Este año se cumplen 35 años de la entrada en funcionamiento del polémico trasvase Tajo-Segura, la que es una de las grandes obras hidráulicas realizadas en España y el origen de multitud de disputas entre el centro y sureste del país. Desde el año 1980 ha permitido derivar al Levante 11.000 hectómetros cúbicos, una cantidad que habría servido para abastecer a Toledo durante 1.400 años.
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La idea del trasvase se remonta al siglo XIX y empieza a cobrar fuerza durante la segunda República cuando el entonces ministro de Obras Públicas, Indalecio Prieto, le encarga al ingeniero Manuel Lorenzo Pardo la realización de un plan nacional de aprovechamiento de las aguas. Tales movimientos políticos hay que enmarcarlos en una España muy pobre y atrasada que veía en Europa y en sus cultivos de regadío un modelo a seguir y que poner en valor en el Levante, donde existían problemas de abastecimiento. A la provincia de Valencia le fue asignada los recursos del embalse de Alarcón, en Cuenca, pero faltaba por decidir qué hacer con Alicante, Murcia y Almería, provincias para las que se pensó en dos opciones: que el agua llegase del Tajo o que fuese procedente del Ebro.
En el año 1932 se elabora un primer anteproyecto de trasvase; su redactor se acaba decantando por el Ebro, por ser más caudaloso y por poder extraer el agua de la desembocadura y no de la cabecera, como ocurre con el Tajo.
Tras el parón que supuso la Guerra Civil, durante la etapa franquista se construyeron muchos de los embalses proyectados en la República. El embalse de Entrepeñas y Buendía -hoy abastecedor del trasvase Tajo-Segura- empezó a cumplir una función muy importante por su producción de energía hidroeléctrica para una ciudad de Madrid en continua expansión.
Los pueblos del centro de España empezaban a despoblarse en favor de las ciudades. Era una época, además, en la que el boom del turismo puso todas las miradas en las costas y en su desarrollo. Hacía falta desviar agua hasta allí y finalmente se optó por el Tajo, no sólo porque el agua iba a ser obtenida de una zona pobre y que estaba siendo abandonada, sino también porque cogerla del Ebro habría supuesto enfrentarse con una ya peleona Cataluña. A finales de los años 60 y comienzos de los 70 empezaron las obras del trasvase, unas obras muy complejas para las que fue necesario pedir a la República Federal de Alemania un préstamo que se estuvo devolviendo hasta finales de los años 90. Los trabajos concluyeron en 1979, estando en el Gobierno UCD. Hasta las Cortes se trasladó un intenso debate sobre qué hacer con el trasvase, tras lo cual -y al estar ya terminada la obra- se optó por que se empezase a usar, algo que ocurrió en 1980.
Pronto llegaron años de sequía y se dieron cuenta de que era imposible trasvasar los 600 hectómetros cúbicos previstos al año. El río no daba para más, tan sólo para 350 hectómetros cúbicos anuales.
LA LUCHA DE TOLEDO Y TALAVERA CONTRA EL TRASVASE
Paralelamente a todos estos acontecimientos, sobre todo en Toledo y Talavera, surgieron muchos movimientos contra el trasvase. Aquí se veía cómo se daba prioridad al desarrollo de una zona del país, el Levante, en detrimento de otra. En esta lucha fueron muy significativas las manifestaciones de finales de la década de los 70. Eran años en los que salir a la calle a protestar no era fácil. No obstante, todas las formaciones políticas, independientemente de su ideología, hicieron piña para alzar la voz, una unidad de acción que nunca más se ha vuelto a dar en la región. En este tiempo se llegó a crear un equipo de trabajo que elaboró un informe que vaticinaba las consecuencias que tendría el trasvase.
También fueron muy numerosos los talaveranos que en 2009 salieron a manifestarse por la situación del río a su paso por la ciudad.
LA PLATAFORMA EN DEFENSA DEL TAJO PIDE QUE VUELVA LA UNIDAD POLÍTICA DE LOS 70
«Es un trasvase anacrónico planificado en una España que nada tiene que ver con la actual». Así lo considera Miguel Ángel Sánchez, portavoz de la Plataforma en Defensa de los Ríos Tajo y Alberche, quien añadía que, además, «incumple la legislación actual». Explicaba a Encastillalamancha.es que, hoy en día, se dan «graves paradojas» y es que «mientras que el agua del Tajo escasea por culpa del trasvase, en la cuenca del Segura tienen excedentes de agua».
Desde la plataforma abogan firmemente por el fin del trasvase ya que «en España no hay un problema nacional del agua». Considera que lo que hay es un «problema muy puntual» con los regadíos del Levante que se abastecen del Tajo y que «prefieren que esto se mantenga» y no usar las desaladoras o la cuenca del Segura «porque este agua viene subvencionada y es más barata». Se trata de unos regadíos que «solo se mantienen gracias a esos bajos costes» y que, en condiciones normales, «no podrían ser competitivos en el mercado». En opinión de Miguel Ángel Sánchez, el trasvase también es un instrumento político con el que comprar votos, «y muchos», en el Levante.
Pide que a Castilla-La Mancha vuelva la unidad política que hubo en los años 70 y que desde ella se defienda el agua de la región. «En aquella época sí que hubo gente con altura de miras que supo pensar en el futuro». Afirma que «es hora de recuperar el Tajo porque si no Castilla-La Mancha seguirá siempre sometida al capricho de unos regantes».
Sus esperanzas también están puestas en los dos recursos planteados ante la Unión Europea, uno por parte de Emiliano García-Page cuando era alcalde de Toledo y otro de la propia plataforma.
Imagen antigua del Tajo a su paso por Talavera.