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día mundial 21/03/2016junio 7th, 2017

Fausto, Carolina y Veronica son tres personas adultas con Síndrome de Down que demuestran que su discapacidad no les impide vivir independientemente y hacer lo que se propongan. Éste es el segundo, y último, reportaje que Encastillalamancha.es ha realizado con motivo del Día Internacional que se celebra el lunes 21 de marzo.


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«Cuando son niños es todo más fácil«, reflexionaba Marce, madre de David de ocho años con Síndrome de Down, y que Encastillalamancha.es publicaba hace unos días. «Todo es más fácil» porque cuando crecen se demuestra que la integración de la que se presume «no existe y es todo mentira», afirma Nieves, madre de Fausto, quien a sus 20 años está estudiando Formación Profesional Básica para sacarse alguna acreditación que demuestre que lleva estudiando desde infantil. Pero no ha sido sencillo recorrer este camino.

Nieves ha tenido que «batallar» mucho, porque desde el principio creía en el potencial de su hijo. En algunos momentos, pensando que podía ser amor de madre, pidió consejo a la asociación de Down Toledo: «¿Realmente mi hijo tiene esa capacidad que yo veo para estudiar?«. Tras constatar lo que ella sabía, lucho y lucho hasta llegar a la actualidad, ambos estudian (Nieves es el apoyo tras las clases) Informática y Merchandising, con contenido adaptado y con visitas a los supermercados para ver en directo como están colocados los precios, las estanterías, los lineales…

«Creo que el mayor problema que hay aquí es que no creen en la persona», y habla desde la experiencia. «Hasta los ocho años fue un fracaso en el colegio porque el equipo de profesores se centró en un tipo de aprendizaje que no era el correcto para él». Nieves demostró a todo el mundo que Fausto era capaz de leer con un sistema tan normal como unas cartillas de Paláu de toda la vida.

Incluso tuvo que escuchar de boca de un orientador escolar que «Fausto avanzaba porque estos niños avanzan según los años, hay años que están más lucidos, hay años… Pero yo veía que mi hijo estaba siempre igual». No fue el único comentario que hirió a Nieves. La misma persona, cuando se enteró de que Fausto estaba en el instituto, le dijo que «estaba loca».

GENTE ENCANTADORA

En el instituto, «al principio me encontraba solo, pero luego ya fui buscando gente encantadora«, recuerda este joven de 20 años que, como indica su madre, es una persona habladora y extrovertida que solo necesita que se le exija y se crea en ella para que avance.

De hecho, cuando alguien decidió enseñarle música adaptando el contenido para que él lo comprendiera, se logró despertar en Fausto tal interés por los clásicos, que «hace cuatro años que está tocando piano» porque «me gusta mucho», apunta antes de que su madre acabe la frase y con una expresión de felicidad en la cara.

Cuando acabe los módulos con los que conseguirá un certificado le encantaría estudiar un módulo de música, aunque su madre ya le avisa de que eso no existe; Fausto, pensativo con la mirada clavada en la mesa donde estamos todos sentados, murmura: «Yo creo que sí hay».

NO HAY INCLUSIÓN EDUCATIVA

Nieves es contundente: «No hay inclusión educativa«, por eso reclama y lucha para conseguir que «se cumpla lo que por derecho les corresponde a nuestros chicos» e insiste: «Lo que no pueden decir es que hay una inclusión educativa, y luego que no exista. Incluso, no hay inclusión social, porque ésta se la buscan ellos, ni siquiera hay un grupo de chicos que fomenten las relaciones… Al final enriquecería al grupo que se vuelque con los chicos, y a la vez ellos se pueden relacionar».

«Me molesta que digan que están integrados, que todo está bien… y es todo mentira«, sentencia Nievas.

«TENGO SÍNDROME DE DOWN, A MÍ ME DA IGUAL…»

Nieves ha intentado que Fausto siempre supiese lo que le pasaba y Fausto aclara a la prensa que «claro que sé que tengo Síndrome de Down, a mí me da igual. Si alguien me dice algo… Y tú qué, ¿a lo mejor eres menos que yo?». Y con la misma naturalidad, cuando alguien se le queda mirando por la calle, le dice a su madre: «Como se nota que han visto a pocos chicos con Síndrome de Down».

MUJERES TRABAJADORAS E INDEPENDIENTES

Verónica y Carolina, con 28 y 31 años, repectivamente; son dos mujeres independientes, trabajan por las mañanas, estudian por las tardes porque se van a presentar a unas oposiciones, comparten piso y también se distribuyen las tareas de la casa. Carolina tiene novio, Verónica prefiere mantener esta información en secreto (hasta que sea todo más oficial). Una trabaja en un hospital y la otra, en un hotel. En sus respectivos trabajos, están muy contentas con sus compañeros. De hecho, les gusta mucho ir a trabajar. Verónica es de Los Navalucillos y Carolina, de Escalonilla. Cada fin de semana se van al pueblo, o en el autobús o con una amiga que tiene coche. Y el lunes, vuelta a Toledo, vuelta a su vida.

A Verónica le gusta el solomillo a la naranja, a Carolina le encantaría hacer algún día espaguetis con gambas… Probablemente, lo menos importante de todo lo que se ha dicho de ellas es que también tienen Síndrome de Down.

LAS ENSEÑANZAS DE DAVID, FAUSTO, HUGO, VERÓNICA, CAROLINA…

Sin David sus padres no habrían conocido a la gran cantidad de gente que ahora forma parte de sus vidas. «Muchos amigos que son más que amigos, yo les llamo la familia extensa», indica Marce.

Estas personas aportan mucho a los que les rodean. Fausto se lo enseñó a su madre, «nos hemos encontrado a gente que físicamente, por su discapacidad, está muy deformada y él siempre ha estado enseñándome que hay que mirar dentro» porque «mamá, ¿no te das cuenta de la belleza que tiene dentro?«.

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