Las vidas de los castellanomanchegos Marta Ramos, Luis Alcaraz, Alonso Gómez, Dario Paños, Diego Ruiz y Daniel Trigo se han cruzado en una experiencia que consideran única, la ruta Quetzal.
Desde el 18 de junio y hasta el 24 de julio han vivido «un sueño» que les ha permitido no solo hacer grandes amigos, sino «una familia», al tiempo que se han probado y se han superado a sí mismos. Ellos cuentan a Encastillalamancha la vivencia en primera persona.
La XXVII edición de la Ruta Quetzal les ha llevado por distintas ciudades de España y Colombia en un «experiencia muy chula y única», comentaba Luis Alcaraz, joven albaceteño de 17 años, quien explicaba que el haber participado «te permite ponerte en contacto con otras personas y otras culturas».
La mayoría de los ruteros, como Luis, se queda con la gente que ha conocido, con los amigos y compañeros que ha hecho durante la ruta. Y, si tuviese que repetir, cree que no lo haría porque «está ha sido mi ruta y mi gente».
El trato de los lugareños no ha pasado inadvertido por los jóvenes participantes. «Nos daban todo lo que tenían», «eran muy acogedores», recuerda Luis.
Se trata de gente que «es súper pobre y te da todo», destacaba Marta Ramos, otra de las ruteras castellanomanchega que decidió participar en esta aventura después de que su madre Reyes le hablase de la experiencia, de lo interesante que parecía y de que se trataba de «algo único» donde «era difícil» participar, pero «no imposible».
Marta, joven toledana de 16 años, lo intentó y lo consiguió. Ahora «repetiría el trabajo (que tuvo que presentar para ser seleccionada) todas las veces posibles para repetir la experiencia», porque al final no solo haces amigos sino que son «como una familia».
De ahí que, como afirma Diego Ruiz, otro rutero de Toledo, haya sido «lo mejor que me ha pasado». Diego solo puede decir que todo ha salido «muy bien, muy bien» y se queda con muchas anécdotas, con la gran convivencia que ha tenido e incluso subraya el momento de las conversaciones hasta las tres de la mañana, aunque luego a las cinco o las seis tuviese que levantarse.
LO MÁS DURO
En el caso de Luis lo más duro fue una de las rutas, «teníamos que subir al pico del Oro». Se trataba de cinco kilómetros de pendiente, muchas horas y fue intenso.
Extrema fue la experiencia de andar durante todo el día sin agua desde las 11.00 de la mañana. Ésa fue la más dura de superar para Marta, quien recuerda que tras empezar a las 8.00 de la mañana la caminata, a las 11.00 horas les comentaron que en breve podrían rellenar de agua las botellas, pero al final se complicó la cosa y no pudo ser. Eso sí, lo supieron cuando ya se habían bebido todo el agua.
Tuvieron que continuar la caminata sin rellenar las botellas. Al final se les hizo de noche y, cuando llegaron al campamento, «pensábamos que nos darían agua y solo nos dieron un vaso casi para 20 personas».
Vivencias como ésta son las que les han transformado, porque «ahora con agua caliente, te puedes duchar cuando quieres… Es una sensación extraña».
LA SONRISA DE MANUELA
Marta recuera con especial cariño la acogida de la gente y especialmente una sonrisa, la de Manuela. Llegaron a un pueblo y les recibieron con una gran fiesta, espectáculo de caballos y «se me acercó una niña, era súper pobre, tenía seis o siete años y no se me olvida la sonrisa que siempre tenía». Era Manuela.
Con vivencias como ésta no es de extrañar que hablen de esta ruta como «un sueño», así al menos la describe Darío Paños, de Cuenca, para quien ha sido «un paréntesis en mi vida real».
A pesar de pasar mucho sueño, tenían que estar en pié a las cinco o las seis de la mañana, le llamó la atención la selva y se conoció más a sí mismo. Concretamente en una de las rutas, donde o seguía o se echaba al suelo. Optó por seguir y se dio cuenta de la gran fuerza de voluntad que tiene que le permitió incluso llegar al final de la etapa corriendo al campamento base.
