jueves, 24 de octubre de 2024
Una tradición desde hace 17 años 31/12/2012junio 13th, 2017

Fue en 1995 cuando vecinos de la comarca del río Bullaque en Ciudad Real decidieron despedir el año bañándose en este río. Desde entonces no han parado de hacerlo cada 31 de diciembre con un único fin, reivindicar el caudal ecológico de uno de los ríos mejor conservados de Castilla-La Mancha.

Cada día de San Silvestre, a media mañana, gentes llegadas desde distintos lugares se dan cita en los márgenes del río a su paso por el municipio de El Robledo con la intención de remojarse en sus aguas, desafiando la gélida temperatura invernal y la baja temperatura del agua.


Los apenas dos grados de temperatura ambiente que marcaba el termómetro no han atemorizado al más de medio centenar de personas que se han zambullido en el agua.

El baño en el río Bullaque el último día del año sigue estando argumentado, recordaban algunos de los bañistas, en que diecisiete años después de hacerlo por primera vez, aún tienen que luchar para que ningún proyecto presente o de futuro amenace la conservación integral de río, que nace junto al Parque Nacional de Cabañeros.

En 1995, recordaban, un gran proyecto de la Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG) planteaba trasvasar agua desde el pantano de la Torre de Abrahám hasta el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel con el fin de seguir alimentando el consumo de agua en la comarca de La Mancha, entonces, la movilización popular de toda una comarca tumbó el proyecto, como recuerda el alcalde de el Robledo en aquella época, Benito Garrido.

«El riesgo de ver un río sin agua -ha comentado- era evidente, más cuando veníamos de un periodo de extrema sequía que había dejado el cauce del río completamente seco, una imagen que pocas veces antes se había visto».

La movilización popular estaba justificada para luchar por uno de los recursos turísticos más importantes de la comarca, el río, recuerda el alcalde de entonces, si a la amenaza del cambio climático se sumaba también el riesgo de que el agua acabara en Las Tablas de Daimiel para uso de los agricultores o para abastecer el macroproyecto turístico y de ocio que se diseñó en Ciudad Real capital bajo el nombre de El Reino de Don Quijote.

Garrido aún retiene en su memoria el primer baño en el 95 y también recuerda cómo los vecinos quisieron celebrar que, tras un largo periodo de sequía a principios de los años noventa, el río volvía a llevar agua.

Como entonces, decía, «hoy queremos seguir haciendo evidente que queremos un río para siempre y no sólo para cuando llueve. Que el agua aquí es tan importante para el turismo y para la agricultura moderada como lo es en otros lugares para los usos cotidianos.»

Junto a Benito Garrido se han bañado otras muchas personas, entre ellos, muchos jóvenes que continúan con esta tradición y a los que se suman vecinos o algún personaje más popular como el padre Ángel, el párroco del municipio, que hoy no ha dudado en zambullirse junto a la gente de su parroquia.

Tampoco ha dudado en bañarse Martina Alonso, una mujer de 68 años que es fiel a la cita, o el italiano Matteo Marabotti, cuyo hijo de apenas unos meses y de nombre Río ha visto a su padre bañarse en brazos de su madre Elisa.

Matteo y Elisa se conocieron hace unos años, a ambos le une su hijo Río, y antes, a ambos les unió su pasión por dos ríos, el Bullaque y el río Serchio que discurre por aguas italianas.

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