El pequeño municipio toledano de la Iglesuela vive con una mezcla de preocupación y esperanza la situación de Miguel Pajares, el sacerdote de 75 años que se ha infectado con el virus del Ébola en un hospital de Liberia, al que sus paisanos definen como «una persona maravillosa».
En el pueblo, un municipio de en torno a 500 habitantes situado en el noroeste de la provincia de Toledo en el que todos se conocen y son como una gran familia, no escatiman elogios para su paisano.
«Es un buen hombre, una persona estupenda, muy querido por todos, ha hecho mucho bien», son algunas de las palabras que le han dedicado a Miguel Pajares sus vecinos, que han asegurado que están «deshechos» tras conocer que el religioso tiene ébola.
Visiblemente afectados, y algunos hasta con lágrimas en los ojos, han contado que todo el pueblo está «muy mal» por lo que le ha pasado al sacerdote, al infectarse de una enfermedad tan temible como el Ébola, aunque desde que han conocido que va a ser repatriado a España están «más contentos y tranquilos».
«Tenemos mucha confianza en que salga adelante y esperamos que con los adelantos que hay las cosas le vayan mejor aquí», señala uno de ellos.
«Es muy querido por todos, le tenemos mucho aprecio y ha ayudado siempre a los demás», subraya otro de sus paisanos, que también ha confiado en que con los medios sanitarios españoles pueda recuperarse de esta enfermedad.
La tranquilidad de este pequeño pueblo se ha visto alterada en los últimos días por un trasiego de periodistas, fotógrafos y cámaras de televisión, a las que sus vecinos parecen haberse acostumbrado, pues ya se desenvuelven con soltura ante los medios.
Unos muestran fotos del sacerdote que han rescatado de años atrás, otros enseñan la casa de su hermano Gregorio, de 71 años, en la que se aloja cuando viene a La Iglesuela y todos esperan que se cure, porque creen «que se lo merece».
«IMPACTADOS POR LA NOTICIA»
«Ha sido todo muy rápido y nos hemos quedado impactados con la noticia», ha comentado Víctor Elvira, el alcalde de este municipio situado en plena Sierra de San Vicente, en el límite con la provincia de Ávila.
El regidor ha coincidido con sus paisanos en que ahora han quedado «bastante más tranquilos» con el anuncio de su regreso, «porque parece ser que allí no tienen las condiciones adecuadas y lo que queríamos es que se le tratara dignamente».
También ha deseado lo mejor para el religioso enfermo y, aunque es consciente que «desde el Ayuntamiento poco se puede hacer ante estos casos de enfermedades contagiosas», ha ofrecido todo su apoyo a la familia «en estos difíciles momentos».
LOS HERMANOS AÚN NO SABEN SI PUEDEN VISITARLE
Los hermanos del sacerdote esperan que pueda recuperarse, aunque aún no saben si podrán visitarle a su llegada a España.
«Tendremos que esperar hasta que esté estabilizado y nos garanticen si puede ser o no, por los riesgos de contagio de la enfermedad», indica Emilio, de 68 años.
También su hermano Feliciano, de 79, se muestra «muy esperanzado» con su repatriación y afirma que «los medios españoles no son los mismos que en África».
Según han podido conocer a través de la ONG Juan Ciudad, con la que están en contacto casi continuo, Miguel se encuentra «animado» por su vuelta, que tardará un mínimo de 26 horas, porque solo ir y volver en avión son 24.
El sacerdote entró en la Orden Religiosa San Juan de Dios con 12 años y, desde entonces, «ha dedicado su vida a ayudar a quienes lo necesitan», relata Feliciano, mientras contempla el álbum de fotos familiar y muestra a los periodistas algunas imágenes de su hermano: de su juventud, de los países a los que ha viajado como misionero o con el papa Juan Pablo II.
Miguel Pajares estudió Enfermería, después se ordenó sacerdote y ha estado 18 años de misiones en distintos países, entre ellos, Irlanda, Ghana o Liberia.
En este último país africano ha pasado los últimos siete años de su vida, en concreto, en el hospital San José de Monrovia, que permanece cerrado después de la muerte de su director, el hermano Patrick Nshamdzea, a quien cuidó el religioso español.
Miguel Pajares, el mediano de cinco hermanos, visitó por última vez su pueblo natal el pasado mes de junio y tenía previsto volver a España a últimos de agosto o principios de septiembre para quedarse y continuar su labor porque, según Feliciano, «siempre ha dicho que hay que hacer obras buenas por los demás».