Un extraño silencio recorría las estancias del Hospital Mancha Centro, en Alcázar de San Juan (Ciudad Real). Silencio en la cafetería, silencio en los pasillos. Silencio. Nadie estaba para hablar. Pero cuando se traspasaban las puertas de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) «esto parecía la guerra».
Jaime Serrano y Susana Monzón, jefe de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de la Gerencia de Alcázar de San Juan y supervisora de Enfermería de la UCI, cuentan cómo fueron aquellos días en los que se multiplicaban exponencialmente los pacientes a los que tenían que atender y buscaban la fórmula para multiplicar los recursos con los que atenderles. Multiplicando los panes y los peces.
Ambos recogieron, en nombre de la unidad, el premio especial «Son Excelentes», en la gala de los Premios Excelentes 2021 de encastillalamancha.es, y en esta ocasión nos han abierto las puertas de la unidad de críticos que vivió, precisamente, sus momentos más críticos en aquella primera ola de la pandemia de Covid-19, en este Hospital de Alcázar de San Juan, una de las zonas más afectadas en 2020.
«No quedó otra que empezar a creer»
Serrano nos relata cómo vivieron aquellos primeros momentos, donde les pilló, como a todo el mundo, con «bastante sorpresa«. Miraban con cierta extrañeza las predicciones de lo podría venir, aunque pronto «no quedó otra que comenzar a creer«.
En la UCI del Mancha Centro comenzaron a multiplicar los recursos. De las 10 camas con las que habitualmente gestionan la unidad de críticos, llegaron en muchos momentos de aquella primera ola a 50. Buscaban los recursos donde hiciese falta.
«Tenemos habitualmente una sala de cuidados intensivos, tuvimos que ampliar sobre la marcha, de forma muy rápida, ocupando otras salas, como la de recuperación de anestesia, la de cirugía sin ingreso», explica. También había que dotarla de equipamiento, camas, monitores y demás material necesario para esta atención especial, como los «famosos respiradores», recuerda Serrano. «Recuperamos respiradores que estaban retirados de uso por avería, los recuperamos poco a poco; respiradores de anestesia, de entidades privadas que nos los enviaron, clínicas veterinarias que tenían respiradores… «, añade.
No solo aparatos, porque también hubo que ampliar el personal de «enfermería, médicos, organizando turnos», ya que la sobrecarga de trabajo era brutal y la atención en los turnos de noche hacía más falta que nunca.
Todo ello con un stock de material de protección que «no estaba dimensionado para todo esto», aunque tanto Serrano como Monzón reconocen que, a pesar de la escasez, con un buen racionamiento pudieron hacer frente a aquellos momentos. «Hubo que utilizarlo con mucho mimo», indica el jefe de la UCI.
«El hospital estaba muy callado»
Una de las cuestiones que más sorprendía al jefe de la UCI del Mancha Centro era el extraño silencio que se respiraba por todas las estancias del hospital. De hecho, destaca el primer día en el que bajó a la cena y escuchó una conversación distendida en la cafetería: había pasado varios meses.
«El hospital estaba muy callado. Recuerdo mucho el primer día que, estando de guardia, bajé a cenar. Empecé a oír una conversación distendida y escuchar un chascarrillo», indica Serrano, ya que lo normal durante aquellas duras semanas era «bajar a todo correr a comer, todo el mundo callado, muy ensimismado». Unos meses en los que los ánimos «estaban un poco abajo» y tuvieron que pasar muchas semanas hasta que las conversaciones «ajenas al hospital» volvieron a estar presentes.
«Estos pasillos parecían la guerra»
Susana Monzón, supervisora de Enfermería en la UCI, relata cómo tuvieron que multiplicar el número de profesionales, llegando a estar más de 100 sanitarios entre Enfermería y auxiliares de Enfermería. Recaban profesionales de donde fuera, nuevos contratos, profesionales de otros servicios…
«Era una locura, venían de todos los sitios, no tenían experiencia en UCI, pero ahora tenemos una buena cantera», explica Monzón.
Días de EPI en la zona que fue denominada como el Wuhan de La Mancha, y es que los pasillos de la UCI del Mancha Centro aquellos días era «como si estuviésemos en la guerra«, asegura. «Íbamos improvisando lavabos para las mano, había que pasar a los quirófanos vestidos, había que hacer circuito de limpios, aunque la verdad, que para habernos pillado tan de repente, nos organizamos bien«, subraya Monzón.
«Llegaba a casa y decía: ¿qué hago aquí?»
La entrega de los profesionales sanitarios en aquellos primeros meses de pandemia en 2020 (también después) fue total. Susana Monzón explica que cuando llegaba a casa decía «¿pero qué hago aquí?, allí hago más falta«.
