¿Quién no conoce Cruz Roja? Su nombre, su logo y su labor solidaria en situaciones catastróficas no resultan ajenas a la gran mayoría de los ciudadanos.
Pero esta organización humanitaria, con casi 160 años de vida, tiene muchas más cosas que contar. Gran parte de ellas suceden a nuestro lado, pasando sigilosamente, sin hacer ruido, y sin que nos demos cuenta de que el día a día tiene mucha más actividad solidaria de lo que pensamos o de lo que vemos ante situaciones muy mediáticas.
Para conocer esa parte más discreta hemos estado más de una jornada con ellos de la mano de Silvia Bellomo, responsable de Marca y Comunicación de Cruz Roja Toledo.
Y esta es la apasionante historia que nos ha salido…
En el corazón de Cruz Roja Toledo, las fotos de su solidaridad más cotidiana
Cruz Roja y la atención a los más vulnerables
Antes de entrar en faena, al llegar a la sede principal en Toledo (en la Cuesta de los Capuchinos, al lado del Alcázar), hablamos con María José Soto, coordinadora de Cruz Roja en la provincia de Toledo, quien cuenta cuál es la función principal de la organización: «Atender a las personas vulnerables en sus diferentes circunstancias, intentamos adaptarnos las respuestas a las necesidades en cada momento de la sociedad».
Con 14 sedes locales en la provincia y 28 puntos diferentes en la provincia, María José explica que son seis las áreas de conocimiento en la que se da respuesta a la personas más vulnerables: Socorros, Inclusión Social, Empleo, Salud, Educación y Medio Ambiente.
Y, al margen, pero de forma muy destacable destaca la acción de Cruz Roja Juventud, la sección juvenil que trabaja con infancia y adolescencia.
85 trabajadores y más de 3.600 voluntarios consiguieron que más de 42.000 personas fueran atendidas en la provincia a lo largo de 2021 (en Castilla-La Mancha hubo en total 97.570 personas durante ese año). Cifras de escándalo, cifras llenas de solidaridad…
María José nos habla de «Cruz Roja Responde», el programa que se puso en marcha a raíz de la pandemia, en 2020, y que ha permitido ayudar más de 54.000 personas en la provincia, una iniciativa que supuso la «mayor movilización de recursos y capacidades de nuestra historia».
«Gracias a voluntarios, socios, empresas colaboradoras, instituciones…» se pudieron realizar funciones como facilitar información para la prevención del Covid, atención telefónica a personas mayores, visitas domiciliarias, apoyo logístico en las vacunaciones o asistencia a personas con dificultades para moverse.
«En 2022 estamos atendiendo a la crisis migratoria con motivo del conflicto Ucrania, y no solo a personas que están dentro del programa asilo (través de nuestro Proyecto de Asilo y Protección Internacional, por medio de la Secretaría de Estado de Migraciones), sino también a aquellas que acuden por su cuenta a buscar ayuda a nuestras distintas sedes para la escolarización, el asesoramiento jurídico o la atención psicológica, entre otros aspectos.
María José percibe «que la gente es muy solidaria«, algo que se ha visto con el coronavirus, la borrasca Filomena, el volcán de La Palma… De hecho, señala que se ha «incrementado la participación de voluntarios, socios y colaboradores».
«La vida es abrir más ventanas…»
A continuación entramos en las clases de castellano que Fernando Barroso imparte a cuatro inmigrantes.
Los alumnos no nos cuentan su historia, pero sí nos dejan escucharles. Se trata de dos jóvenes, Yassine y Madou, de Marruecos y de Mali, y de dos chicas, que prefieren no revelar su identidad pero de quienes sí podemos decir que son del África subsahariana. Los cuatro están iniciándose en nuestro idioma y no pierden de vista al profesor.
Fernando habla pausado y dirige una mirada entrañable a su pequeño grupo de oyentes. Él ya estuvo trabajando con refugiados sirios, dentro de la organización, y es todo un experto en la enseñanza de idiomas en situaciones complicadas, sobre todo con personas que hablan lenguas complejas como el sirio o el árabe.
