«A quien no le guste viajar allá películas». Quien dice esto, en un lenguaje coloquial inusual en él, es Ventura Leblic, presidente de la Asociación Cultural Montes de Toledo, miembro de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo y reputado historiador toledano.
Porque a Ventura le encanta viajar, está claro. Se retrotrae a los viajes playeros de los primeros años de su matrimonio con su mujer Mari Carmen para referirse a sus estíos preferidos. El motivo es que era en el transcurso de esas escapadas a cualquier zona del Levante donde más podía disfrutar de los pequeños. El regusto de Ventura por el campo (él es más de campo que de playa, al contrario que su mujer) le ha llevado a «convencer» a sus hijos de las bondades de este medio natural, hasta el punto de que sus hijos se hicieron monitores con el tiempo e incluso uno de ellos encontró en él a su media naranja. Y la gran afición del historiador por el campo también ha influido en su esposa, con la consecuencia de que a lo largo de los años el matrimonio ha mantenido la sana costumbre de alternar campo y playa, playa y campo. Así todos contentos.
Ventura Leblic es de esos intelectuales que es tan capaz de disfrutar de su gozosa naturaleza de ratón de cualquier biblioteca con la de viajero impenitente que disfruta al máximo de las riquezas del paisaje, los reclamos culturales y patrimoniales (faltaría más) del lugar y el contacto humano de la gente hospitalaria que conoce en sus viajes. Una muestra de esto último es la «comunidad» que ha formado con su mujer en el municipio coruñés de Sobrado de los Monjes, donde llevan varios viajes alternando con el colectivo de los monjes cistercienses que viven en el monasterio (ellos se alojan en la hospedería que este acoge). «Se ha convertido en nuestra casa gallega, hasta el punto de que participamos un poco del espíritu de los cistercienses», comenta, favorecida esta convivencia por el espíritu abierto de esta orden.
En los últimos años el destino marino por excelencia de Ventura y su mujer es las Islas Canarias, en concreto Tenerife, sobre todo por la querencia de ella, quien está tan encantada con este destino que no cambian ni el hotel al que acuden, beneficiado con unas piscinas naturales y con salidas al océano. Ventura prefiere la tranquilidad de las piscinas del hotel.
Pero la naturaleza campestre de Leblic le lleva a -de la mano de su mujer- perderse en casi improvisados destinos castellanos en los que desaparecen a gusto, si es con guías mejor. La inacabable curiosidad del investigador por los entresijos del lugar hace el resto. «La gente se preguntará qué se nos ha perdido en estos lugares tan remotos, pero yo disfruto descubriendo riquezas impensables», se explica. El amor por el campo de Ventura le lleva asimismo a perderse varios días por su querida comarca de Los Montes de Toledo en compañía de compañeros investigadores. Así, durante unos días varios «locos monteños» pueden perderse en esta bella comarca natural alejados de todos (Leblic no usa teléfono móvil).
Por lo demás, este viajero irreductible comenta algunas anécdotas de los viajes cuyas fotos se muestran en este reportaje, como lo mucho que le llamó la atención, en su viaje a Washington, «la enorme cantidad de jardineros que había en las inmediaciones de la Casa Blanca… en realidad eran miembros del personal de seguridad», recuerda.
O aquel viaje a Roma en el que su mujer y él coincidieron con unas Jornadas de inmigrantes latinoamericanos a las que al final fueron invitados. Se unieron al grupo de mejicanos, con los que aparecen en la fotografía de arriba, Leblic guitarra en ristre. ¿Toca la guitarra o iba de farol? «Algo la toco, sí», responde. «Nos unimos a la fiesta. De hecho aún guardamos las tarjetas del Congreso», rememora el historiador.
De hecho Roma es el destino internacional preferido de Ventura, hasta el punto de que el matrimonio siempre encuentra un hueco ¡todos los años! para ir a la Ciudad Eterna. «La gente me dice que si no me aburro de ir tanto allí, pero yo siempre le encuentro atractivos», sostiene el viajero.