Londres, Bali, Singapur, Costa Rica, Méjico, Estados Unidos, Brasil, Egipto, la India… Y así un largo etcétera porque Marisa Martínez, presidenta de Cáritas Toledo, ha viajado casi por todo el mundo. A pesar de ello el viaje del que tiene un especial recuerdo es el que realizó en el año 1996 cuando se graduó su hijo Juanjo en Estados Unidos. «Fuimos toda la familia e hicimos un recorrido por América. Fue todo muy emotivo porque fuimos todos gracias a que mi madre nos invitó a mis hermanos, a mis cuñadas, a todos para que pudiésemos ir», explica Marisa.
De sus viajes tiene grandes recuerdos y muchas anécdotas. De Cuba su maleta volvió casi vacía, sólo con un par de trajes de fiestas, y es que ante la realidad del país regaló todo lo que llevaba. «Sufrí mucho viendo que no tenían de nada… Bueno, a los niños les dabas un bolígrafo y se tiraban sobre ellos», recuerda.
En Japón le llamó mucho la atención la gente porque «era muy cuadriculada» y en la India le volvió a sorprender la pobreza porque «allí puedes ver como llevan a la gente a quemar y en el mismo río donde tiran las cenizas ves a uno lavando la ropa y a otro lavándose los dientes».
En Estados Unidos vivió dos experiencias relacionadas con las cataratas del Niágara totalmente diferentes. «Estuve dos veces, una en junio y muy bien. Y otra en febrero y estaban heladas, imagínate las cataratas que el agua era un bloque de hielo, algo que no había pasado en 50 o 60 años…», cuenta.
Marisa ha vivido todas estas experiencias con un grupo de unas 30 ó 40 personas que durante unos 20 años han viajado por todo el mundo. «Trabajaba en el banco de la mujer del Banco Bilbao y un año hicimos un viaje de mujeres como iniciativa del banco, nos lo pasamos tan bien que a partir de ahí todos los años lo hicimos casi como una tradición», comenta Marisa. Una tradición que les unió y de la que guarda grandes momentos.
«Recuerdo mucho un crucero que hicimos por El Caribe. Como no entendíamos nada, porque todo era en inglés, nosotros hicimos la guerra por nuestra cuenta», señala Marisa. Una guerra que ganaron y es que durante el crucero se organizó un concurso de disfraces que ganaron, eso sí, ellos se disfrazaron de ellas con los trajes de sus mujeres y ellas con lo que pudieron. «Era ir por el pasillo y ver a una señora muy arreglada y luego resultaba que era un señor del grupo que venía disfrazado», recuerda con alegría.
A Marisa le gusta viajar y, siempre que ha podido, lo ha hecho muy lejos porque, como ella misma decía a sus compañeros de fatigas, «cuando seamos viejecitos ya iremos de cercanía».
Por ello, siempre que ha podido ha salido fuera de España, ha conocido otras culturas y ha aprovechado muy bien el tiempo. En la playa en Tailandia «pues de esto que era la primera vez que nosotros veíamos esto que te pones un paracaídas y te llevan como en globo… Pues de repente me vi con el paracaídas puesto y volando…».
LA FERIA DE AGOSTO EN LA VEGA
Marisa tampoco ha olvidado los veranos de su infancia. Aquellos en los que iba a la feria de agosto a La Vega con su familia. «Lo recuerdo con muchísimo cariño, tenía unos siete años y para nosotros era importantísima la feria. Me acuerdo que iba con mi padre, nos montábamos en todas las atracciones y nos pasábamos la feria mirando juguetes para elegir el que más nos gustaba porque si nos portábamos bien, al final de la feria, nos lo compraban».
De su juventud recuerda los campamentos como otra de las épocas más bonitas. Especialmente el que vivió en Palma de Mallorca, «fue una experiencia de esas que no se pueden olvidar», explica. Y es que durante esos años, apenas salían de Toledo, por eso cuando lo hicieron fue una experiencia muy intensa. «Fuimos en barco hasta Mallorca», comenta Marisa, quien visitó la isla por primera vez cuando tenía 12 años y lo hizo con un grupo de amigas de las que guarda muy buenos recuerdos.
A pesar de haber viajado tanto y haber conocido tanto mundo, aún le queda mucho que ver. Su asignatura pendiente es China a la que espera poder viajar pronto porque es un país que le encantaría conocer.