Tiene sus recursos, en estas situaciones «se usa mucho la mímica, muchas veces una imagen vale más que mil palabras». Y damos fe de de ello presenciando como lleva las manos a su corazón cuando quiere explicar uno de los dos usos del verbo querer.
Llegan al corazón, al alma…
«Es una satisfacción personal, estás creando un cambio de vida en ellos. La vida es abrir más ventanas», nos dice sonriente, mientras recuerda el «agradecimiento de la gente con la que, incluso a veces, se «llega a tener relaciones de amistad; ya que cuando acaban el programa, ellos siguen, de una otra forma, vinculados a la organización».
Hay veces que, «pasados cuatro o cinco años de haber estado apoyándoles en algún programa, te reconocen por la calle y te abrazan o te dan dos besos». Mientras, los alumnos sonríen y dicen, ante la nada escrutable mirada de Fernando, que les gusta como profesor y que están aprendiendo mucho.
«En la conducción no tenemos que mostrar ira»
«Cuando empecé este curso pensé que iba a ser muy lento, muy repetitivo», nos dice Zaray Díaz, una joven que está participando como usuaria en los talleres Taseval que imparte Cruz Roja Toledo en colaboración con la Dirección General de Instituciones Penitenciarias de Ocaña II, concretamente de Medidas y de Penas Alternativas, en este caso para la seguridad vial.
Ante la atenta mirada de la joven, Elena Chacón, educadora social del equipo de Personas en Situación de Extrema Vulnerabilidad y técnica del área de Inclusión Social, que imparte estos talleres, nos cuenta que las personas que asisten a ellos tienen penas de trabajos en beneficios a la comunidad.
Se trata de ahondar en la conducción temeraria, el alcohol y las drogas al volante, la velocidad, sistemas de seguridad y primeros auxilios. Todo ello, explica Elena, con el «objetivo de favorecer que se cumplan las normas de tráfico» y valorar la importancia que tiene la seguridad vial en «el impacto social y económico» del entorno.
«Trabajamos mucho el tema de las emociones que tenemos al volante y en el día a día. Hay que identificarlas y saber cómo afrontarlas», señala Elena, haciendo hincapié en «el comportamiento ansioso, el estrés», y también en «lo positivo, cómo favorecer la autoestima y el engranaje en grupo».
Esta mañana el taller se centra en un curso de primeros auxilios, concretamente de RCP (Reanimación Cardiopulmonar), impartido por María Villar, enfermera y especialista.
Además de Zaray, hay siete alumnos, todos chicos de diferentes edades, que están aprendiendo a actuar cuando se encuentran a alguien que está teniendo una parada cardiorrespiratoria.
No todos se atreven a intentar practicar el masaje cardiaco con las indicaciones de María. Zaray, con gran desparpajo, es la que se arranca a hacer la práctica y pronto empiezan animarse algunos de sus compañeros. Hay risas y bromas, el ambiente parece distendido.
Todos los alumnos han cometido algún delito relacionado con la seguridad vial y en este curso, como contaba Elena, están concienciándose de la importancia del civismo en el tráfico, de la «responsabilidad para con nosotros y con la ciudadanía».
El comportamiento ansioso y el estrés son factores determinantes a la hora de coger un vehículo. Se ven reflejados «en la conducción temeraria, y en las agresiones, conductas que nos pueden hacer a cualquier persona».
Zaray señala que una de las cosas que enseñan en el taller es «que no tenemos que mostrar ira». La joven, que está asistiendo a estas clases «por haber cogido el coche sin tener carné», nos dice que está muy contenta con esta experiencia en Cruz Roja y con sus sus compañeros.
«Veo que, día a día, esta formación me está ayudando y se me ha hecho muy rápido», señala, insistiendo en que además de aprender «con qué actitud debo coger el coche también está aprendiendo a cómo ayudar a alguien que lo necesite».
«Tengo una edad y mi cabeza necesita tener contacto con la gente»
Va a avanzando la mañana y nos acercamos al parque de las Tres Culturas, en la capital regional. Allí nos encontramos con una actividad especial: el paseo saludable que toca los jueves a partir de las 11 a 12 con personas mayores.
