Espectacular por una parte y solidario por otra. Es el viaje que han realizado para llevar material escolar a los niños y niñas de Marruecos.
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Un viaje, una ilusión. La que llevaban nuestros 16 protagonistas cuando se propusieron cruzar el alto y medio Atlas en Marruecos, de norte a sur, con el objetivo prioritario de llevar material educativo a las escuelas de la zona de Merzouga, a unos 50 kilómetros de la frontera con Argelia.
Un equipo que lideraba un experto de las dunas, el conquense Manolo Plaza, con nada menos que 14 rallies Dakar a sus espaldas, además de ser el preparador de los coches del aventurero Jesús Calleja. Más méritos para él: corre, como piloto, el África Raid junto a Marcos de Quinto (presidente de Coca-Cola España). Un experto en la materia y una celebridad en la zona. Y a quien acompañaban, entre otros, los toledanos Jaime López, Julio González, Ignacio Rodríguez y Javier Ruedas.
Desde Almería en ferry hasta Nador y camino de Erfoud, 400 kilómetros por una carretera interminable. La aventura no había hecho más que comenzar, porque a partir de ese momento el Atlas fue su vivienda, su lugar de sufrimiento, su refugio de risas y lágrimas, de confesiones, de esperanza… Cuando se topaban con personas que viven igual que lo hacían aquellos que trataban de sobrevivir, también, hace 2.000 años…
Con la permanente sonrisa de los niños que salían de todas partes. Con susto incluido el tercer día, cuando un error en el GPS hizo que los vehículos pisaran zona argelina y los militares salieran detrás de ellos, en una zona en eterno conflicto por aquello del negocio de narcotráfico… Dieron una vuelta de tuerca al desierto, que cruzaron desde el primer grano de arena hasta el último, a altas velocidades para el terreno que pisaban (a una media de 110 kilómetros por hora cuando en el Dakar, por esas zonas, vuelan a 200, háganse ustedes una idea aproximada de lo que es esa bendita «locura»), pasaron por el hotel de Alí el Cojo (para que no le faltara de nada a la aventura), reventaron ruedas, las baterías volaban…
Espectacular, dicen los protagonistas…
Y a pesar de todo, nada comparado con el remate final, el postre, las caras de satisfacción de unos niños para quienes un lapicero es como para nosotros un percebe… Como contaron a encastillalamancha.es, «niños con una educación exquisita, a los que tienen que partir los horarios porque las escuelas no tienen capacidad para todos, por lo que algunos van al cole a las ocho de la tarde. Eso sí, con mucho orden y respeto».
Un viaje que ha marcado a todos. Y que tendrá repetición el próximo año, «cuando los llevaremos zapatos porque nos llegó al alma verlos descalzos. Aún así, mantienen la sonrisa y, sobre todo, no pasan hambre».
Una semana entre dunas… O la vida vista desde la óptica de unos niños que apenas tienen nada pero que no pierden la sonrisa…