Cada año se diagnostican en Castilla-La Mancha alrededor de 600 nuevos casos de cáncer de mama, un total de 25.000 en todo el territorio nacional. Es uno de los tumores más «amables», con un índice de curación del 85 por 100 y con cirugías cada vez menos agresivas gracias a los programas de detección precoz y al avance tecnológico de los últimos años. No obstante, detrás de los números siempre hay personas, mujeres que ante la palabra «cáncer» no pueden evitar sentir miedo y, sobre todo, mucha angustia por lo que va a venir.
Vanessa Castanedo.
Vanessa Castanedo, de Torrijos (Toledo), y Olga Moraga, de Toledo, han ofrecido a encastillalamancha.es un testimonio directo de lo que es pasar un cáncer de mama. A las dos se lo diagnosticaron con 38 y 41 años, respectivamente, una edad demasiado temprana según las estadísticas pero que está en la línea de la aparición de casos en mujeres cada vez más jóvenes.
«Siempre había vivido con mucho temor a sufrir un cáncer de mama». Precisamente fue ese miedo y la precaución que siempre tuvo lo que hizo que Vanessa se notase un mínimo bulto de siete milímetros. En seguida acudió al médico, a la clínica Enova de Toledo, y allí le confirmaron el peor de sus presagios. «Cuando recibes la noticia entras como en estado de shock». Su incredulidad y su llanto pronto dejaron paso -con la ayuda de un psicólogo- a una actitud de entereza y de «coger el toro por los cuernos». Reconoce que tenía mucho miedo a lo desconocido, por lo que valoró mucho la calidad humana de los profesionales sanitarios que le atendieron y la información que le ofrecieron.
Fue un 1 de julio cuando entró en el quirófano para someterse a la que, afortunadamente, iba a ser una pequeña intervención de la que solo le ha quedado el recuerdo de una pequeña cicatriz. Después vino el tratamiento de carácter preventivo: seis ciclos de quimioterapia y otras 25 sesiones de radioterapia, un período en el que pudo hacer vida normal y en el que lo peor fue la caída del pelo. En todo este tiempo Vanessa, casada y con dos hijos, siempre tuvo una actitud muy positiva: «todas las mañanas lo primero que hacía era meterme en la ducha y arreglarme mucho; para mí era muy importante sentirme bien y que la gente me viese bien». Es consciente de que el estado de ánimo es fundamental, así como el apoyo de la familia; «ellos estuvieron conmigo al 100 por 100».
Afirma que en un primer momento solo las personas más allegadas tuvieron conocimiento de la enfermedad. «No se lo conté al resto de gente porque no quería que me tratasen como una enferma; yo no me sentía así».
Tras esta experiencia, Vanessa mira la vida con otros ojos. «Vivo con mucha ilusión», asegura. Aunque no ha dejado atrás las visitas a los médicos -«cada tres semanas me ponen una vacuna» y tiene que someterse a las temibles revisiones- afirma que «tengo muchas ganas de vivir».
Se siente una privilegiada, tanto por ser uno de los muchos casos que se detectan a tiempo, como por haber pasado por un cáncer de mama en una época en la que se ha avanzado mucho al respecto. Nada tiene que ver con el cáncer de mama que le tocó vivir a su madre. «Ella lo pasó muy mal con la quimioterapia».
A aquellas que lo están sufriendo en estos momentos su mensaje es claro: «que tengan paciencia, que no todo es tan negro como puedan pensar y que hagan caso a los profesionales». Además, insiste en la importancia de que las mujeres se palpen el pecho y estén vigilantes. «Ante cualquier cosa que se noten, deben ir al médico».
Otra afectada, Olga Moraga, ponía el acento igualmente en la importancia de que la mujer esté pediente de cualquier bulto que pueda aparecerle en el pecho. Por ello y por el caso particular que le ha tocado vivir, recomienda mayores campañas formativas entre los médicos, ya que «yo fui varias veces al médico de cabecera porque me dolían los pechos y, como no tenía antecedentes, tardaron en diagnosticarme». Cree que en Atención Primaria hay falta de formación específica, también entre los especialistas porque «todos los años iba a mis revisiones ginecológicas y nunca nadie me dijo que el momento para palparme los pechos era el cuarto día de regla».
A Olga -psicóloga de profesión y madre de dos niños pequeños- le detectaron el tumor en marzo de este año. Padecía dolor en los dos pechos y «fue terminarse el dolor y a la semana noté un bulto». Coincide con Vanessa en que fue un shock recibir la noticia de que tenía cáncer de mama. «Al principio no me lo creía; es algo difícil de asimilar».
Le operaron e inició un tratamiento de quimioterapia que terminó hace tan solo un mes. Ahora llega el momento de las revisiones, de seguir adelante sin acudir a consulta cada poco tiempo, algo que a todos los pacientes -añade- da vértigo.
Apuntaba la importancia de hacerse pruebas de cribado, incluso «más allá de las pruebas protocolizadas que obedecen a criterios políticos y económicos». Igualmente, echa en falta un verdadero apoyo psicológico para la paciente.