Agustín Escobar, presidente de Cruz Roja en la ciudad de Toledo, nos cuenta que «se trata de pasar la mañana y divertirnos», insistiendo en que «cualquier persona puede participar, yendo a cualquiera de las dos sedes de Toledo.
Junto a Agustín, coordinando esta iniciativa (que también incluye gimnasia en sala) hay otros dos voluntarios, Ángel y Pilar, que están acompañando hoy a cuatro divertidas usuarias: Elena, de 91 años; Ángeles, de 92; Tomasa de 88; y Lucrecia, la más joven, de 73.
¡Viva la juventud de los mayores!
Ángeles vive sola, «porque quiero; tengo un hijo y, además, a mi nuera, que es como una hija»», y lo que más valora es «llevarse bien unos con otros», además de que le viene «mejor físicamente; me hago todo lo de la casa, las limpiezas, las comida…».
Elena, que es una mujer increíblemente habladora y pizpireta, también está en su casa sola «porque puedo», aunque matiza que «tengo muchos hijos. Hago todo sola, aunque he mandado que me limpien la cocina por arriba ahora», aclara, ya que aunque «las piernas las muevo muy bien, me da miedo subir, a ver si por querer hacer una tontería…».
Tomasa lleva ya siete años en Cruz Roja y también vive independiente y sola en su casa. Tiene especial recuerdo de muchas actividades en las que ha participado este tiempo, aunque recuerda con especial cariño «los trabajos manuales».
Lucrecia es la menos veterana y la más tranquila del grupo. Ha empezado este curso y nos dice que se ha «apuntado porque ya tengo una edad y mi cabeza necesita tener contacto con la gente».
Un voluntario… ¡de 89 años!
Ángel lleva de voluntario 12 años y «ha tocado todos los palos en Cruz Roja». Entró a partir del fallecimiento de su mujer y esto «aporta mucho» a nivel personal. Es más que dar paseos, por ejemplo, a menudo tiene que acompañar a las personas al médico. Y tiene… ¡89 años!
Pilar, que ya lleva cerca de tres años en la organización, está «muy contenta, esto me aporta mucho más de lo que doy».
Durante la pandemia esta actividad se frenó en seco, por lo que tenían que estar pendientes vía telefónica de los usuarios, para que sintieran que, de alguna forma, seguían recibiendo su energía y apoyo.
Antes de dirigirnos al lago de los patos del parque, al que normalmente van para echarles pan (aunque hoy no tenemos), Agustín se interesa por la comida del día de nuestras «jóvenes» usuarias.
Con su sentido del humor, repasa los menús: Tomasa, «filete de pollo y de postre mandarina o manzana»; Lucrecia «macarrones porque hoy me toca nieto (tengo tres) y fruta o yogur; Elena comerá un «gran cocido, con judías verdes… y sin morcilla ni chorizo» y de postre «naranja, plátano, manzana…»; y Ángeles, «merluza con guisantes, hecha del día anterior».
«Han hecho un gran trabajo con nosotros para salir adelante»
A primera hora de la tarde comienza, de nuevo en la sede principal, el taller de Orientación Laboral. Allí nos encontramos con un nutrido grupo de alumnos que han venido de otros países, y que están intentando encontrar un empleo a través de las pautas que les da Aurora Palencia, técnica de empleo, y de los voluntarios Carmen, Manuel, Inma, Joaquín y Soledad.
Carolina Illán Pérez, coordinadora del Área de Empleo de Cruz Roja en Toledo, explica que esta sección lleva más de 20 años funcionando y en este tiempo «se ha atendido a más de 7.000 personas» y más de 3.000 han conseguido empleo «gracias a este acompañamiento».
Se trata de desempleados de larga duración, jóvenes sin experiencia, personas refugiadas, mujeres alejadas del ámbito laboral… Y se les ofrece «orientación, acompañamiento, formación para búsqueda activa de empleo y capacitación en determinados puestos de trabajo».
En este área, que funciona tanto a nivel presencial como online, están involucradas 18 personas, que también se dedican a llegar a acuerdos con las empresas de la zona y realizar «campañas enfocadas a la diversidad y la igualdad. Se busca «cambiar vidas».
