Se acordó de él pero sin citarle. De Alfonso Guerra hablamos. Y de la presidenta de Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal, quien recordó aquella famosa frase que se le atribuye al que fuera uno de los hombres con más poder en los Gobiernos de Felipe González. Dijo Cospedal: «Algunos dijeron que Montesquieu había muerto, pero Montesquieu no había muerto». Ya saben, lo de la división de poderes: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Juntos pero no revueltos. Independencia absoluta. Bueno, pues opiniones hay para todos los gustos, como es obvio.
Era el acto de presentación de los 11 nuevos jueces que han llegado a Castilla-La Mancha. Los recibió, junto con el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha, Vicente Rouco, la presidenta de la comunidad autónoma. En presencia también del consejero de Presidencia y Portavoz del Gobierno, Leandro Esteban; de una vocal del Consejo General del Poder Judicial y del presidente de la Audiencia Provincial de Cuenca.
11 nuevos jueces, de los que nueve son mujeres y dos hombres. Son la promoción número 62 y Cospedal pidió que puedan hacer bien su trabajo, «sin presión política, porque eso es lo que mide la calidad democrática de un país». Separación de poderes, como solicitó en su día Charles-Louis de Secondat. El barón de Montesquieu. Aunque al pensador francés en muchas ocasiones no se le ha hecho ni caso.
Previamente, Rouco, tras alabar el trabajo callado para los ciudadanos de quienes tratan de impartir justicia, reclamó ante las autoridades presentes «un esfuerzo porque la Justicia necesita dotarla de medios necesarios para cumplir su función. Tenemos la necesidad de nuevos jueces».
Empezaba a rondar el espíritu de las leyes. O el de Montesquieu.