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Juicio en la Audiencia de Madrid 09/04/2014junio 9th, 2017

El falso cura que el pasado octubre entró en el domicilio de Luis Bárcenas y retuvo a la mujer y el hijo del extesorero del PP ha simulado un trastorno mental durante la primera sesión del juicio que se celebra contra él en la Audiencia de Madrid, por lo que ha sido expulsado de la sala por el presidente del tribunal.

La sesión ha comenzado con unos 50 minutos de retraso con la declaración de Enrique O.G., de Cuenca, quien ha afirmado: «Me declaro culpable con reparos».


La Fiscalía pide 18 años de prisión para Enrique O.G. por la supuesta comisión de tres delitos de detención ilegal, dos de coacciones y uno de tenencia ilícita de armas y tres faltas de lesiones.

La acusación particular ejercida por la familia Bárcenas solicita una condena del 19 años y seis meses de prisión para el procesado, mientras que la defensa pide su absolución al estimar que se le debe aplicar la eximente de alteración mental.

«No me acuerdo mucho de las cosas. Mi mente está en nebulosa. Vengo con la cabeza alta y el corazón limpio», ha dicho el procesado, quien ha pedido al fiscal que le formulara preguntas, ante lo que el juez le ha instado a no darle indicaciones al Ministerio Público.

Después de pedir agua para tomar una pastilla, el acusado se ha llevado las manos a la cabeza, ha pedido que le condenaran y ha agregado: «Estas voces no me dejan en paz. No quiero oírlas más. Salgan de mi cabeza. Estas voces no me dejan. Déjenme en paz por favor. No quiero escuchar más voces».

La sesión se ha suspendido durante una hora para que le examinara el médico forense, quien, al reanudarse el juicio, ha relatado que el estado del procesado, del que ha dicho que mantiene una «absoluta negatividad» y «falta de colaboración», no se corresponde con ninguna enfermedad, por lo que se trata de «una simulación clínica».

El presidente del tribunal ha expulsado al acusado de la sala, tras preguntarle si deseaba declarar y advertirle en tres ocasiones de que su actitud era «inconveniente» y que si persistía en ella, iba a ser expulsado.

El juicio ha continuado con la comparecencia de Rosalía Iglesias, la esposa del extesorero del PP, quien ha expuesto con detalle lo ocurrido el 23 de octubre de 2013, cuando llamó al telefonillo un hombre vestido de sacerdote que venía de parte del Obispado para hablar de la libertad de su marido.

La mujer de Bárcenas ha indicado que el sacerdote le dijo que el juez iba a poner en libertad a su marido y que quería hablar con todas las personas que estuvieran en su casa.

De esta forma, ella, su hijo y la empleada de hogar mantuvieron una conversación en el salón en la que hablaron del Gobierno y de la situación política y que le pareció «coherente» y «perfectamente hilada», ha agregado.

Transcurridos unos 20 minutos, ha precisado, el sacerdote le dijo que iba a coger una pastilla para la acidez, sacó una pistola de su maletín y anunció: «¡Se ha acabado el teatro!».

Seguidamente, les manifestó que no era sacerdote, les encañonó y, tras atarles las manos con unas bridas, les dijo que había ido a buscar «unos pen-drives para derrocar al Gobierno», según ha dicho.

De esta manera, les obligó a desplazarse por la casa hasta el despacho, donde él creía que podía estar toda la documentación.

El hombre les amenazó con matarles a los tres, si hacían caso omiso a su requerimiento, y les explicó que había estado en la guerrilla, que había matado a mucha gente y que tres muertos más no le iban a importar, según Iglesias.

La esposa de Bárcenas ha resaltado que cuando se encontraban en el despacho de su vivienda, con el falso cura amenazándoles con una pistola, fue un «momento de desesperación» en el que los tres sintieron «que era el final».

«Si nosotros moríamos ese día, mi marido también y eso podía beneficiar a mucha gente», ha afirmado.

En ese instante, ha asegurado que su hijo se soltó las bridas en lo que ha considerado que «fue un milagro» y «saltó como una auténtica fiera sobre él, le dio un cabezazo y se tiró encima de él».

Entonces, ha recordado que instó a la empleada de hogar a coger la pistola y llamar a la Policía, mientras que ella fue corriendo al salón y se puso a gritar por la ventana.

La empleada de hogar ha corroborado el relato de los hechos, aunque se ha visto obligada a interrumpir su exposición por los nervios y las lágrimas.

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