Quién lo iba a decir: Julián Morales, sempiterno alcalde de Gerindote (Toledo) y diputado provincial, encargado en ella de las áreas de Agricultura y Medio Ambiente, es un amante del baile, sobre todo del tango, y también de cualquier ritmo caribeño que se tercie. A decir verdad, pinta de bailongo de tango, con esos dos metros que Dios le ha dado, tiene. Quizá por eso pasó ocho meses en Buenos Aires, donde dio buena cuenta de todas las tangueras de la colosal ciudad. Por otro lado, recuerda sus veranos infantiles en el campo, que es de donde viene, y cómo intentaba ligarse a las chavalas que se acercaban a la alberca… Ha pisado también Roma y Londres, y recuerda con cara de iluminado aquel verano en el que su querido pueblo, Gerindote, fue protagonista del concurso televisivo Grand Prix. Llegaron a la final y la perdieron contra el pueblo valenciano de Chelva. Pero dio igual: «Fue genial», proclama, con ese hablar embarullado que tiene.
“La primera vez que fui a la playa fue a Gandía con mi esposa, que entonces era mi novia, Paloma Juárez, y porque allí estaban mis futuros suegros. Recuerdo que fue hace muchos años y nos trasladamos en un Seat 1500 que tenía entonces. Todavía me sé hasta la matrícula: M-446380. Tengo actualmente 58 años y esto sería hace aproximadamente unos 37… Ja, ja, ja… No ha pasado tiempo ya ni nada”.
Julián Morales es, sin duda (y si alguien tiene algo que decir en contra que lo haga) el alcalde más alto de la provincia. Casi dos metros de altura le contemplan a este gerindotano a quien le fascina el baile, de forma especial el tango y cualquier ritmo caribeño que se precie, y que recuerda sus vacaciones cuando apenas era un niño. “Aunque en realidad nunca tuve veranos como se entienden hoy, pero me lo pasaba de lo lindo. Mi padre era, como yo, agricultor, a mucha honra, y durante esos meses yo regaba la alfalfa y recuerdo con muchísimo cariño cómo me bañaba en la alberca que había cerca”.
Una alberca que le sirvió a nuestro protagonista para “tratar de ligar con las chicas que hasta allí se acercaban para bañarse y jugar a las cartas con los amigos, al zinquillos o a las siete y media. ¡Qué tiempos!”. Total, que la playa no llegaría hasta que se fue a Gandía con Paloma pero “custodiados” por sus futuros suegros. Como Dios mandaba entonces, claro.
Y como contraste, el viaje que realizó a Argentina. Hasta allí se trasladó junto a su esposa y sus dos hijas, Patricia y Paola. Estuvieron en Buenos Aires durante ocho días y, claro, aprovechó todo el tiempo que pudo para bailar su preciado tanto. “Porque a mi esposa le gusta el baile tanto o más que a mí. Visitamos todas las tangueras de la capital argentina. Y es que la música me anima incluso cuando estoy deprimido”.
Hace cinco o seis años visitó Roma. Y también ha estado en Londres. Además de recorrerse casi toda España.
Pero si hay un verano que destaque por encima de cualquier otro fue el de 2001, “sin duda el que más disfruté”, fue el que convirtió a su pueblo, Gerindote, en protagonista del concurso televisivo Grand Prix, puesto que llegaron hasta la final y aunque la perdieron ante el pueblo valenciano de Chelva, “aún recuerdo el recibimiento que nos hicieron en Gerindote a las dos de la madrugada. Por lo inesperado que fue y por el cariño que nos tributaron. Pusimos una pantalla gigante en la plaza, hablé con el alcalde de Chelva en directo para que lo escucharan todos los vecinos… Fue, sencillamente, genial”.
Hombre sencillo donde los haya. Natural y transparente, como la vida. Como su vida y sus veranos. Mucho ha vivido ya Julián. Y lo que le queda a este impenitente bailón.