La Universidad de Castilla-La Mancha fue pionera en 2003 en poner en marcha el Servicio de Apoyo al Estudiante con Discapacidad (SAED), una ayuda que ya se venía prestando desde 2000 a través de un convenio entre la UCLM y la Junta y que cobró forma mediante la creación del denominado SAED. Años después sigue siendo un servicio de referencia en el mundo universitario y un ejemplo a seguir en otras regiones, y es que –además de fomentar la integración del alumno en el aula- también contribuye a su inserción laboral una vez concluida la etapa formativa. Por otro lado, la UCLM es de las pocas universidades que no cobra la matrícula a este colectivo.
Coordinado por María Salas, hasta el SAED de la Universidad regional llega cada inicio de curso un listado de los alumnos con discapacidad que han iniciado sus estudios. Lo primero es ponerse en contacto con ellos y ofrecer, en cada caso, los diferentes servicios. Uno de ellos es el de transporte adaptado para aquellas personas con movilidad reducida o que van en silla de ruedas. Un taxi se encarga a diario de recogerles en casa.
La labor del SAED, además de buscar becas económicas y ayudas, incluye la detección de barreras arquitectónicas en cada campus, realizando informes de accesibilidad y presentando proyectos para corregir estos problemas. En 2015 fueron significativas las obras que se acometieron en Talavera y Ciudad Real, cuyas instalaciones planteaban muchos obstáculos.
Para los alumnos con discapacidad auditiva, existe un servicio integral de lenguaje de signos y para aquellos con discapacidad visual otro de acompañamiento por los edificios universitarios. Aquí es fundamental el papel de los becarios del SAED, que cuenta con un total de 13: tres en Ciudad Real, tres en Albacete, tres en Toledo, dos en Cuenca, uno en Talavera y otro en Almadén.
En ocasiones es preciso hacer «adaptaciones al puesto», esto es, adecuar el aula, la mesa, la silla…; apoyos técnicos, facilitando al alumno portátiles, impresoras, teclados, equipos de audición…; y adaptaciones curriculares y metodológicas, hablando con el profesor para que tenga en cuenta las dificultades de estas personas.
En el presente curso cerca de 400 estudiantes tienen alguna discapacidad, una cifra importante que cada año va en aumento. «La sociedad está cambiando y estas personas ya no se quedan en casa como ocurría antes», comentaba a Encastillalamancha.es María Salas. Por este motivo, desde el Servicio de Apoyo al Estudiante con Discapacidad apuestan igualmente por llevar a cabo campañas de sensibilización y acciones formativas encaminadas a mejorar la atención a estos alumnos ya que, «no es que no se quiera atenderlos, es que muchas veces no se sabe cómo». Acaba de terminar la primera edición de un curso dirigido a personal de administración, profesores e investigadores y, dado el éxito que ha tenido, se está perfilando una segunda edición.
Como novedad, a través de convenios con empresas y aprovechando las bonificaciones que éstas reciben, el curso pasado empezó a facilitarse la inserción laboral de los alumnos con discapacidad, tanto a través de prácticas durante los últimos años de carrera como siendo contratados con prácticas adaptadas una vez terminan sus estudios.
«VENIR A ESTUDIAR A CIUDAD REAL FUE UN MUNDO PARA MÍ»
Carlota estudia cuarto de Historia del Arte en Ciudad Real; tan solo le quedan dos asignaturas para finalizar la licenciatura. Debido a su discapacidad física -va en silla de ruedas-, el camino no ha sido sencillo. Natural de la localidad de Cinco Casas (Ciudad Real), reconoce que «venirme a estudiar aquí, a una residencia, fue un mundo para mí». En el aula en ocasiones tampoco lo ha tenido fácil ya que «había algunos profesores que no me dejaban grabar las clases». Además, tuvo que esperar hasta el año pasado para que adaptasen la entrada principal para una silla de ruedas; hasta entonces tenía que entrar por otro lugar. En todo este periplo siempre ha estado de su lado el Servicio de Apoyo al Estudiante con Discapacidad (SAED), facilitándole un taxi para ir desde la residencia a la universad, prestándole algún portátil, ayudándola a buscar becas, haciendo de intermediario con los docentes… «Sin su ayuda habría sido mucho más duro», señala.
A sus 22 años ve como ahora se acerca un nuevo reto: encontrar trabajo. Le gustaría ser conservadora de museo o comisaria de exposiciones.
Carlota, en el campus de Ciudad Real.