La asociación de familiares de represaliados en el penal de Valdenoceda (Burgos), uno de los centros más duros de España en los años siguientes a la Guerra Civil, ha entregado a su familia los restos de Manuel Muñoz Arias, uno de los cadáveres recuperados en las exhumaciones.
El portavoz de la asociación, José María González, ha explicado que el fallecido era de la localidad de Membrilla (Ciudad Real).
De hecho, por la documentación que han ido recabando durante los últimos años, de las 151 personas que fallecieron en el penal de Valdenoceda, 65 eran de Castilla-La Mancha y 59 de ellas de Ciudad Real, aunque no han podido averiguar la razón.
La mayoría de las exhumaciones que se han realizado, hasta recuperar restos de más de 120 cadáveres, se acometieron en 2007, aunque en este momento sigue pendiente la extracción de unos treinta cadáveres.
Se trata de personas que fueron enterradas en una zona que se incluyó después en una ampliación del cementerio de la localidad, por lo que tienen enterramientos superpuestos.
Aunque en los últimos años han ido recabando autorizaciones de los familiares de los fallecidos más recientes, para poder trasladarlos a la zona del cementerio que quedó libre al exhumar los restos de los muertos en el penal, les faltan varias de familiares que no han podido localizar, y han recibido una sola negativa.
González ha explicado a Efe que no acometerán la exhumación hasta no contar con todas las autorizaciones posibles, aunque la labor de localización es muy complicada, dado que muchos habitantes de la zona emigraron y están dispersos incluso fuera de España.
SIGUEN REALIZANDO PRUEBAS
Hasta ahora han logrado también identificar los restos de más de una veintena de los cadáveres que exhumaron en 2007 y se siguen realizando pruebas y comparaciones de ADN para intentar identificar al resto.
José María González ha explicado que el penal de Valdenoceda era «extremadamente duro», hasta el punto de que las celdas quedaban inundadas de agua más de un metro cuando se producían crecidas del río, que era algo bastante frecuente.
Además, la alimentación era muy escasa y de baja calidad, por lo que la mayoría de los fallecimientos se producían por enfermedades o por la debilidad provocada por el hambre.
Al tratarse de un penal oficial, existe documentación con las identidades de quienes estuvieron presos y un registro de las fechas de los fallecimientos, aunque los cadáveres se enterraban prácticamente apilados y sin lápida ni identificación, lo que complica ahora saber sus nombres para «poder devolverlos a sus familias y que les den una sepultura digna», ha explicado González.
El portavoz de la asociación ha insistido en la dificultad que supone encontrar a los familiares de los fallecidos, que es la única manera de poder realizar pruebas comparativas de ADN para una identificación segura, aunque también han conseguido saber quienes eran algunos de los muertos gracias a algunos datos de los registros oficiales.
Tras la entrega de los restos de Manuel a su familia, los miembros de la asociación se han dirigido a la zona donde estuvo el penal para rendir un homenaje a los fallecidos.