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"Hice mucho daño a la gente que me quería", reconoce, "estaba muy cómodo haciendo el cabrón" 26/07/2014junio 9th, 2017

Con 19 años recién cumplidos, durante su experiencia misionera en Perú, Juan López Lancha afirma que se siente «feliz y libre» desde la opción preferencial por los pobres.
«La decisión que he tomado en mi vida es entregarme a los pobres a tiempo completo». Son sus primeras palabras después de regresar de Perú, «en compartir con los discapacitados en la misión peruana he encontrado la mejor manera de unirme con Dios».

Juan López Lancha, joven misionero toledano que un buen día decidió transformar su vida y…


Acaba de regresar de Perú, donde ha participado en una experiencia misionera, lleno de emociones y vivencias, que concretamos en un diálogo en la Delegación de Misiones de Toledo, en el que comienza afirmando que «en Perú todo el mundo me espera». Hablamos de Juan López Lancha, un joven toledano de 19 años. Uno más, podrían decir muchos. Es más, cuando comenzamos el diálogo en torno a un café en una terraza toledana y posteriormente realizábamos alguna fotografía en la toledana calle Comercio, los visitantes y toledanos habrán pensado que éramos «unos turistas más», obviando que la conversación previa y la fotografía recogían un claro mensaje de caridad.

La Madre Teresa de Calcuta y José Rivera se han visto reflejados en el diálogo con Juan López, un joven con rastas que destaca que es «admirador de la Madre Teresa», haciendo suya la frase «ten fe en las pequeñas cosas, porque es en ellas que reside tu fuerza». Es más, quiere compartir la anécdota en la que preguntan a la Madre Teresa qué pensaba hacer cuando ya no fuera la Madre General, y ella contestó «soy excelente limpiando letrinas y desagües. No importa lo que hagamos, sino el amor con que lo hagamos». Otra vez surgen las palabras amor y entrega. También nos habla de José Rivera, sacerdote toledano en proceso de beatificación, «para mí es especial, yo me he criado en una familia donde, en mi casa, en cualquier conversación siempre surgían las palabras de Rivera, por lo que toda mi vida ha estado vinculada a la obra de Rivera». Es más, afirma, «contemplando a mis padres, que son hijos espirituales de José Rivera, veo el fruto que ha dado y por eso estoy seguro de que el árbol es bueno y para un mí es un santazo».

«A MÍ DIOS ME SACÓ DE LA MIERDA DIRECTAMENTE»

Sobre estas bases espirituales, y siempre con la mirada en Jesucristo y en el Evangelio, «y el capítulo 25 del Evangelio de San Mateo», quiere reseñar, nos acercamos a este joven que con un testimonio fresco y claro afirma, sin titubear, que «a mí Dios me sacó de la mierda directamente», porque -prosigue- «hice cosas que no se debían hacer y sobre todo hice mucho daño a la gente que me quería». Reconoce Juan que «no quería cambiar», porque «estaba muy cómodo siendo como era, lo que coloquialmente se dice hacer el cabrón».

Pero ante esta situación notó «un cambio muy lento, pero me daba cuenta que era como si tuviera una venda en los ojos y alguien me la fuera quitando, y entonces logré ver las cosas como eran». Asegura, nuevamente sin titubear y con fuerza en sus palabras, que «sé que fue Dios el que me quitó la venda y sé que Dios y mis padres me habían perdonado». Lo descubrió y sintió, «Dios me quiere». Por ello, es más fácil entender la clave de su compromiso misionero, que le ha llevado este año hasta la India y ahora en Perú, «la decisión que he tomado en mi vida es entregarme a los pobres a tiempo completo, todo lo que pueda».

«EN COMPARTIR CON LOS DISCAPACITADOS EN PERÚ HE ENCONTRADO LA MEJOR MANERA…»

Nos trasladamos a Perú de la mano de su experiencia misionera y nos sitúa «en Tablada de Lurín, donde estuve viviendo 10 días en una casa que se llama la Casa de las Bienaventuranzas, donde residen los abandonados especiales, que fue fundada por el Padre Omar«. «En compartir con los discapacitados en la misión peruana he encontrado la mejor manera de unirme con Dios», en una casa en la que, destaca Juan, todos los voluntarios son expandilleros o exdrogadictos, «que fueron salvados por el Padre Omar de ese mundo y están viviendo y colaborando en la casa muy bien». Es anecdótico, para Juan, «que la casa funciona a ritmo del compositor y guitarrista Bob Marley, cuya música a mí me gusta».

