El proyectil, un obús, se encontraba incrustado en el interior de una encina de un cigarral de la ciudad de Toledo desde la Guerra Civil. No en vano, era conocido como la «encina del obús» y los propietarios del cigarral de Santa Marta, donde está la encina, conocían de su existencia.
Pero como a la encina se le fracturó una rama y había que proceder a su saneamiento, los dueños decidieron avisar a la Policía Nacional por el peligro que suponía realizar las labores de desbrozamiento ante el desconocimiento de que el proyectil todavía conservara la carga o estuviera activado.
Una vez extraído, fue explosionado.
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