Cualquier calificativo que sale por sus bocas se les queda corto. No olvidarán jamás lo que sucedió la madrugada del 1 de febrero en el barrio de Santa María de Benquerencia (Polígono), en Toledo, cuando un incendio en un tercer piso provocó que el humo subiera hasta el cuarto y una familia se quedara atrapada durante unos minutos que fueron realmente trágicos. Sobre todo porque, por desgracia, dos de los menores que dormían esa noche allí sufrieron las consecuencias más graves. De hecho, el niño de 14 años fallecía tres días después al no poder superar la grave intoxicación sufrida por inhalación de monóxido de carbono. Mientras, su hermana, de 9 años, y sus padres se recuperan de las heridas sufridas.
Son los más requeridos en las urgencias, pero luego vuelven a sus «cuarteles» con la intención de seguir salvando vidas. Héroes anónimos. Por eso los traemos hoy a encastillalamancha.es, porque su trabajo tiene un gran mérito y se merecen un reconocimiento. Hablamos del policía nacional Joaquín (nombre falso porque prefiere mantener el anonimato) y los bomberos Jesús Álvarez, Ángel Adán, José Luis Mesas, Miguel Ángel Gómez-Rey, Fernando Jiménez, Javier López, Jaime Redondo, Jesús Balmaseda, Javier Abella, Gustavo Agüero, Juan Carlos Gómez, Antonio Peinado y Manuel Peces.
«VEÍAMOS LA COLUMNA DE HUMO…»
Joaquín y un compañero patrullaban esa noche con un coche camuflado por el Polígono, en prevención de robos por la zona, cuando escucharon por la emisora que se había producido un incendio en la calle Puentesecas y, por lo tanto, fueron los primeros en llegar hasta el edificio en llamas. «Veíamos la columna de humo y fue fácil dar con el lugar. Cuando aparcamos el coche vimos que había gente en la calle y mucha confusión, por lo que avisamos para que vinieran cuanto antes tanto los bomberos como las ambulancias…».
«EL PADRE COLGABA, POR FUERA, DE LOS BARROTES DE LOS TOLDOS»
Prácticamente la misma experiencia que Jesús Álvarez, el sargento de los Bomberos que, al estar de guardia localizable y vivir en el Polígono, se presentó en unos minutos, antes incluso que sus propios compañeros. Lo que vio fue dantesco y así se lo ha contado a encastillalamancha.es: «Nada más llegar vi a un hombre sin camisa que estaba colgado de los barrotes de dos toldos por fuera del edificio, resistiendo como podía. Los vecinos habían colocado una pila de tres colchones por si caía al suelo».
Imaginen la angustia de los presentes.
En apenas siete minutos después de ser avisados se presentaron los bomberos. Siete minutos que para algunos fueron siete horas en momentos tan angustiosos. El propio Jesús, que también iba de paisano, «mientras mis compañeros se preparaban intenté llegar hasta el cuarto piso, pero en el tercero tuve que pararme y bajar porque las calorías que desprendía el fuego me impedían pasar». Lo mismo que le ocurrió al policía Joaquín: «El hombre gritaba: ¡Mis hijos, mis hijos…!, por lo que subí y empecé a dar patadas a las puertas de los vecinos alertando de lo que sucedía y para que evacuaran. Pero al llegar al tercero, donde se originó el incendio, la temperatura era tal que te podías asar como un pollo, por lo que opté por bajar de nuevo».
En ese momento comenzó la labor de los bomberos, ya preparados con trajes especiales. Mientras dos de ellos cogían las mangueras y atacaban al fuego, otros dos (Adán y Peces) entraban en la casa del cuarto donde residía el matrimonio con sus dos hijos. Encontraron a la niña tumbada en el suelo del pasillo, prácticamente en el umbral de la puerta, por lo que Adán la cogió y cuando bajó al tercero se la dio a Joaquín, quien sin apenas ver y a hurtadillas consiguió bajarla hasta la calle.
A la vez, los bomberos habían tenido que coger la motosierra y cortar dos árboles que impedían el acceso del camión que utilizaron como escala para rescatar al padre, quien seguía colgado de las barras de los toldos. En el interior de la casa, los bomberos lograron sacar al niño de 14 años, que se encontraba tumbado en la cama de los padres, y a la madre, quien estaba en otra habitación prácticamente inundada por el humo.
Cuando Joaquín consiguió bajar a la niña se la pasó rápidamente a su compañero, «porque ya me faltaba el oxígeno». A partir de ahí… Fue ingresado en el hospital Virgen de la Salud debido al humo que había «tragado», pero a las cuatro horas pidió el alta voluntaria «porque lo único que quería era llegar a casa para abrazar a mis tres hijos». Joaquín se emociona cuando nos lo cuenta. Lo vivió en primera persona y lo recuerda, días después, como si hubiera ocurrido ahora mismo. A sus 37 años, este policía nacional ya había tenido experiencias similares durante su carrera, una también en Toledo y otra en Canarias, que les contaremos en otro reportaje porque también tienen su miga. Pero recuerda el que vivió en el Polígono de forma especial. «Solo quería llegar a casa para abrazar a mis tres hijos…», repite.
«Fue terrible», nos cuentan Jesús, Adán y sus compañeros en el parque de Bomberos. Del interior del edificio tuvieron que sacar, además, a alrededor de una veintena de personas más que se encontraban en sus casas. Ancianos, bebés, familias enteras…
Héroes anónimos. Pero reales, de carne y hueso. Que solo hacen su trabajo, pero que no es un trabajo cualquiera.
No, no lo es…