«Cualquiera que me conozca un poco sabe de mi pasión por el retrato y de mi afán por aprender. Es por esto que, cuando retrato a alguien con carrera de larga trayectoria, me motivo doblemente, ya que el tiempo que duran la visita y la sesión es para mí como una breve master class en la materia que competa a mi anfitrión…»
Es lo primero que se le ocurre al fotógrafo Pepe Castro al referirse a su siguiente personajes, nada más y nada menos que Alfonso Guerra, el que fuera uno de los colosos políticos de la Transición.
«Siempre quedan en mi memoria alguna frase, algún comentario, alguna anécdota enriquecedora y a veces incluso, inédita. Qué duda cabe de que Alfonso Guerra es uno de los personajes que mas ha influido en la política y el pensamiento en los últimos 30 años en España. Que me haya recibido, que me dedique estos minutos y pacientemente se deje retratar, que además conteste a mis preguntas mientras le fotografío, es ya, aunque breve, una valiosa experiencia para mí.
«Llego a la sede de fundación Pablo Iglesias que él mismo preside y allí pregunto por Olvido, el ha sido mi contacto durante las gestiones previas. Sale a recibirme y me invita a entrar al tiempo que me avisa de que Alfonso está terminando una reunión, pero que no tardará. Aprovecho este tiempo de espera para ver los posibles lugares donde montar el equipo.
Veo una sala de reuniones en la que moviendo solo unas sillas tengo un espacio perfecto y allí preparo el escenario para cuando llegue el momento. Todavía no ha terminado esa reunión, así que tomo asiento y un café en la sala de espera y allí mismo tengo una agradable sorpresa. Olvido me regala un libro con la obra de un interesante fotógrafo español de principios del s. XX que desconocía y del que la fundación tiene una exposicion itinerante, Luis Ramón «Marín».
Ahora sí, aparece Alfonso Guerra, disculpándose por haberme hecho esperar. Yo le quito importancia ya que ha sido una espera muy agradable. Me intereso por la exposición de Marín y él me pone al corriente de todo; tendré que ir a verla en cuanto pueda.
Ya en la sala, de pie ante los flashes, mientras ajusto luces, entablamos una nueva conversación. Habla con mucha seguridad, de manera muy educada y contesta con tranquilidad a cualquier cosa que le pregunto. Mientras hablamos disparo mi cámara varias veces; va impecablemente vestido y todo está perfecto, pero me molesta un reflejo del flash en los cristales de las gafas que no me gusta nada. Quiero captar su mirada a través del cristal, pero sin distracciones. Paro un momento para reparar esto, vuelvo a mi sitio y observo.
Sí!, creo que ahora, perfecto… Click!!»