UNA RUTA QUE SIGUE SORPRENDIENDO INCLUSO A LOS VETERANOS
Alonso Gómez González, de El Toboso (Toledo), hizo la ruta hace seis años y, casualidades de la vida, surgió la posibilidad de participar de nuevo pero, esta vez, en la parte logística, probablemente la menos conocida y sin embargo una de las fundamentales.
Su labor ha sido la de cubrir todas las necesidades del día a día, llevar las tiendas de campaña, las medicinas… «Cualquier cosa de apoyo que necesiten».
Este año ha sido el cuarto que ha participado en el tema logístico. Estudia Ingeniería Química, lo que le ha permitido compaginar estudios con su participación en la ruta.
El momento «más complicado» para los componentes de logística, un total de tres personas, es el de los traslados, recogidas, instalaciones… Pero «pesan mucho más los momentos positivos» compartidos con médicos, monitores y chavales. Al final se hacen «amigos que son para toda la vida».
Evidentemente el recuerdo especial es el de su primera vez, en Chile, donde las «sensaciones fueron muy fuertes».
LA HISTORIA DE LOS CHICOS CONTADA POR LA RADIO
Daniel Trigo, periodista toledano de la COPE, colaboraba hace unos años en el programa de madrugada «A cielo abierto» de la emisora. Ahí surgió la posibilidad de participar en la ruta Quetzal y «encantado». Desde entonces han pasado seis años y las vivencias, anécdotas, recuerdos, se suceden porque él ha sido un periodista «atípico» al instalarse en el campamento de los jóvenes.
De esta forma podía mezclar en el programa los testimonios de los jóvenes que, al fin y al cabo era lo que las familias querían oír al estar los chicos durante toda la ruta sin móviles ni portátiles, con su crónica.
Mientras los chicos «viven la aventura de sus vidas», Dani informa puntualmente. Lo primero, el parte médico. Afortunadamente, «nunca ha pasado nada» y eso que se viven «etapas duras y con peligro». Al frente de los chicos se encuentran profesionales muy preparados que contribuyen a que todo salga perfecto.
De estos años, recuerda una anécdota en particular. En 2008, estaban en Panamá, en Nombre de Dios, en plena época de lluvias. Llegaron, acamparon al lado del río y «cayó una tormenta», creció el río y «se inundó el campamento». La principal consecuencia es que toda la ropa se mojó y había que emprender una caminata de unas horas y ¡en la selva! La preocupación quedó en nada porque llegaron a una población indígena que, de cintura para arriba, ¡eran nudistas!
Fue una caminata muy dura, recuerda Daniel, pero a pesar de ella comprobaron la capacidad del ser humano de superarse.
Colombia, Perú, Méjico, Chile, Panamá… Países por los que ha pasado la ruta Quetzal e historias contadas por Daniel, quien recuerda «una espinita clavada». Uno de los años visitaron la Isla de Robinson Crusoe y, pocos días después de regresar a España, hubo un tsunami que afectó considerablemente a la isla e, incluso, a gente que habían conocido durante la expedición.
EL HÉROE, EL GENIO…
En esta ocasión, Miguel de la Quadra-Salcedo no les acompañó hasta Colombia, «tiene 80 años», comentaba Luis, quien destacaba que sí que les acompañó en España y ahí tuvo la oportunidad de hablar con él durante un desayuno. «Contaba un montón de historias», es «muy chulo» oírle hablar.
Marta asegura que «para mí es como un héroe», «un genio».
De la Quadra-Salcedo ha marcado también a Daniel Trigo, «haber conocido a alguien con la humanidad de Miguel es increíble, su capacidad que tiene para sacar asuntos periodísticos de donde no los hay, el respeto que le tienen en América…».
El periodista de la COPE adelanta que el año que viene el tema de la Ruta Quetzal será la conmemoración de los 500 años del descubrimiento del Pacífico por Núñez de Balboa. ¿Quién se anima?