Y es que no solo los sanitarios sufrían esa entrega, también sus familias. Jaime Serrano cuenta que las primeras semanas dormía en una situación apartado de su familia. Pasaba mucho tiempo alejado de sus seres queridos y por ello recuerda una anécdota que le ocurrió una noche leyendo un cuento a su hija para que se quedara dormida. El jefe de la UCI, cuando no estaba en las instalaciones del hospital, estaba al teléfono organizando e intentando aportar soluciones. Por ello aquel día, cuando recibió una llamada del director del hospital, su hija cogió el teléfono y le dijo al interlocutor «deja de llamar a mi padre ya«.
La vacuna se ha notado muchísimo
Pasando al plano de atención al paciente, al principio hubo que formarse constantemente para aprender a atender la enfermedad, pero las alegrías se retrasaban.
«La satisfacción tardaba en llegar. Te veías desbordado, porque no terminaban de salir«. Y es que Serrano rememora la impotencia que suponía que pasaran las semanas y ningún paciente saliese adelante, porque la Covid cuando se llega a la UCI tarda mucho tiempo en recuperarse. Cuando el primer paciente salió adelante «la alegría fue inmensa».
Por todo ello rememora «la tristeza de lo mal que lo pasaban los pacientes graves, sin vacunar, sin saber exactamente qué medicación podía mejorarlos o no», un desconsuelo de «ver cómo muchos pacientes graves se quedaban en el intento de sacarlos adelante».
Ahora Serrano explica que «la vacuna se ha notado muchísimo«, puesto que «los casos graves son no vacunados o pacientes que no generan respuestas inmunológicas adecuadas».
Además, ya han conocen con qué fármacos se puede controlar mejor la enfermedad y, aunque no son «curativos», sí que producen una mejor respuesta.
Aún así, y a pesar de que la gran carga que han tenido los sanitarios, Monzón indica que «ha habido mucha diferencia entre lo que fue al principio y las demás olas», pero sí que en muchos momentos, cuando venía que no paraban de llegar olas, pensaba: «Esto es insostenible».
Las siguientes olas no han sido lo mismo y la disminución tanto de la mortalidad como de la letalidad de la Covid-19 se ha producido por dos causas: «La disminución de fallecidos va por dos motivos, primero porque hay menos casos graves (y ahí la vacunación es clave), y segundo porque los graves se manejan mejor«, subraya Serrano.
Pese a todo lo descrito, el médico intensivista avisa: «Vamos a tener covid para rato«, aunque ya no será lo mismo «porque va a quedar limitado a pacientes con determinadas características o grupos que no hayan pasado por la vacunación». «no van a ser los primeros momentos, fue un desbordamiento», según matiza.
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Ser el epicentro de las miradas daba «un cierto orgullo»
Aplausos, apoyo y todas las miradas han estado dirigidas a las unidades de cuidados intensivos. Algo que, según rememora el doctor, lo sentía «con cierto orgullo». «De ser un servicio más del hospital a que tengas el protagonismo no buscando y que tires para adelante… en el fondo te hace sentir bien».
Y es que aquellos aplausos en el balcón sirvieron para levantar los ánimos en el lugar donde estaba ocurriendo lo peor de esta enfermedad que ha tenido a la sociedad en jaque durante más de dos años.
«Anima, te sientes apoyado, por lo menos la gente se da cuenta de la situación, de lo mal que se está pasando, los pacientes lo primero, el mundo sanitario lo segundo, ese aplauso lo interpretaba como: son conscientes, lo valoran y aprecian», señala.
Humanizar la atención de las UCI y proyectos de investigación
Pero en la UCI del hospital de Alcázar no solo se dedican a la covid. Esta es una unidad en la que, además de la atención a los pacientes críticos, también implantan marcapasos y apoyan a otros servicios en la realización de pruebas diagnósticas, como las endoscopias.
Precisamente la unidad va a comenzar a participar en un proyecto de investigación, con más hospitales de Castilla-La Mancha y otras comunidades autónomas, sobre los sagrados en la implantación de marcapasos.
Además, Jaime Serrano espera que dentro de poco pueda recuperar por completo uno de los proyectos que más ilusión hacía a la unidad: «Humanizar los cuidados intensivos«.
«Estábamos entrando en una dinámica de abrir más la UCI a familiares, que pudiesen estar más rato con ellos y flexibilizar los horarios de visita, pero ha llegado el covid y nos lo ha echado para abajo», lamenta. En este proyecto buscaban implantar pequeños detalles con los que hacer más agradable la estancia de los pacientes en la unidad: «Tener un móvil, un aparato de radio, el periódico, algo para leer». Al fin y al cabo, acabar con esa visión de que en la UCI «estaba todo prohibidísimo» y humanizar la atención que prestan a los pacientes.