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viernes, 22 de noviembre de 2024
Una de las cárceles que hubo que habilitar en Toledo a partir de 1937, porque había más "oferta" que "demanda", fue el antiguo convento de San Bernardo, a la salida de la ciudad por la carretera de La Puebla. Foto: Rebeca Arango.
Una de las cárceles que hubo que habilitar en Toledo a partir de 1937, porque había más "oferta" que "demanda", fue el antiguo convento de San Bernardo, a la salida de la ciudad por la carretera de La Puebla. Foto: Rebeca Arango.
Memoria histórica - 15 marzo 2022 - Toledo

Detenciones, paseos, sacas… Eran continuas. Y existía una prisión, la Provincial, cuya «oferta» era insuficiente para la continua «demanda» que había. Nos encontramos en la ciudad de Toledo, los días 27 y 28 de septiembre de 1936, durante la toma de la ciudad por parte de las tropas nacionales. Por lo que hubo que habilitar otras dos prisiones «para acoger a la gran cantidad de presos militares y políticos».

Ufffffffff…


La cárcel de Gilitos y la del antiguo convento de San Bernardo

Prisiones que fueron la de Gilitos (actual sede de las Cortes de Castilla-La Mancha), que ya había sido habilitada por el Gobierno republicano de la ciudad; y el antiguo convento de San Bernardo, que era Hospital de Sangre del Ejército Republicano durante el asedio al Alcázar, y que fue utilizado primero como campo de concentración y después como prisión por parte de las tropas nacionales.

Así se expresa en la investigación realizada por la Asociación Manuel Azaña y que ha impulsado el Ayuntamiento de Toledo con el fin de cuantificar, ubicar e identificar los restos de los represaliados toledanos, víctimas del franquismo, que se encuentran en el cementerio de la capital regional.

La masacre de Toledo, la última fusilada del franquismo… Un informe que pone los pelos de punta

Informe, al que ha tenido acceso encastillalamancha.es, que han firmado el presidente de la Asociación Manuel Azaña, Isabelo Herreros; junto a Ignacio Cabello y Joaquín Iborra.

Recuerden cuál es el objetivo principal: en el cementerio municipal de Toledo todavía hay 783 víctimas del franquismo sin identificar. Forman parte de los 1.783 represaliados por el régimen que, entre 1936 (inicio de la Guerra Civil) y 1947, fueron enterrados en el camposanto de la capital regional.

La masacre de Toledo y las enfermedades vergonzantes

A finales de febrero publicamos la primera parte de este reportaje, «La masacre de Toledo, la última fusilada del franquismo… Un informe que pone los pelos de punta»; y ahora te contamos que, efectivamente, «fueron tres las prisiones habilitadas para acoger a los presos políticos antes de ser juzgados y ejecutados o ser enviados a otros destinos del sistema penitenciario, o a la existencia de colonias penitenciarias militarizadas que funcionaron en Toledo».

Condiciones de vida en estas «instituciones» que produjeron «un aumento de la mortalidad en la ciudad, a causa de cebarse en la población reclusa las conocidas como enfermedades vergonzantes, fruto de la mala alimentación, la total ausencia de higiene y de atención médica, a las que hay que sumar las pésimas condiciones de vida de los que las padecieron, utilizados como mano de obra esclava».

De hecho, en el informe se especifican las principales causas de muerte entre la población de presos políticos y militares presos, que son las siguientes: «Las tuberculosis (56), las bronconeumonías (5), la caquexia producida por distintas causas (5), las peritonitis (5), las colitis y enterocolitis ulcerosas (11) o las uremias (4)».

El primer fallecido en la prisión provincial de Toledo fue…

Fue la caquexia tuberculosa la que provocó precisamente la muerte del primer fallecido en la prisión provincial de Toledo. En el informe se especifica que fue Francisco Sánchez Seseña. Ocurrió el 24 de febrero de 1937 y fue enterrado en el Patio 42.

Casi todos los muertos en las prisiones de Toledo lo hicieron «por enfermedades vergonzantes, producidas por las malas condiciones de vida a la que se veían sometidos. Mala alimentación, falta de higiene y trabajo esclavo son los factores esenciales que explican la muerte de un total de 211 personas prisioneras en las cárceles toledanas entre 1937 y 1947″.

Por último, destacaremos dos hechos que recoge el informe y que están considerados sucesos excepcionales:

Asesinados a tiros en el Palomar de Mazarracín

El primero tuvo lugar «en un paraje conocido como el Palomar de Mazarracín, una heredad con poblamiento disperso, situada junto a un camino que une las localidades de Bargas y Olias del Rey, al norte de la ciudad de Toledo, donde el 24 de junio de 1938 fueron asesinados a tiros seis militares presos pertenecientes al Batallón de Trabajadores número 128. Como causa de la muerte se inscribe ‘la guerra’. Son presos, se supone que militares republicanos capturados. Sus guardianes les dispararon».

Todos fueron enterrados en la misma fosa. «¿Se aplicó la ley de fugas a estos seis presos republicanos? Su condición de presos foráneos puede que facilitara las cosas a sus guardianes y propiciara la impunidad legal para los asesinos. No sabemos nada más sobre este cruento hecho, que debiera ser investigado en profundidad», resumen.

Los militares presos asesinados

Los militares presos asesinados en el paraje de Mazarracín fueron los siguientes:

Dionisio Notario Carrión, natural de Cabesandro (Ciudad Real) y molinero de profesión.

José Mejías Saldaña, natural de Pueblo Nuevo del Terrible (Córdoba), metalúrgico.

Dionisio Hurtado Valdivia, albañil de La Carolina (Jaén).

José Moreno Salazar, de Caravaca de La Cruz (Murcia), jornalero.

Bartolomé Borrás Moreno, natural de Rute (Córdoba), de profesión campesino.

Juan Pérez Tobaina, de Cuevas de Almanzora (Almería) y chofer de profesión.

Ninguno de ellos tenía más de 31 años.

Los cinco que fueron sepultados por un desprendimiento de tierras…

La segunda de las historias a las que hace referencia el informe es a la que ocurrió un mes después que la narrada anteriormente. Fue el 23 de agosto de 1938, cuando cinco hombres del Batallón de Trabajadores número 128 fueron sepultados por un desprendimiento de tierras mientras trabajaban.

«Fueron enterrados juntos en el Patio 42 del cementerio de Toledo, en la fosa número 96. Corrieron el mismo destino que los seis de Mazarracín y gracias al Registro Civil sabemos sus nombres y apellidos, por lo que hemos recuperado su recuerdo. Son Jesús Rubio López, Gabriel García Sánchez, Eusebio del Amo Rico, Miguel Lauzarán Padilla e Hilario Caballero Muñoz».

Y recalcan: «Todos ellos son una prueba irrefutable del trabajo esclavo al que sometían a los militares republicanos presos agrupados en Batallones de Trabajadores y bajo el mando de la Inspección de Campos de Concentración Penitenciarios. A partir de 1939, una vez acabada la Guerra Civil, dejaron de existir los Batallones de Trabajadores y aparecerán los Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores y las Colonias Penitenciarias».

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