El hombre de nacionalidad rumana, Ovidiu M.D., de 32 años, que murió tras ser apaleado por parte de dos amigos compatriotas en julio de 2011 en Mocejón (Toledo) falleció desangrado y tenía «múltiples» heridas de la «brutal paliza» que le infligieron los acusados.
Las forenses Carmen Parra y Celeste Mata han comparecido en la tercera sesión del juicio con jurado popular que se sigue en la Audiencia de Toledo contra Nicusor M.G. y Costel G., sobrino y tío de 24 y 35 años, respectivamente, acusados de matar con un palo y con la culata de una pistola a Ovidiu, que era amigo de los procesados.
Los forenses han indicado que buena parte de las lesiones que presentaba el cadáver de Ovidiu son «compatibles» con las producidas por el palo, de más de un metro de longitud y 13 de diámetro, que les fue exhibido en la sala, y otras dos heridas pudieron ser hechas con la culata de una pistola de fogueo, que llevaba la víctima el día de los hechos y que le habría arrebatado Costel durante la agresión.
El hombre, joven, corpulento y de 1,85 metros de estatura, murió a las cinco horas de entrar en el hospital Virgen de la Salud de Toledo de un shock hipovolémico por la abundante pérdida de sangre que los médicos de la UVI no pudieron contener a pesar de las transfusiones que le hicieron para tratar de mantener sus constantes vitales.
De las decenas de golpes que recibió, dos fueron especialmente graves, según han explicado las forenses, una que le rompió el hueso temporal izquierdo del cráneo y otra que le produjo múltiples fracturas en el bazo, que le hicieron perder mucha sangre, y no descartaron que algunas de las lesiones lo fueron por patadas y puñetazos.
De las múltiples heridas que presentaba el cadáver, una decena estaban en el cráneo, siete en el tórax, una quincena de los brazos, así como otras tantas en las piernas, en concreto en las corvas, que le habrían impedido mantenerse en pie frente a sus agresores.
Ovidiu, que al igual que los acusados tenía antecedentes penales, entró en el hospital en parada cardiorrespiratoria, de la que lograron reanimarle, pero, murió cinco horas después y tras ser intervenido quirúrgicamente.
Los forenses han descartado que la hemofilia que padecía el fallecido influyera en el fatal desenlace, ya que ésta era leve y además en las transfusiones de sangre que le hicieron en el hospital se le inyectó del correspondiente factor de coagulación.
Las peritos han indicado también que el fallecido presentaba una concentración de alcohol en humor vitrio de 1,67, un estado de embriaguez que le habría mermado su capacidad de defensa.