«Me llevo mucha aportación personal», reflexiona Carolina
Aurora inicia la clase recordando al conjunto de alumnos que lo que se trata es de ayudarles a «darse cuenta de sus competencias para que puedan trabajar en sus profesiones» y la importancia de tomar como referentes a los voluntarios, dada la experiencia que tienen los cinco en el mercado laboral.
A continuación, toma las riendas de la clase de Manuel, que les explica la forma en la que se deben enviar los currículum a las empresas. Con un tono pausado y amable, empieza a contar los mecanismos que pueden utilizar para encontrar su empleo.
Es una tarde especial, dentro del taller de orientación hay personas que acaban de finalizar el curso de almacén y reciben sus diplomas.
«Han hecho un gran trabajo con nosotros para salir adelante», señala agradecido José Garay, natural de Venezuela, uno de los alumnos, que para ellos es muy importante «la ayuda de las instituciones, una mano amiga y sentir ese calor humano de los paisanos españoles».
Cuando no tenemos fronteras
La jornada ha terminado, pero antes de irnos queremos conocer el Proyecto de Protección Internacional de Cruz Roja que actúa frente a las crisis humanitarias, como en el caso de Ucrania, acogiendo a personas que solicitan asilo en España.
Carlos de la Puente, referente de este área, nos explica que, a raíz de la solicitud del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, «hemos abierto 50 plazas en Toledo que están destinadas a personas que han llegado de Ucrania a Madrid o a Barcelona, incluso que han llegado a hogares de familiares o de personas que se han ofrecido y, pasado un tiempo, se han dado cuenta de que no es fácil».
El programa dura 18 meses y lo primero que se hace es alquilar viviendas con cinco o seis plazas en las que los usuarios conviven con otras nacionalidades, o con sus familias, si vienen con ellas. A partir de ahí empieza a trabajar con ellos en su integración y, pasado un tiempo, en la capacidad de autonomía e independencia de estas personas.
Alicia Reguillo, psicóloga del proyecto, nos concreta las actuaciones en la que se centran: ayuda integral, vivienda, necesidades básicas, acompañamiento social y jurídico, empleo y castellano.
Es importante «la mediación con el entorno, con la comunidad de vecinos, los barrios, los ayuntamientos, bien sea para agilizar la adaptación o para resolver posibles enfrentamientos por causas religiosas o culturales», explica Carlos.
A este programa vienen personas de todo el mundo: Jamaica, Haiti, Colombia, Venezuela, El Salvador, África Subsahariana (Marruecos, Mali, Costa de Marfil, Senegal), Afganistán y Siria.
Y hay muchas razones para ello: conflictos con otros países, la propia situación del lugar, temas religiosos, orientaciones sexuales, enfrentamientos políticos… «Cualquier motivo puede ser razón para una solicitud de asilo», señala Alicia, quien recalca que «también se está acogiendo a víctimas de violencia de género».
Tampoco es igual la iniciativa de los españoles en unos casos u otros. Carlos recalca que «la acogida a la gente de Ucrania es espectacular», pero no se produce en el caso de otros países que también lo necesitan.
«Te reconforta saber que has podido ayudar a alguien»
Juan Manuel Barrachina es un psicólogo voluntario de la Unidad de Emergencias de Cruz Roja en Toledo. Experto en Emergencias y Desastres por el Colegio Oficial de la Psicología de España, actúa dando apoyo psicológico a los afectados y también a los familiares de situaciones traumáticas, como pueden ser accidentes de tráfico, intentos de suicidios o suicidios.
Es una labor bastante dura, «con mucha carga emocional» y «es que no te olvidas… De hecho hay muchas intervenciones que las sigo recordando». Viene a su mente un atropello múltiple en Fuensalida, en el que fallecieron tres adolescentes.
Pese a que la salud mental continúa siendo uno de los grandes tabúes sociales, se va percibiendo «un cambio en la visión que se tiene del psicólogo. No trata solo a personas con trastornos mentales, sino también para tratar que nos afectan como la ansiedad, tristeza, melancolía… Necesitamos desahogarnos con alguien», cuenta José Manuel.
