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Es una de las principales causas de los cambios de comportamiento 10/02/2017junio 6th, 2017

El enfermero Rubén Bernal lleva tres años realizando un estudio sobre la evaluación y manejo del dolor de las personas con discapacidad intelectual. Dado que el malestar y el dolor son de los principales causantes de los cambios de conducta de las personas con capacidades intelectuales especiales, el enfermero del Hospital General Universitario de Ciudad Real trabaja para sistematizar estas modificaciones de conductas para así determinar la procedencia y el grado de este dolor.

El enfermero e investigador del Hospital General Universitario de Ciudad Real, Rubén Bernal.


Este año, el estudio arrojará los primeros resultados. Las personas con discapacidad intelectual está constatado que padecen 2,5 enfermedades más que la población general y hasta 10 veces más en el caso de patologías muscoloesqueléticas y, también, está demostrado que las personas con parálisis cerebral sufren más dolor.

A esto, y según explica la Junta en un comunicado de prensa, Rubén Bernal añade que hay que sumarle los problemas de comunicación de estas personas y que son víctimas del denominado “ensombrecimiento del diagnóstico”, que hace que “las enfermedades físicas y mentales que puedan padecer no se diagnostiquen al quedar ocultas por la discapacidad”, una suma de condicionantes que hacen que “en muchas ocasiones no reciban un tratamiento adecuado”.

Por estos motivos, el estudio que viene realizando Bernal puede resultar fundamental para determinar la procedencia de las dolores y así poder dictaminar de mejor manera que pasos seguir para hacerles el dolor más liviano y poder determinar el porqué de los cambios de conducta.

Las alteraciones de conducta no se perciben como un problema físico sino de salud mental y en ocasiones, mejorarían con analgésicos”, explica el investigador del Hospital ciudadrealeño, quien añade que “hay comportamientos faciales, vocales o cambios en los hábitos de alimentación que están relacionados con estreñimiento, afecciones bucodentales u otitis” y que determinadas conductas –retraimiento, falta de atención, hábitos repetitivos,…- que pueden llegar a impedir a la persona con discapacidad participar en actividades sociales habituales pueden ser, en realidad, “manifestaciones de dolor que los cuidadores no estamos interpretando como tales”.

El estudio está becado por la Unidad de Investigación y Docencia, Formación y Calidad del Hospital Universitario de Ciudad Real y está dentro de las subvenciones de la Junta que se han recuperado después de varios años sin convocarse por parte del Gobierno regional.

Si la persona con discapacidad intelectual no puede transmitir el grado de su dolor, Bernal indica que lo mejor es a través de la observación conductual estructurada e informes de los cuidadores.

Esta es la razón por la cual se han realizado 430 cuestionarios a profesionales que atiende a este colectivo, como: “Caminar”, Complejo Residencial “Guadiana”, Autrade, Centro de Educación Especial “Puerta de Santa María”, Fundación Tutelar de Castilla-La Mancha, Centro Ocupacional “Fuensanta”, etc. Las encuestas también han llegado hasta los familiares, que también son cuidadores.

En ellas, se recoge el grado de discapacidad de las personas que atienden, enfermedades previas y problemas conductales que presentaban, qué cambios del comportamiento les lleva a pensar que a la personas que cuidan sufre algún dolor, en qué medida y cuanto ha precisado medicación para calmarlo.

A tenor de las respuestas a los cuestionarios, se puede sostener que ante la presencia de dolor las personas con discapacidad intelectual lo manifiestan con determinados comportamientos, indicadores faciales, vocales, aislamiento social o aumento de las estereotipias, las repeticiones de un gesto, acción o palabra características de algunos trastornos mentales.

Igualmente, el estudio constata que el dolor que aqueja a estas personas estaría infravalorado y, además, la administración de analgésicos es menor que a la población general. Esta situación es de vital importancia, ya que la respuesta a los analgésicos o el “tratamiento empírico del dolor” es usada como un modelo más de evaluación, y según los primeros resultados, no se utiliza de forma suficiente.

Rubén Bernal espera que su proyecto de investigación sirva para validar nuevas formas de evaluación del dolor basadas en modelos comportamentales que tengan en cuenta las características de la persona con discapacidad y también las particularidades del cuidador y recuerda que “el dolor es una señal de que algo no va bien y hay que darle la atención adecuada. Los cambios de comportamiento o la aparición de una conducta problemática debe conllevar una evaluación física inmediata para descartar la existencia de dolor”.

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