Entre castaños y acebos, nuestro ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha nos descubre el Real Jardín Botánico de Madrid, un joya verde que sorprende a los visitantes con sus más de 1.500 ejemplares de árboles.
Se trata de un recorrido autoguiado, que se puede descargar de la web de este jardín, en el que se recrean los paisajes de la Mancha del siglo XVII a través de las plantas que figuran en la novela:
«Por cierto que la parsimonia y limpieza con que Sancho come se puede escribir y grabar en láminas de bronce para que quede en memoria eterna en los siglos venideros…y, en el tiempo que fue gobernador, aprendió a comer a lo melindroso, tanto que comía con tenedor las uvas, y aún los granos de la granada.»
Granados, cipreses, olmos, olivos, tejos, romeros, algarrobos, membrilleros, encinas, nogales, son algunos de los 22 árboles que cita Cervantes en su obra y que se encuentran también en este jardín vecino del Museo de El Prado.
Sobre el granado, y junto al citado texto de Cervantes, refiere el Botánico que se trata de un árbol originario de Asia, que se cultiva desde tiempos remotos en la región mediterránea.
Su nombre, granatum, alude a la característica del fruto de estar repleto de granos, las semillas, muy sabrosas y nutritivas.
De entre las plantas citadas en la novela, destaca especialmente la encina, uno de los árboles más representativos de los bosques manchegos y de buena parte de la Península.
También se alude en el Quijote a los alcornoques y las jaras, así como a ciertas plantas típicas de las riberas de los ríos, como los álamos, olmos o sauces.
Pero son las plantas comestibles y las utilizadas para otros menesteres, según el Botánico, las que parecen interesar más a Cervantes: así alude con frecuencia a los ajos y las cebollas, al olivo, a las calabazas para transportar viandas, a los cipreses y tejos para ritos funerarios o al romero y sus virtudes medicinales, entre otras.
Para saber más sobre el asunto, la página web de este singular espacio verde, remite al discurso de recepción en la Real Academia Española de Luis Ceballos Fernández de Córdoba (1965) sobre la flora del El Quijote.
«…Y la razón es porque siempre y adoquiera y de quienquiera son más estimadas las medicinas simples que las compuestas….; más lo que yo sé que ha de comer el señor gobernador ahora para conservar su salud y corroborarla es un ciento de canutillos de suplicaciones y unas tajadicas sútiles de carne de membrillo, que le asienten el estómago y le ayuden a la digestión.»
El membrillero es un árbol originario del centro y suroeste de Asia, aunque su cultivo en la región mediterránea se remonta a varios miles de años.
Su fruto, el membrillo, por su sabor áspero no suele consumirse fresco, sino en mermelada, como la «carne de membrillo» aquí mencionada.
Otras rutas autoguiadas que propone el Botánico, cuya creación fue ordenada en 1755 por Fernando VI, tienen que ver con las plantas aromáticas, los árboles singulares o las alergias.
Dalias mexicanas, olmos bicentenarios, y piedras plantas constituyen algunas de las «joyas de la corona» del jardín, donde conviven cinco mil especies de plantas diferentes y donde sus inmensos árboles han sobrevivido a ciclones, enfermedades, guerras y otros desastres.