No son astrofísicos ni tienen formación académica sobre la materia. Les une, eso sí, una afición que han convertido en pasión y que con los años y con mucho tesón, esfuerzo y dedicación les ha llevado a construir con sus propias manos un gran observatorio astronómico. Faustino Organero, diseñador gráfico; Leonor Ana, una técnica de laboratorio que se pasó al mundo de la informática; y Fernando Fonseca, ingeniero, son los responsables de lo que hoy en día es el Complejo Astronómico La Hita, localizado en La Puebla de Almoradiel (Toledo), desde donde sus telescopios vigilan el cielo y colaboran en proyectos científicos y de investigación.
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A Faustino, Leonor y Fernando bien les valdría el título de «astrónomos autodidactas». Todo en el complejo ha salido de sus manos: los telescopios han sido fabricados por ellos (ninguno es comercial); igual que las cúpulas que los protegen; los edificios los levantaron a pico y pala; incluso han instalado placas solares para ser autosuficientes también desde el punto de vista energético. Han demostrado que «no hay barreras para nosotros».
Lo más curioso -y es lo que les da más valor aún- es que para llegar hasta aquí partieron de cero. Han aprendido de manuales, de búsquedas interminables en internet, de la experiencia y el conocimiento que siempre han exprimido de los profesionales y, sobre todo, del «ensayo y error» y del «aprender sin miedo», tal y como señalaba Faustino. Una rápida visita al complejo es suficiente para admirar cómo de la nada y mediante sus propios recursos económicos -sin depender de ayudas ni subvenciones- han levantado una instalación de gran capacidad tecnológica.
La historia del Complejo Astronómico La Hita -que debe su nombre a la denominación que reciben los parajes de la zona– se remonta al sueño que siempre tuvo Faustino de crear un telescopio, algo que consiguió con solo 16 años con una lupa del tamaño de la palma de su mano, pegamento y medio, alambres y cinta aislante. Este rudimentario aparato «me permitió ver la luna como jamás la había visto». El servicio militar y la necesidad de trabajar para ganarse la vida (montó una librería, un videoclub, fue pintor de brocha gorda y finalmente acabó de diseñador gráfico) le llevó a dejar aparcada durante años su pasión.
A los 35 la retomó con la intención firme de construir un telescopio de madera con una espejo de 30 centímetros. Cuando consiguió que funcionase se planteó su siguiente reto: que fuese de metal. «Aprendí viendo trabajar al herrero, al tornero, rastreé por internet y decidí que tenía que abrir muchas puertas». La mayoría de los materiales los obtuvo de la chatarrería de La Puebla de Almoradiel. El resultado fue un telescopio de 500 kilos y su siguiente meta a alcanzar: construir un edificio en el que montar el telescopio y observar el cielo. Así, en mayo de 1999 se inició en lo que denomina con humor como su «época del cemento». Derribó una casita de labor y elevó los cimientos y los pilares. En octubre de ese año ya estaba terminado el edificio. Quedaba construir la cúpula en la parte superior. De nuevo, otra vez experimentó con materiales, preguntó a profesionales… Tres meses después lo logró.
De 1999 a 2006 el observatorio fue un proyecto individual de Faustino. En 2007 se constituyó la Fundación Astrohita (sus fines son la investigación, el desarrollo instrumental, la divultación de ocio y la divulgación con contenidos pedagógicos); en este mismo año se incorporaron Fernando y Leonor, una pareja que se trasladó de Madrid a La Puebla de Almoradiel movidos por el sueño que compartían con Faustino. Gracias a ellos -así como a Isidro, responsable de cuestionas administrativas, y a Droi, encargado de desarrollar el software- lo que era un pequeño observatorio acabó siendo un complejo astronómico en el que hoy se hace ciencia.
Colaboran con el Instituto de Astrofísica de Andalucía en el proyecto de investigación del profesor José Luis Ortiz sobre los planetas enanos, una nueva clase de cuerpo celeste descubierta hace pocos años dentro de la que se incluyó a Plutón. En 2011 se presentó el planeta enano «Makemake». Fue el primer objeto sobre el que, por primera vez, La Hita obtuvo datos con suficiente precisión como para ser usados en ciencia. Estos datos permitieron al investigador principal hacer una predicción de un fenómeno en el que se movilizaron 16 telescopios a lo largo de todo el mundo. Esta campaña de observación fue un éxito y permitió al investigador publicar un artículo en la revista científica «Nature», siendo la primera vez que el observatorio de Toledo aparecía en ella.
Un telescopio de 77 centímetros de diámetro, con un tubo de tres metros y un peso de 4.500 kilos observa todas las noches, más allá de la órbita de Neptuno, los planetas enanos desde La Puebla de Almoradiel. Permite al investigador José Luis Ortiz un tipo de seguimiento muy continuo en el tiempo que no puede tener con los telescopios comerciales. Su funcionamiento está totalmente robotizado y automatizado y es uno de los más grandes a nivel aficionado de toda España.
El Complejo Astronómico La Hita colabora igualmente con el investigador José María Madiedo -profesor de la Universidad de Huelva- mediante el proyecto Smart, que desde 2010 registra los movimientos de bólidos y meteoritos, y con el proyecto Midas, que detecta los impactos que se producen en la Luna, un proyecto conjunto de Madiedo y Ortiz. Este proyecto detectó en el año 2013 el mayor impacto registrado en directo sobre la superficie lunar. Cuando el investigador publicó los resultados, la NASA se interesó por la posición del impacto y la nave que tiene orbitando la Luna llegó a fotografiar el nuevo crater.
Estos dos telescopios se completan con un tercero de reciente fabricación y que fue presentado a la prensa el pasado 30 de marzo, después de cuatro meses de trabajo. Se dirige a través de un mando de la Play Station y ha sido pensado para las actividades de divulgación que se llevan a cabo. Como los anteriores, Faustino, Fernando y Leonor han sido los artífices de su fabricación, ensamblando pieza a pieza y otorgándole vida de manera robotizada.
ACTIVIDADES DE DIVULGACIÓN
Los responsables del complejo astronómico vienen haciendo especial hincapié en las actividades de divulgación. Buscan así compartir conocimientos y afición. Siendo un grupo de 10 personas o más, un centro educativo o un grupo de amigos o familiares, ofrecen las «Noches descubre», en las que vivir la experiencia de una noche en un observatorio, ver cómo se trabaja y disfrutar de la observación con telescopios. «Reserva tu estrella» y el «Cañón solar para la observación segura del sol» son sus otros dos programas de divulgación. «Este año habrá un avance cualitativo en este sentido», indicaban, y es que a partir del próximo otoño pretenden trabajar de manera regular con colegios y centros educativos en actividades diunas .
Hay pocos complejos astronómicos que, gestionados por aficionados, hayan conseguido este desarrollo instrumental y tecnológico. Además, tiene un posicionamiento importante tanto a nivel nacional como internacional, sobre todo en Latinoamérica. Los hay amateur pero son más pequeños y funcionan con telescopios comerciales. La dedicación e implicación de Faustino (llevando los temas de estructura y mecánica), Fernando (llevando la electrónica) y Leonor (ocupándose de la divulgación) es un valor añadido para los profesionales que trabajan con ellos, de tal forma que «nos hacen sentir parte del equipo», comentaba Leonor. Su «jornada» no entiende de horarios y no es raro que las horas de sueño las ocupen en el complejo astronómico.
Su afición se ha convertido en un proyecto de vida dentro del cual no paran de innovar y aparecer nuevos retos.