Estaban en las últimas. Así de claro. Varios años de paro habían acabado prácticamente con sus esperanzas de volver a trabajar. Al menos de momento. Son dos historias, las de Isabel y Carmen. Pero hay muchas más. Ahora han firmado un contrato de seis meses gracias al Plan de Empleo del Ayuntamiento de Toledo y que puso en marcha la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Cobran 700 euros, pero… «No teníamos nada y ahora somos ‘millonarias’ de repente», con una sonrisa de oreja a oreja. Trabajan de peonas de albañil, aunque antes no sabían nada del oficio. Pero sus ganas de aprender son inmensas y ya parecen unas profesionales con años de experiencia…
Son las historias de la vida real…
Isabel Arévalo tiene 35 años y llevaba los tres últimos con la desesperación de no encontrar ningún trabajo. «Nada de nada», recalca, «porque pasas de los 30 años y te dicen que no, lo que es algo estúpido». Es de Valladolid, con 18 se fue a Mallorca y allí estuvo hasta los 30, «me quedé embarazada y me entró pánico escénico por mi situación económica, por lo que regresé con mi familia a Valladolid, donde estuve dos años, hasta que mi madre me dijo que me viniera a Toledo con ella. Era el año 2013…».
Y AHORA ES PEONA DE ALBAÑIL…
¿Saben qué ahora trabaja contratada gracias al Plan de Empleo del ayuntamiento de la capital regional? De peona de albañil, profesión de la que no sabía absolutamente nada de nada. Repito, no sabía nada, pero como afirma Juan Carlos Fernández Layos, director de programas de Empleo del Ayuntamiento de Toledo, «muchas de las personas que pasan por aquí tienen unas ganas de aprender que solo eso puede con el hecho de llegar el primer día y poner cara de que no tienen ni idea. Además, la disponibilidad que demuestran es muy alta, y eso es lo más importante».
El mismo caso que Carmen Isabel Carrobles, de Ventas con Peña Aguilera y 56 años, los últimos cuatro en Toledo, quien a lo largo de su trayectoria laboral ha trabajado en El Corte Inglés, en hoteles, en residencias de ancianos… «Pero me divorcié y me empezó a ir mal». Cuando llegó a la capital regional, «aquí tengo un hermano», y empezó a cuidar a señores mayores y envió muchísimos currículos, «pero me salían cosas aisladas y además me pagaban en negro».
Y como Isabel, sabía lo que era un albañil, pero nada más… «Y ahora estoy de peona de albañil, quién me lo hubiera dicho a mí…».
«NO VEAN CÓMO MANEJAN YA LA PALETA, LOS LADRILLOS…»
Las dos se han hecho inseparables y no vean cómo manejan ya la paleta, los ladrillos… Han aprendido todo lo que les han enseñado y, como dice Isabel, «¡yo de aquí saco algo bueno seguro!». Por cierto, que ha hecho también, en todo el tiempo que ha tenido libre durante los últimos años, un curso de monitor de ocio y tiempo libre y ahora va a hacer las prácticas. Porque su objetivo, tiene una tremenda ilusión, «es montar mi propia ludoteca y trabajar en el ocio para los niños. Lo tengo muy claro, aunque me falta lo más importante, que es el dinero».
Situaciones muy complicadas las que han vivido las dos los últimos años, «yo ya no tenía ni una ayuda», afirma Isabel, «lo he pasado mal, sí, iba por meses. Y ahora, con los 700 euros que cobran cada mes «vamos a ir al cine, a comer una hamburguesa… ¡Somos ‘millonarias’ de repente!».
Aunque saben que los seis meses de contrato se acaban en octubre y… Pero ahora no quieren pensar todo el tiempo en ello, sino disfrutar de lo que tienen. «Cuando me llamaron para decirme que me contrataban me dio una alegría…». Es Carmen, quien no duda en señalar que ahora «me siento más útil, porque espero que esto sea un relanzamiento, aunque yo sea un poco pesimista».
Pesimismo que rápidamente trata de apagar Isabel, «¡yo de aquí saco algo bueno!», insiste una y otra vez. Y entra de nuevo Carmen en la conversación, «ella me transmitió alegría y hay que seguir adelante…».
DE PEONAS DE ALBAÑIL, «LOS PRIMEROS DÍAS NOS AYUDARON LOS CHICOS, LUEGO LOS HEMOS ECHADO FUERA» DICEN AMBAS CON UNA SONRISA
Y ahí están, de peonas de albañil sin antes tener ni idea de lo que eso podía significar. «Los primeros días nos ayudaron los chicos, pero luego los hemos echado fuera», bromean ambas. De hecho, no hay más que ver el zócalo que han hecho las dos en apenas unos días gracias a la fuerza de voluntad que han puesto en el empeño. «Encomiable», como decía Fernández Layos.
«Yo no me amedranto», afirma Isabel, «marqué los ladrillos a ojo y…».
Hasta ahora también han realizado labores de empedramiento en el puente de la Cava o han quitado las pintadas de los gamberros en una zona del río Tajo. Trabajan de lunes a viernes de ocho de la mañana a tres de la tarde.
Es un sueldo bajo, pero acostumbradas a la nada durante años… La sonrisa ya forma parte de su cara. Y no quieren borrarla nunca.
Es la alegría de trabajar, la suerte de vivir…