Continuamos con la serie «El verano de su vida» y nuestra tercera protagonista es la senadora y portavoz del PP de Castilla-La Mancha, Carmen Riolobos. El reportaje que van a leer a continuación se publicó en la revista ECOS en julio de 2004 y podría ser completamente actual.
Déjense llevar por las fotografías que les mostramos y echen una sonrisa bienintencionada, por supuesto. Riolobos nos contó, entre otras cosas, que en el verano del mítico 68, con apenas 14 años, escuchó por primera vez menciones y críticas de la Dictadura franquista.
La Bretaña francesa o los Alpes forman también parte del capítulo de su vida veraniega. O la Costa Brava los hijos de la burguesía catalana. Hasta que llegó a la «tierra chica» de su novio Paulino Estrada, hoy su marido.
¡Recuerdos!
«Si tengo que elegir entre unos veranos y otros, tengo claro que el mejor fue el de 1999, porque ese año -creo que fue ese año, pero no lo puedo asegurar- me fui con marido y mis hijos a disfrutar de una semana de descanso en Lanzarote, concretamente en Costa Teguisse -y no te cuento en qué hotel para que no me acusen de hacer publicidad con retorcidas intenciones- y efectivamente pasamos la semana más deliciosa que yo recuerdo».
Carmen Riolobos, senadora y portavoz del PP de Castilla-La Mancha, se pone a rememorar aquellas jornadas estivales y ya no para: «Fueron unos días de cine, de playa, de excursiones cortas por la isla, de paseos, de tardes encantadoras porque podías pasar la hora de la siesta adormecido a tus anchas o leyendo novelas en la tumbona de la piscina de agua salada…».
La talaverana dirigente del PP tiene bien claro que fue en ese agosto, con temperaturas que oscilaban entre los 26 y los 27 grados durante casi todo el día, cuando vivió sus «vacaciones de verdad, sobre todo porque pude disfrutar de mi marido y de mis hijos, que también disfrutaron de lo lindo esa semanita».
AQUEL VERANO DEL 68, CON APENAS 14 AÑOS…
Pero Riolobos ha aprovechado la ocasión para desempolvar otras mil y una vivencias que vienen al caso en este tan estival reportaje. Por ejemplo, ha recordado el verano del 68, cuando con apenas 14 años escuchó por primera vez menciones y críticas de la dictadura franquista.
«Yo estaba en una especie de escuela de verano en Sant Jean de Mont, un pueblecito situado al sur de la Bretaña francesa en el que las ursulinas tenían un colegio-residencia. Una monja, que recuerdo que nos leía artículos del París-Match en los que se hablaba de la polémica película que acababa de rodarse sobre Las Hurdes, y un cura vasco, que al parecer intercambiaba su parroquia con el de allí en los meses de verano, fueron los que me pusieron en contacto con el término dictadura, que entonces me sonaba a chino porque aún no tenía conciencia política».
El siguiente verano, el del 69, también lo pasó en Francia, pero esta vez en una localidad situada en los Alpes. Su estancia en Sant Servet es también memorable para Riolobos por muchos motivos, pero sobre todo «porque mi mejor amiga y yo terminamos las vacaciones pasando una semana en Ginebra, en casa de unos tíos míos que habían emigrado a la ciudad suiza, y lo pasamos en grande simplemente porque hacíamos lo que queríamos, ya que mis familiares estaban pendientes de su trabajo (regentaban una heladería) y nos dejaron libres para ir a nuestro aire».
De la experiencia suiza recuerda que «los periódicos estaban en cestillos en las calles y que nadie te pedía el billete cuando te montabas en los trolebuses».
De su etapa universitaria guarda un especial recuerdo de su estancia estival en Arriondas (Asturias) porque fue allí donde por primera vez fue a comer a un restaurante («tenía 18 años y para mí fue todo un acontecimiento») y los veranos del 76 y 77, que pasó en la escuela de verano que el célebre gimnasta Joaquín Blume tenía en Lloret de Mar.
En esa brava costa pudo practicar mucho el inglés con los miles de turistas que ya entonces veraneaban en esa zona y pudo también conocer un poquito mejor a los catalanes. Le llamó la atención que «los hijos de la burguesía catalana tenían los cuadernos del curso que repasábamos -yo estaba trabajando como profesor para ganarme un dinerillo con el que pagarme mis estudios de Biológicas- escritos en español y en catalán, mientras que los hijos del resto de la gente sólo escribía y hablaba en castellano.
LA CONSOLIDACIÓN DE SU NOVIAZGO EN TALAVERA, LA «PATRIA CHICA» DE PAULINO
Y a Castilla que se vino Riolobos el siguiente verano. Concretamente a Talavera, «tierra chica» de su novio, Paulino Estrada, donde consolidó su noviazgo en esos meses de 1978 en los que ejerció como becaria en el Centro Regional de Salud Pública (actual Instituto de la la Salud de Castilla-La Mancha) y donde pasó «un calor infernal».
Desde entonces, Riolobos ha distribuido sus vacaciones entre su pueblo (El Torno, en Cáceres) y el de su marido (Herreruela de Oropesa, donde prácticamente reside entre junio y septiembre. Cada año -aunque no todos- procura irse con la familia a algún centro turístico, con playa a ser posible.
Alicante fue durante años su destino habitual, pero un año lo cambiaron por la Manga y los Estrada-Riolobos volvieron tan escaldados de la experiencia (insoportable el calor y lamentable el hotel en el que fueron a caer) que se pasaron varios años sin salirse de la ruta Herreruela-El Torno-Herreruela. Afortunadamente para ella, en 1999 hicieron una excepción y se marcharon a Lanzarote para vivir una «semana inolvidable».
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