Su tarea diaria no es sencilla. Dan apoyo emocional y terapéutico a pacientes con enfermedades terminales y a sus familiares, personas a las que preparan para el momento final de la vida. Es el Equipo de Apoyo Psicosocial de la Unidad de Cuidados Paliativos del Complejo Hospitalario de Toledo, un equipo formado por dos psicólogas -María Pérez-Moreno y Laura Morlán-, una enfermera, Arancha de Gracia; una trabajadora social, Rocío Díaz; y por la coordinadora, la doctora Inmaculada Raja.
Equipo de Apoyo Psicosocial de la Unidad de Cuidados Paliativos del Complejo Hospitalario de Toledo.
Surgió hace siete años como respuesta al déficit que tenía por aquel entonces la Unidad de Cuidados Paliativos de Toledo y es que, compuesta únicamente por médicos y enfermeros, carecía de profesionales que atendiesen la parte psicosocial de los enfermos y allegados. Así, en noviembre de 2008, en el marco de la convocatoria del proyecto «Atención integral a personas con enfermedades avanzadas y sus familias» de la Obra Social la Caixa, empezó a trabajar un equipo que no sólo actúa en el ámbito hospitalario -en el Hospital Virgen de la Salud y en el Hospital del Valle- sino que también se traslada a los domicilios.
Su labor llega a ser muy importante de cara a que las personas se adapten a la enfermedad y acepten la realidad que les ha tocado vivir. Es fundamental también la ayuda que prestan a los familiares, sobre todo, al cuidador principal. «Les preparamos para la pérdida de su ser querido e intentamos que esté en las mejores condiciones posibles para afrontarlo». Ello hace que en muchas ocasiones eviten duelos patológicos, si bien aseguran que en ello influyen mucho las circunstancias de cada familia. No obstante, «de las 600 familias que atendemos al año, solo un pequeño porcentaje -alrededor de 60 y 70- presenta duelos complicados», indicaba Inmaculada Raja, quien afirma que «la mayoría se suelen resolver de forma normal».
Tras el fallecimiento, el Equipo de Apoyo Psicosocial continúa haciendo un seguimiento de los familiares. La psicóloga María Pérez-Moreno cuenta que «lo primero que hacemos es mandarles una carta de pésame expresando nuestras condolencias; ahí le damos nuestro teléfono por si necesitan cualquier cosa. Si no nos llaman en dos meses, nos ponemos en contacto con ellos». Es lo que denominan «llamada de higiene de duelo». «Hablamos con el cuidador principal y valoramos si el duelo está siendo complicado. Si es así le derivamos a nuestra consulta y a los grupos de duelo que se vienen haciendo desde hace tres años».
El Complejo Hospitalario de Toledo organiza anualmente unas jornadas sobre duelo con las personas que han perdido a un ser querido en el último año. Se aborda qué es el duelo y qué recursos existen. De aquí salen grupos compuestos de entre siete y 10 personas que acuden a ocho sesiones en las que se les da la oportunidad de expresar sus emociones, compartirlas y trabajar estilos de afrontamiento. «Les sirve para normalizar un poco su situación, para sentirse comprendidos y ver que hay otras personas que están pasando por lo mismo porque muchas veces se encuentran fuera de lugar», indican las profesionales de este equipo.
Hasta esta unidad, procedentes normalmente de los servicios de Atención Primaria, también llegan personas que han sufrido la pérdida de un familiar de manera imprevista, casos en los que a veces el duelo es más difícil aunque «es algo que depende de muchos factores».
«TENEMOS UNA VISIÓN DE LA MUERTE MUY DIFERENTE AL QUE TIENE EL RESTO DE LA GENTE»
No todo el mundo vale para trabajar en una unidad de cuidados paliativos. La vocación es un elemento imprescindible en su currículum, pero también la paciencia -porque son procesos largos en los que los pacientes pasan por muchas fases- y gran capacidad para ser cercano. Arancha de Gracia, enfermera, reconoce que en algunos casos es inevitable implicarse y pasarlo mal. Por ello «realizamos mucho trabajo personal y sesiones entre nosotras».
Las integrantes del Equipo de Apoyo Psicosocial afirman que otra de las peculiaridades de estos profesionales es «la visión que tenemos de la muerte, muy diferente a la que tiene el resto de la gente». «Desde el punto de vista social, es un tema tabú pero para nosotras forma parte de la vida, lo tenemos muy normalizado», señala Inmaculada Raja.
La ternura, el cariño y la cercanía son los aspectos que de ellas más resaltan sus pacientes.
Desde la puesta en funcionamiento del equipo en 2008, han atendido a 2.321 pacientes y 3.846 familiares.
PROGRAMA DE VOLUNTARIADO
Desde 2013 el equipo también cuenta con un programa de voluntariado. Actualmente hay seis personas que forman parte de él y que hacen funciones de acompañamiento. «Al igual que nosotras, es gente con una visión diferente de la muerte y que no le da miedo afrontar estos temas». Rocío Díaz, trabajadora social y responsable del programa, añade que «nunca nos faltan candidatos pero no todo el mundo que llega es apto».