Presume de ser de los toledanos que aprendió a nadar en el río Tajo, en el baño de la Cava, junto a sus amigos de Santo Tomé y la calle del Ángel. El pintor toledano Julián García, más conocido por Jule, su nombre artístico, fue uno de los «creadores» de la puerta que da acceso al río. «Quitamos unas piedras e hicimos un agujero en la muralla, para llegar antes -recuerda-; después abrieron allí la puerta mudéjar, cuando hicieron las escaleras que bajan al río». Recuerda aquella época con una sonrisa. «Fíjate si era pequeño que me bañaba completamente desnudo, hasta que me compraron un bañador. Un día, los más mayores me hicieron una faena -recuerda-; me cruzaron en una barca hasta el otro lado y cuando me descuidé me dejaron allí desnudo, pretendían que cruzara sin ropa por el puente de San Martín. Yo me negué con todo mi pundonor y crucé nadando, con mucho coraje. Quedaron extasiados», nos cuenta.
Esas trazas como nadador le salvaron la vida en Irún bastantes años después. Fue uno de los últimos que viajaron en familia, Jule; su esposa, Sagrario Díaz; y sus cuatro hijos: Ana, Yolanda, Andrés Arturo y Pablo. «Estuvimos en el hotel Alcázar, en la misma frontera con Francia; desde allí recorrimos las Landas, hasta Burdeos, bañádonos por toda la costa. Me metí en un lugar en el que estaba prohibido hasta hacer surf y estuve a punto de ahogarme. Tuve un momento de lucidez y me di cuenta de que sólo podía salir buceando; eso sí salí desnudo y tuve que soportar la risa de mi familia», recuerda.
Con ellos ha disfrutado de agradables estancias en Palma de Mallorca, Santander y Aquisgrán, tres agostos que coincidieron con dos exposiciones suyas.
Desde hace algún tiempo viaja solo y, circunstancialmente, con amigos. «A mi mujer no le gusta viajar, se marea con ir de aquí al Valle; y el avión le da un miedo terrible -cuenta-; sobre todo después del pequeño conato de accidente que tuvimos en Milán. Se desató una tormenta terrible y el avión empezó a dar vueltas». Afortunadamente todo quedó en un susto y el mes de ruta por los rincones menos conocidos de Italia, como San Giminiano, fue inolvidable. Pero ella prometió que «no montaba más y no lo ha hecho», por eso Jule tiene aún pendiente viajar a Canarias, «no lo conozco, pero no lo descarto, espero poder escaparme una semana», confiesa. De momento se conforma con hacer escapadas de fin de semana en la sierra de Gredos.
VACACIONES EN ACECA Y EN LA SEDE DEL OPUS DEI
De niño se conformaba con veranear en Aceca, «allí vivía mi tío Ángel, que también era tío de Canogar, con el que coincidí algún verano cuando ni él ni yo éramos pintores». Cuando tuvo dinero y se compró una moto sus vacaciones eran sobre dos ruedas. «Viajaba siempre con la bolsa de una careta antigás, en la que llevaba el dinero y la documentación; imagínate qué pinta tendría que la dejé olvidada medio día encima de la moto en Benidorm y no la tocó nadie», cuenta. Con la bolsa y sin arreglar pretendió entrar en la sede del Opus Dei, durante una semana cultural que le tocó organizar en Barbastro. «No me dejaron pasar hasta que me pidieron el DNI y vieron que era de Toledo; entonces no sólo me dejaron pasar sino que me pusieron un guía. Me dio verguenza propia», asegura.
LA EXPOSICIÓN DE SAN SEBASTIÁN QUE TERMINÓ EN UN «PUTICLUB»
Fue toda una aventura la que Jule vivó en San Sebastián. El pintor viajó al País Vasco con su hija Yolanda y el grupo Tolmo, casi al completo, para presentar una exposición en el castillo de San Telmo. «Nada más llegar nos encontramos en medio de una manifestación, porque habían matado a un etarra, volaban pelotas de goma por encima de nosotros. Pasamos un miedo terrible, mientras los lugareños estaban asomados a los balcones, tan tranquilos», recuerda. Eso no fue todo. Después de una de las cenas, que aquel día pagaba la Diputación de San Sebastián, el diputado les llevó a ellos y a sus acompañantes a tomar una copa. «Conmigo venían mi hija y Clara Sancha, la mujer de Alberto Sánchez, que tenía más de 80 años. Cuando nos dimos cuenta de que nos habían llevado a un «puticlub», Clara se llevó a mi hija al hotel. Nosotros también nos fuimos, claro; el hombre sólo intentaba agradarnos».