Además de en la Casa de las Bienaventuranzas también participó en «Sembrando Esperanza», que es una casa en la que se acogen enfermos de tuberculosis, esencialmente, «pero en esta casa también se acoge con dignidad a personas que poseen el sida o que están abandonados». Desde ahí estuvo colaborando «en los cerros y en las zonas más pobres de Villa El Salvador, construyendo casas prefabricadas, porque las casas que poseen son muy malas, de materiales débiles y llenas de humedad».

Prosigue contando que «en el cerro era construir la casa para un matrimonio con una hija, y el sitio estaba muy mal, incluso en un lugar inclinado, por lo que hubo que preparar hasta el suelo». En Villa El Salvador, donde ya se había preparado el suelo, «tuvimos que construir una casa para dos hermanas de 16 y 17 años que habían perdido a su mamá, además lo que tenían antes no se podía llamar ni casa».

En este momento es el delegado de Misiones de Toledo, Jesús López Muñoz, quien recuerda a San Juan Pablo II que, precisamente en los lugares en los que Juan ha vivido su experiencia misionera, dijera que «…veo que hay aquí un hambre de Dios, HAMBRE DE DIOS. Este hambre constituye una verdadera riqueza, riqueza de los pobres, que no se debe perder. NO SE DEBE PERDER esta riqueza con ningún programa. No se puede sustituir el bien de Dios, que es más grande, no se puede sustituir con ningún otro bien. Entonces, a vosotros hambrientos, yo deseo un hambre de Dios siempre más grande. Hay aquí un hambre de pan, hay aquí un hambre de pan. El Señor nos ha enseñado a rezar cada día «el Pan nuestro de cada día dánosle hoy». Entonces se debe hacer todo para preparar, para llevar este pan de cada día a los hambrientos de pan…».

LA TAREA DEL MISIONERO JOVEN ES ESTAR CON ELLOS Y SOLIDARIZARSE CON SU CAUSA

Compartir y estar con ellos, hablar, convivir, es la petición misionera que en La Rinconada del Tajo recibió, entre otros jóvenes misioneros, Juan López. Lo hizo y cumplió esa petición, y en Sembrando Esperanza tuvo la ocasión de compartir su pasado con uno de los hombres con los que convivió, y emocionado comparte como «él se desahogó conmigo, porque su sobrino, que es como si fuera su hijo, está empezando con el tema de las drogas con 12 años».

Tarea que también tuvo claro cuando pasó «algunos días en el Hogar Caritas felices, hogar que apoya a niñas abusadas». Juan comparte que su función «era jugar, algo que me llamaba la atención al igual que a ellas», es más, nos cuenta con ilusión, «ahí un día fui a quedarme dos horas por la mañana, y me fui a las 10 de la noche, porque me decían quédate a comer, quédate a jugar…. y acabé hasta dando una catequesis».

De igual modo participó en el Centro de Drogadictos de José Gálvez, «ahí muy bien, porque me hicieron que diera un testimonio y los chicos muy bien. Además, el día que estuve coincidía con la llegada de un nuevo chico, por lo que pude vivir el rito de bienvenida, de cómo entrar en la casa, porque comprobé cómo son los chicos los que deciden si se quedan o no, cómo realizan preguntas y fue bastante bonito».

«Me siento feliz y libre», concluye Juan López, quien en su experiencia misionera en Perú cumplía los 19 años, reafirmado en su opción preferencial por los pobres, que hunde sus raíces en el Evangelio y que ha llevado el nombre de la Diócesis de Toledo, convertido en uno de los jóvenes que vive #VeranoMisión como misioneros de la fe y de la caridad.

Jesús López Muñoz, delegado de Misiones de Toledo, y Juan López Lancha, en la capital regional.

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