Los recortes llevados a cabo por el gobierno de María Dolores de Cospedal en la educación pública están generando gran debate en las aulas de los centros. El periódico del Instituto de Educación Secundaria «Juanelo Turriano» de Toledo -en la última edición de su periódico «Cabás» que cumple 10 años- publicaba un interesante debate de dos profesores, uno a favor de las medidas y otro en contra.
Así, mientras que uno de ellos habla de la necesidad de tomar cartas en el asunto y poner cada uno su grano de arena para salir de la complicada situación, otro argumenta que la educación es un derecho básico al que hay que anteponer frente a la especulación, el fraude fiscal, los privilegios de los bancos…
Apoyándose en los datos económicos que sitúan el déficit de la región en un 4,16 por 100 y en la deuda de 2.813 millones de euros que se dio a conocer en la Mesa de las Cortes Regionales en septiembre de 2011, el docente que aboga por la necesidad de los recortes sostiene que es preciso hacer un análisis profundo. «Cuando uno tiene una enfermedad y quiere curarse debe ponerse en manos de un buen especialista para que haga un diagnóstico correcto; en segundo lugar aceptar que padece la enfermedad; y, por último, dejarse tratar, por muy cara y amarga que sea la medicina». A partir de este símil se preguntaba si los profesores se van a dejar tratar; «¿no queremos contribuir, desde la educación, solidariamente en el reparto de esos recortes? ¿a quién queremos que se los apliquen? ¿a las residencias de ancianos, a los beneficiarios de la Ley de Dependencia, a las pymes y proveedores que están esperando que las adminstraciones les paguen para poder continuar con sus negocios y no cerrar?».
Si bien es consciente de que a ningún docente le gusta que le rebajen el sueldo y que le aumenten las horas de trabajo, afirma que muchos profesores asumen libre y conscientemente dichos recortes porque, en su opinión, no son por «capricho» sino porque «estamos desbordados por las deudas». Estima que si negar la crisis en su día impidió tomar a tiempo las medidas adecuadas, no aceptar los recortes «sería mucho más grave pues podríamos terminar perdiendo nuestro estado de bienestar e incluso llegar a la suspensión de pagos por quiebra».
En el lado opuesto, otro profesor hace suyo el lema de las camisetas verdes -«Escuela pública de todos y para todos»- para reflexionar en voz alta sobre la idea de Estado y el concepto de que el Estado somos todos. Recuerda que el 90 por 100 de la financiación del Estado procede de los impuestos de los trabajadores y solo un 10 por 100 de las rentas de las empresas; que los gobiernos aceptan paraísos fiscales tanto de empresas como de grandes fortunas; que permiten así el fraude fiscal y la economía sumergida; que han suprimido el impuesto a las grandes fortunas; y que han hecho la vista gorda con la especulación de los bancos y las inmobiliarias.
Lamenta que ante todo esto los recortes se estén haciendo en la sanidad y la educación públicas y no en los privilegios de la clase política, unos políticos con «pensiones vitalicias acumulables con cualquier otra pensión; con sueldos desmedidos frente al salario medio de un trabajador; con viajes, comidas, chóferes, coches y gastos de representación». No entiende por qué se privatizan cajas de ahorro en lugar de crear una gran banca pública, por qué se dejan las telecomunicaciones y energía, fundamentales en la sociedad actual, en manos de la empresa privada…
Por ello, este profesor dice que la camiseta verde es su forma y la de otros muchos de decir que no están de acuerdo con la solución que han dado los políticos a la crisis y una manera de reivindicar una enseñanza pública de todos y para todos, apostando siempre por una enseñanza de calidad porque -haciendo suya una frase conocida- «no podría mirar a mis hijos a los ojos y decirles que ellos viven así porque yo no me animé a luchar».