martes, 26 de noviembre de 2024
31/12/2014junio 8th, 2017

Dantesco. Unos segundos de sueño, el coche se le fue y todo terminó en tragedia. De la vida a la muerte solo hubo un paso en aquel desgraciado sábado, 22 de noviembre, cuando Ana, Nerea y Michelle perdían en la vida en la carretera comarcal que une Torrijos con Fuensalida, en el término municipal de Novés, en la provincia de Toledo.
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Imagen del entierro de las tres jóvenes de Fuensalida que perdieron la vida tras ser atropelladas por un vehículo en la carretera.


Tres niñas de 12, 15 y 16 años que caminaban junto a otros dos jóvenes por la carretera sobre las siete y media de la madrugada cuando un vehículo, conducido por un joven de 30 años, las atropelló. Uno de los chicos, de 17 años, fue ingresado muy grave, aunque días después fue trasladado al Hospital de Parapléjicos. El quinto se libró de milagro.

La mayoría de los vecinos de Fuensalida estuvieron en el entierro. No había lugar para más lágrimas, las últimas 24 horas habían sido terribles. 11 días después, el joven que las atropelló, que permanecía en prisión, fue puesto en libertad

El auto del juez decía que ese fatídico día, “al llegar a una zona de curva debido al cansancio, o a no haber dormido lo suficiente ya que se acostó hacia las dos de la mañana y se despertó hacia las siete para ir a su trabajo, entró en un estado de somnolencia hasta el punto, según su propia versión, de dar un cabezazo, lo que hizo que perdiera el control del vehículo que conducía e invadiera el carril de sentido contrario”.

Por ese arcén caminaba el grupo de jóvenes “y todos ellos, de un modo u otro, resultaron arrollados por el vehículo”. Es un hecho también no cuestionado, decía el auto de la Audiencia, “que había ingerido, hasta poco antes de acostarse, bebidas alcohólicas y que tras los hechos le fue realizada la prueba de alcoholemia, que arrojó unos resultados de 0,29 y 0,26 miligramos de alcohol por litro de aire espirado”.

EL CADÁVER DEL CAZADOR, EN UN SACO

Había desaparecido en septiembre de 2013, pero su cuerpo no fue encontrado hasta febrero de 2014. El cadáver de Antonio Fernández Muñoz apareció en un coto de caza de Belvís de la Jara (Toledo), enterrado en un saco de dormir y la cabeza cubierta con una bolsa.

Días antes, la Guardia Civil había detenido a tres personas: los dos compañeros de caza de Antonio el día que desapareció y la esposa de uno de ellos. Ambos habían ofrecido dos versiones diferentes de lo ocurrido, por lo que todas las sospechas recayeron en ellos. Más tarde se inculparon el uno al otro.

Sombrero que llevaba el cazador Antonio Fernández el día de su desaparición.

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