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28/01/2014junio 9th, 2017

Fue hace relativamente poco cuando Bienvenido Maquedano conoció que su abuelo, Hipólito Maquedano, falleció un 13 de noviembre de 1941 aferrado a la valla electrificada del campo de exterminio de Gusen (Austria). Se enteró casi por casualidad, hablando con el hijo de un amigo de su abuelo que corrió la misma mala suerte. «En mi casa nunca se hablaba de política y mi abuela solo me contó que él se fue a trabajar a Francia y que allí fue apresado por el ejército alemán», cuenta Bienvenido.

A partir de entonces este toledano comenzó una intensa labor de investigación que le ha llevado a bucear por archivos de media docena de países europeos e, incluso, a pisar por los mismos lugares en los que estuvo su abuelo. Gracias a estas ganas de sacar del olvido la memoria de tantos españoles que, como su abuelo, murieron en campos de concentración, Bienvenido pudo saber que Hipólito Maquedano salió en 1936 de su pueblo, El Puente del Arzobispo, junto a otros compañeros para hacer frente al alzamiento militar que se produjo en España. Combatió durante tres años en numerosos frentes hasta que se tuvo que exiliar a Francia, donde fue internado en el campo de concentración de Argelés, en una de las playas del Rosellón. De allí, y para huir de una posible deportación y de la hambruna, pasó a una Compañía de Trabajadores que dependía del ejercito francés, ayudando a construir una carretera y un túnel en los Alpes. Una vez Francia declaró la guerra a Alemania, fue movilizado a Flandes y un 4 de junio de 1940 fue apresado junto a otros muchos españoles por el ejército nazi en la playa de Dunkerque.


La falta de apoyo de los diferentes gobiernos -«los ingleses se negaron a embarcar españoles hacia su país para librarlos del ejército alemán, los franceses no reconocieron a los españoles como miembros de sus tropas y los españoles franquistas negaron que los exiliados republicanos fueran sus compatriotas»- hizo que Hipólito y el resto de españoles fuesen pasando de campo de concentración en campo de concentración hasta llegar a los de Mauthausen (Austria), Gusen o a la cámara de gas del castillo de Hartheim (Austria) con el fin último de exterminarles.

El abuelo de Bienvenido murió en el de Gusen pero antes llegó a estar en cinco campos de concentración de Francia, Alemania y Polonia.

Reconstruir este periplo de cinco años ha supuesto para Bienvenido un arduo trabajo de investigación en archivos. El primero que consultó fue el de la asociación Amical de Mauthausen -que agrupa a exdeportados republicanos de los campos de concentración del nazismo así como a sus familiares y amigos-. «Tienen una amplia base de datos y aquí pude perfilar los pasos que dio mi abuelo». Después vinieron el archivo del Ministerio de Defensa de Francia; los archivos de Dunkerque; el Memorial de la Segunda Guerra Mundial; los archivos de la Cruz Roja; y los documentos que se conservan en Mauthausen pues, «gracias a los españoles que sobrevivieron, han podido llegar a nuestros días las fichas de los prisioneros, unas fichas que ahora se guardan en Viena».

Reconoce que existe mucha información sobre las víctimas: «los franceses y alemanes estaban obsesionados por anotarlo todo». «Lo paradójico es que tengo numerosos datos del período que va de 1939 a 1941 procedentes de media docena de países europeos pero no ocurre así con el período comprendido entre 1936 y 1939 en nuestro país; los archivos españoles eran pésimos».

Además de la investigación, ha podido contactar con otras cuatro familias de El Puente del Arzobispo, parientes de víctimas cuyas vidas estuvieron ligadas a las de Hipólito.

En mayo de 2013 Bienvenido iniciaba un viaje de un mes «para hacer el mismo camino que hizo mi abuelo», usando incluso los mismos medios de transporte. No solo ha querido recrear lo que le pasó y acudir a los diferentes archivos, sino también intentar imaginar las emociones que pudo sentir Hipólito.

En este recorrido ha comprobado cómo en cada rincón de Francia se rinde homenaje a las víctimas del nazismo, lo mismo ocurre en Mauthausen y Gusen. «En estos lugares todavía la gente se acuerda de las historias de los españoles. Sin embargo, en España parece que este reconocimiento cuesta verlo».

De todo ello ha dejado constancia en un libro que acaba de terminar de escribir y que espera publicar algún día. De no ser posible «me vale con que mis hijos sepan a través de estas páginas qué le pasó a su abuelo». Dividido en dos partes, cuenta en primer lugar cómo ha llevado a cabo la investigación y, en una segunda parte, el viaje que ha realizado.

Se sabe que alrededor de 200 toledanos fallecieron en los campos de concentración nazis. Sus casos están documentados, sin embargo «puede que haya muchos más». En Mauthausen, las estimaciones hablan de que 7.000 españoles murieron allí. «Aquí hubo muchos españoles, de hecho hoy en día la gente lo conoce como ‘el campo de los españoles'».

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