evidencia que el 29-M se juega algo más que los efectos laterales, colaterales, frontales y zas en toda la boca que la reforma laboral pueda tener sobre los trabajadores. Los sindicatos lo han dicho. Es el modelo social lo que está en juego, que es un eufemismo de lo que verdaderamente está en juego: el modelo sindical.
Puede que ahora la reforma entregue todo el poder a los empresarios, pero es que hasta ayer era de los sindicatos. Un país como el nuestro, que gusta de los pendulazos, hace imposible imaginar siquiera por un segundo a patronal y sindicatos sellando bajo los focos una reforma laboral que supere egoísmos corporativos y se ajuste a la realidad viva del momento.
Es poder contra poder, con la masa social de por medio estática y decorativa como los ejércitos que adornan el fondo de un cuadro.
Como carecemos de Ley de Huelga tal y como mandata el articulo 28 de la Constitución y su práctica se asienta jurídicamente en un decreto preconstitucional cada vez que toca la madre de todas las convocatorias pasa lo mismo.
Lo ideal sería que en un contexto de absoluta libertad acudiera a la huelga quien le diera la real (o sindical) gana.
Asombra de la orden de Gil ese tono de General Buendía: Chitón las Cortes, que habla la calle, o sea, los nuestros, es decir: yo.
Sin embargo, ha habido momentos para la protesta en los que Gil y los suyos no han estado o han estado tibia, impostadamente para cumplir el expediente. Es el modelo sindical lo que está en juego, porque es un modelo sindical muy criticado -y ellos lo saben- y una nueva negociación colectiva que de colectiva quedará poco. Que un dirigente sindical mande firmes a la arquitectura viviente de soberanía popular es como para autodesconvocarse.
Pero uno se va a sumar a la huelga por circunstancias estrictamente laborales muy concretas y porque lo sugiere el Obispo, que amigo, son palabras mayores.