El convento de Santa Isabel de Toledo, en el que residen monjas de clausura, será el nuevo hogar de dos familias de refugiados sirios que se instalarán en una de sus dependencias, acondicionada con la ayuda desinteresada de numerosos toledanos.
La planta que albergaba las oficinas ya cerradas de la Asociación de Ayuda al Marginado (Asayma), ubicadas en el convento, ha sido adaptada para acoger dos viviendas, en las que residirán dos de las familias de refugiados sirios que lleguen a la ciudad.
La idea ha surgido de la toledana Sagrario Lancha, quien explica a la Agencia Efe que sugirió a las religiosas utilizar las antiguas oficinas para este fin después de escuchar al papa Francisco pedir «a cada parroquia, convento y santuario» acoger a una familia de refugiados.
«A la media hora de decírselo, la madre me llamó y me dijo que sí, que podíamos acondicionar este lugar», relata Sagrario Lancha, quien afirma que tanto ella como su marido están «muy sensibilizados hacia la gente con necesidades» y no es la primera vez que impulsan este tipo de iniciativas.
Este convento de monjas de clausura, situado muy cerca de la Catedral de Toledo, es uno de los catorce que sobreviven en la ciudad de Toledo gracias a trabajos manuales o de repostería.
Una vez que recibió confirmación por parte de las religiosas, Sagrario puso en marcha lo que denomina «la cadena humana», que consiste en enviar un mensaje a través de Whatsapp para pedir ayuda a una lista de contactos que ya tiene elaborada y, a partir de este momento, el aviso se difunde y llega a decenas de personas.
«Se necesita de todo lo necesario para una casa como mesas, planchas, cortinas, vasos…», dice parte de este mensaje.
Después, es Sagrario quien atiende individualmente cada propuesta y junto a voluntarios y familiares, entre ellos su hijo de 20 años, se encargan de «ir a por las cosas y colocarlas».
También cuentan con voluntarios que «son muy manitas y saben pintar, limpiar o instalar cables» y están preparando todo lo necesario para convertir este lugar en el nuevo hogar de estas familias.
Los voluntarios comenzaron el trabajo hace dos semanas y Sagrario asegura que «las casas van a estar antes de que la gente venga» porque se están «dando prisa en todo».
Cada vivienda, que ya está prácticamente amueblada, cuenta con un salón, varias habitaciones y un baño, si bien las familias tendrán que compartir la cocina, que se encuentra en una planta inferior.
Después, serán las monjas de clausura las que correrán con los gastos de la luz y el agua y, sobre la comida, Sagrario -actualmente en paro- confía en que «no faltará» porque «hay muchísima gente dispuesta a ayudar».
«Ahora nos queda la triste espera de los refugiados», dice Sagrario, quien lamenta «que haya tanta burocracia».
De momento, ha contactado con Cáritas para poner a disposición de las familias de refugiados sirios estas dos viviendas.
La pasada semana el Gobierno de Castilla-La Mancha habilitó el teléfono de información 012 y puso a disposición de personas y entidades que quieran ayudar en la crisis de los refugiados un formulario para que detallen los recursos que pueden aportar con el fin de crear un registro de colaboraciones.