Él no lo duda, su labor en Cruz Roja le aporta mucho, «cuando ves cómo están las personas a quienes les ha sucedido una desgracia y te dan besos, abrazos… Te reconforta saber que has podido ayudar a alguien a pasar ese primer momento que es el más crítico, es el que te puede llevar a un duelo normal o a un duelo patológico».
Más allá del apoyo escolar
Unos días después nos vamos a la calle Canarias, allí está la segunda sede de la organización en Toledo. Nos encontramos con los más pequeños que, acompañados por Ana Belén Delgado, maestra de infantil y voluntaria en el proyecto de Promoción de Sitio Escolar, dibujan en folios lo que significa Cruz Roja para ellos.
Son niños de entre 6 y 14 años que necesitan apoyo escolar y también, como explica Vladimir Méndez, coordinador provincial de Cruz Roja Juventud, «otra serie de recursos como un espacio para compartir entre iguales ocio y juego».
Además también se estudia a las familias, que a menudo también necesitan algún tipo de apoyo.
Actualmente hay cerca de 20 niños en la ciudad que reciben este tipo de apoyo, que suele durar el curso escolar y en el que no faltan las risas y el cariño, como vemos en el trato de Ana Belén y de Carolina, otra voluntaria, con ellos.
Están perfectamente integrados, aunque al comenzar el curso «están más apagados, al no saber lo que se van a encontrar», explica Noelia Lindo, trabajadora social y técnica en el área, que recalca la importancia de desarrollar «habilidades sociales» en ellos, al margen de ayudarles a enfrentar sus «dificultades en el aprendizaje».
Vladimir dice orgulloso que hay «menores que pasan de ser usuarios a ser voluntarios e, incluso, a trabajadores en la organización».
La actividad incluye la concienciación respecto a una alimentación saludable. Y las dos voluntarias preparan una bolsa para los menores con fruta, zumos (que se alternan con yogures) y galletas, que cada niño se llevará para tomar en casa el resto de los días de la semana.
Pero antes de marcharse a casa, disfrutarán de un cuentacuentos cuyo fin es concienciarles respecto al colectivo LGTBI, narrado con especial dulzura y energía, por Ana Belén.
El daño de la pandemia en los más pequeños
A raíz de la pandemia, en 2020, fue mucho más evidente «la situación de dificultad de muchas familias y en el curso escolar de los menores, sobre todo en las clases de apoyo escolar; muchas familias no tenían posibilidades de mandar a sus hijos a una academia», indica Vladimir.
Otra de las cosas en las que la organización pone empeño es en mitigar la precariedad que dejó también en evidencia la pandemia: la «brecha digital, no solo en Toledo sino en toda España», señala Vladimir. A uno de los pequeños se le entregará, antes de irse a casa, una tableta para que pueda aprender como el resto de compañeros en el colegio.
La salud emocional de los adolescentes también se ha visto muy afectada por esta crisis sanitaria, por lo que «la organización también se ha centrado en apoyarles para mitigar y prevenir» esas conductas.
Vladimir es consciente del agradecimiento de los usuarios a la organización y habla de la misma como «una escuela en la cual aprendes mucho» y en la que se ha encontrado con «una gran calidad humana«.
Rojo como la sangre, como la pasión, como el amor… ¡Qué grande es Cruz Roja!
Termina la sesión en la calle Canarias y nos toca volver a casa para pensar en lo que hemos visto durante tantas horas. Se puede resumir de mucha formas pero, tal vez, la mejor palabra es «familia».
Llama la atención la gratitud, tanto la que sienten las personas apoyadas por la organización como la que expresan las personas que trabajan en ella diariamente.
Silvia nos ha ayudado a conocer esa parte del trabajo que pasa más desapercibida que otras facetas inherentes a la ONG, como las grandes recogidas de alimentos o la atención domiciliaria a una persona que pulsa el botón rojo de la teleasistencia.
Nos quedamos con un color. Rojo como la sangre, rojo como la pasión, rojo como el Amor. Y rojo como la Solidaridad de Cruz Roja.