El Ayuntamiento de Lillo (Toledo) homenajeó al equipo de entero de salvamento que rescató de las llamas a una abuela y sus dos nietas (Josefina, Lidia y Celia), en un acto solemne presidido por el delegado del Gobierno en Castilla-La Mancha, Jesús Labrador, quien agradeció la operación conjunta de Guardia Civil, bomberos y personal del Sescam. Todos ellos, con la colaboración de los vecinos, hicieron posible que las víctimas fueran rescatadas con vida y ahora viven sin secuelas físicas de lo ocurrido. Pero aquello tuvo su «historia», ya que fue muy complicado. Lo cuenta uno de los cinco bomberos que intervinieron en la operación, Carlos Martínez, que, como sus compañeros, trabaja en el parque de Villacañas, del Consorcio Provincial de Extinción de Incendios.
Siempre según el detallado relato de Martínez, a eso de las 1:40 horas de la madrugada del pasado 20 de febrero, en el citado parque recibieron una llamada en la que les dijeron que en la cercana localidad de Lillo había dos personas atrapadas en un incendio. Y hacia allí partieron, tardando en llegar menos de 10 minutos, que ese es su margen de error. El fuego se cebaba con un chalet adosado de dos plantas. Las llamas ya estaban en una fase avanzada. Pronto comprobaron que el incendio se había originado en el salón; la casa tenía la puerta abierta. Los vecinos les informaron en ese momento que en realidad eran tres las personas atrapadas.
Siempre gracias a la colaboración vecinal, los bomberos (antes de su llegada ya había Guardia Civil y personal sanitario en el lugar) fueron informados de que la abuela, en un principio, oyó ruidos, lo que la indujo a creer que estaban robando en la casa. Por ello bajó a la planta baja y del salón (tras comprobar que se trataba de un incendio) salió a la calle para pedir ayuda. Su SOS fue recogido por un vecino, que llamó a las emergencias.
Dado que las dos nietas estaban en el dormitorio de una de ellas, en la primera planta, la abuela volvió al cuarto para proteger a las niñas. En ese momento reventaron unos cristales y ya no pudo bajar. Decidió quedarse en el dormitorio con sus nietas; después de cerrar la puerta, abrió la ventana y, tras comprobar que el humo subía de la cocina, cerró aquella, se acurrucó con las dos niñas sobre la cama y esperó, esperó… afortunadamente no mucho.
Por su parte, dos bomberos subían al piso superior por una escalera habilitada en el interior de la casa, protegidos por una cámara térmica, mientras que otros dos subían por una segunda escalera desde el exterior del inmueble. Un quinto bombero refrescaba con agua desde abajo.
TODAS INCONSCIENTES
Después de entrar en la habitación en la que estaban la abuela y las niñas, los bomberos vieron cómo la más pequeña estaba debajo de la cama y la abuela protegiendo a la mayor, de unos 10 años. Todas estaban inconscientes.
Primeramente fue sacada la niña pequeña, que era la que presentaba un peor aspecto. Después dos bomberos sacaron a la abuela, y Carlos Martínez a la niña mayor. La más pequeña tuvo que ser trasladada en una UVI y en helicóptero a un hospital madrileño. En los primeros momentos se temió por su vida. Fue la que más monóxido de carbono respiró, ya que era la que estaba más agitada y por tanto respiró más profundamente. La niña más mayor, apenas fue rescatada, recuperó la consciencia y salió hablando de la casa; la abuela, sin embargo, tuvo que ser entubada.
Toda la operación duró unos ocho minutos. El salón quedó destrozado, pero prácticamente fue la única estancia de la casa que se quemó. Se desconocen las causas del incendio, aunque Martínez revela que pudo originarse en un radiador eléctrico.
Los vecinos se volcaron durante y después del siniestro que estuvo a punto de costarles la vida a Josefina, Lidia y Celia, ya que, dado que la vivienda no estaba asegurada, se volcaron gratuitamente en la restauración del chalet, en el que no dormían aquella dramática noche los padres de las ñiñas, quienes las dejaron al cuidado de la abuela.
Todos los trabajadores de la operación de salvamento recibieron una placa en señal de homenaje. Pero fueron Carlos Martínez, Alejandro Cedena, el cabo Antonio Triviño, Francisco Javier Romero y Salvador Pérez los que tuvieron que sortear las llamas para rescatar a aquellos tres ángeles del infierno.
A los vecinos de Lillo no se les olvidará fácilmente aquella noche del 20 de febrero de 2011. Pero la rememorarán, porque tuvo un final feliz.