Tres días después de la riada que arrasó Letur (Albacete), acabó con la vida de una mujer de 92 años, y mantiene todavía desaparecidas a cinco personas, los vecinos intentan sobreponerse apoyándose en la generosidad y solidaridad de un pueblo que se ha mantenido unido para afrontar la tragedia.
Todavía sin novedades respecto a los desaparecidos, la Guardia Civil ha cortado el paso del camino que conduce al casco viejo del pueblo, que se llevó la peor parte de la inundación, para que los servicios de emergencia lleven a cabo labores de limpieza en sus accesos.
Un hecho «traumático» para vecinos que comparten «vida cotidiana»
Bajo un sol radiante, el arroyo de Letur apenas lleva agua en su caudal este jueves, aunque los efectos de la ‘gota fría’ todavía se sienten en el pueblo, donde algunos vecinos ya han conseguido acceder a sus viviendas escoltados por efectivos de los servicios de emergencias.
«Es otra postal» y «choca» después de las «tormentas que tuvimos», ha destacado Álvaro, un joven vecino de Letur, cuya vivienda no se ha visto afectada por el temporal al encontrarse a la entrada del pueblo, ha explicado a EFE.
Desde su domicilio observó como la riada arrasaba árboles, contenedores y todo lo que se encontraba a su paso, por lo que decidió seguir las instrucciones de Protección Civil y, junto a sus mascotas, se refugió en el CEIP Nuestra Señora de la Asunción, que ha servido de refugio y albergue para los vecinos durante la tragedia.
Una vez allí, ha destacado la colaboración de los habitantes del pueblo, que a pesar de no tener información sobre el estado de sus casas no dudaron en comprar víveres y cocinar algo caliente para los que se cobijaban en la escuela.
Durante estos días, el colegio se ha convertido también en centro operacional y de reuniones de las administraciones, que continúan trabajando estrechamente con los servicios de emergencia en la búsqueda de las personas desaparecidas.
«Te llena el corazón dentro de la tragedia», ha declarado Álvaro, que agradece el trabajo de los servicios de emergencia pero que no se olvida de Julián Gil, el director del colegio, del que ha destacado su labor humanitaria durante la riada.
De igual manera, Arancha, una vecina del pueblo natural de Valencia, da las gracias al director de la escuela, que hizo «más llevadera» su estancia. Como explica a EFE, llegó a Letur a través de un programa de repoblación de su empresa para teletrabajadores.
Desde su casa, ubicada también al inicio del municipio, sintió «una explosión», según ha narrado, cinco minutos después de salir a la terraza y que todo estuviera «normal».
Fueron las voces de alerta de un vecino las que propiciaron que abandonara su casa en dirección al colegio, y de camino comenzó a ser consciente de la gravedad de la situación, pues la entrada de los canales, «un símbolo» de Letur, había sido ahogada por el caudal desbocado del arroyo.
Entre los daños causados en el pueblo, Arancha lamenta la situación del propietario del estanco, que había abierto su negocio en septiembre, además de bares y casas, aunque remarca que lo importante no es lo material.
«Mi familia es de Valencia, hasta ayer no sabía si estaban vivos, ellos también han perdido la casa y el coche, pero eso da igual, al final se limpia, pasaremos una época con más dificultad, pero lo material lo sustituyes, la vida ya no», afirma.
Un hecho «traumático» con la llegada de tres riadas, que han provocado la muerte de una vecina y la desaparición de otros cinco en un pueblo de «poquitas personas en invierno», con las que «compartes tu vida cotidiana».
A pesar de las dificultades en las labores de búsqueda, Arancha se aferra a los «milagros» que a veces suceden en este tipo de catástrofes naturales para que las personas desaparecidas en el pueblo sean encontradas con vida.