En pleno siglo XXI, una familia castellanomanchega vivía debajo de un puente. Sin recursos de ningún tipo, sobreviviendo gracias a la caridad de algunos que por allí pasaban y conviviendo con las ratas estuvieron más de 14 años hasta que Cáritas les conoció y cambió sus vidas.
A sus 45 años, Lucía (nombre ficticio de la protagonista de esta historia), casada y con dos hijos, cuando recuerda cómo han vivido hasta hace ahora un año reconoce que «no hemos muerto porque Dios no ha querido». Unos 15 años han vivido debajo del puento romano de Talavera, donde no solo han soportado las inclemencias del tiempo, las crecidas del río o la intolerancia de algunas personas; sino que también convivían con las ratas.
Debajo del puente, donde también encontraron la solidaridad de muchos vecinos de la ciudad de la cerámica quienes «nos ayudaban con comida, ropa y se iban llorando cuando nos veían»; les encontró su «ángel de la guarda», una voluntaria de Cáritas que dio a conocer el caso a la organización desde donde se pusieron manos a la obra.
«Lo que hemos vivido no se lo deseo a nadie. Soy asmática y tenía que ir cada dos por tres al centro de salud para que me atendieran», recuerda Lucía, quien explicaba a Encastillalamancha que, además, tenían una hoguera a la que no se podía acercar porque el humo acrecentaba su asma.
Vivir en la calle era estar a la intemperie en todos los sentidos. De hecho, su marido y sus hijos (quienes actualmente tienen 23 y 19 años) pasaban las noches despiertos «con una vara» para evitar que les pudiesen agredir. En una ocasión, «un hombre se metió dentro donde dormíamos» y se llevaron un buen susto.
CÁRITAS LES CAMBIO LA VIDA
Cuando la voluntaria de Cáritas informó a la organización, se pusieron a trabajar en el caso. Cáritas vio las condiciones de vida que tenían en el mes de diciembre de 2014 y en menos de una semana encontraron una casa, gracias también a la voluntad del arrendador, destacan desde la organización.
Pasaron de vivir en la calle a tener una casa, su casa. Los desafíos eran otros como, por ejemplo, utilizar el baño o pagar el recibo de la luz.
La responsable del programa de vivienda «Sagrada Familia» de Cáritas, Alicia Medina, destacaba que «es una familia muy buena», quienes desconocían las cosas que, para el resto del mundo, son cotidianas. Lo importante, señalaba Medina, es que «están dispuestos a aprender» y lo están consiguiendo porque «el avance es muy positivo».
Cáritas «les acompaña emocionalmente y crea un vínculo con las familias», al final forman parte también de los buenos momentos que, como en el caso de Lucía, «sin la ayuda de Cáritas no habríamos podido hacerlo».