Hace unos meses, el realizador, productor y guionista de cine José Luis Cuerda, ganador de dos Goya y autor de la aclamada «Amanece, que no es poco» (1989), se topó en su casa con una carpeta que ponía «Guiones». Y ahí estaba el germen de aquella película y alguna otra cosa más, que enseguida reconoció.
«Me di cuenta de lo estancado que estoy, porque escribía igual que escribo», bromea el director de «La lengua de las mariposas» (1999) en una entrevista hoy con Efe, para afirmar de inmediato que le dio «mucha alegría ver que no estaban nada mal esos guiones». «Creo que era mejor antes que ahora, mucho más interesante», sigue con la broma.
Porque lo que había en aquel archivador eran cinco guiones de una hora, de una serie de televisión, que ya esbozaban lo que acabaría siendo una de las películas más sonadas del cine español contemporáneo.
Los textos, que comparten localizaciones y personajes con la película, tienen «una trama diferente, un desarrollo de los personajes muy distinto y están atravesados por una mala leche y un humor negro que dista lo suyo de la película que finalmente llegó a las pantallas».
«Lo que más me gusta de esto que ha ocurrido -agrega Cuerda (Albacete, 1947)- es que puedo ver y comparar lo que escribí y cómo se tradujo aquello, y lo que ha terminado siendo al convertirse en película, después de estos años aprendiendo a ver cine… Ver cómo está hecho, y por qué, y qué hubiera pasado de hacerlo de otra manera… Es un juego divertido».
Textos que, felizmente, ha decidido compartir con sus fans en un libro que contiene los primeros capítulos de lo que nunca fue una serie de televisión.
Pero además, desvela el director de «Los girasoles ciegos» (2008), en aquella carpeta estaba el guion de otra película, un texto que escribió dos años después de «Así en el cielo como en la tierra» (1995), que no se acordaba de haber escrito.
«Se titula ‘Tiempo después’, transcurre en el año siete mil novecientos setenta y tantos y es profético», explica.
«El mundo se ha convertido en dos: uno es un edificio donde viven todos los gerifaltes, representantes de todos los estamentos; hay un rey, incluso, que habla con acento americano, (…) y el otro es un suburbio con chabolas donde viven los parados. El guion son las relaciones entre estos mundos, te puedes reír bastante», dice muy serio.
A sus 67 años, este albaceteño militante sigue entendiendo la vida como una historia culta y reflexiva y su idea de contar películas como el aliento que empuja a preguntarse cosas.
Por eso, dice, no descarta «en absoluto» volver a rodar; sólo que «no es capaz» de convencer a ningún productor «que no esté igual de convencido que él» de que hay que hacer su película, y además no cree en el «crowdfounding». «Eso no funciona si necesitas tres millones», dice.
También descarta producirla él mismo (su primera producción fue «Tesis», de Alejandro Amenábar, al que después ha producido «Abre los ojos» y «Los otros»), porque «igual pasan dos años y luego a lo mejor, ya estoy viejo».
Además (vuelve a la broma), «yo solo me meto donde no hay dinero: libros, películas, vino…», se ríe el dueño de las bodegas de Ribeiro Sanclodio. Pero entiende que no es fácil.
En su opinión, «en este momento lo que hay es un ataque frontal a la producción cultural, porque es peligrosa. Facilitar que la gente piense o que analice la realidad de una manera crítica no es bueno para ningún poder: ni el religioso ni el económico ni ninguno de los establecidos».
«Comedias hay y siguen funcionando. Ahí tienes ‘8 apellidos vascos’ o ‘Torrente’; en España siempre se han hecho comedias más o menos inteligentes, y películas cochambrosas también, porque es un género que da para lo sublime y para lo más tonto».
Y mientras, los «amanecistas», siervos de una iglesia sin dios ni papa, como dice el manchego, quedan a la espera de que el maestro cumpla su amenaza y sea capaz de rodar otra película que siga la broma. Proyectos que «tarde o temprano, irán saliendo», asegura el director. Que así sea.