Aún no ha pasado ni una semana desde que el teniente, Eduardo Vera, y el brigada, José Manuel Olvera, les tocará vivir momentos de máxima tensión al encontrarse delante de sus ojos con las llamas del incendio que un hombre provocó a las puertas del convento conquense de las Concepcionistas.
Sobre las ocho de la mañana del pasado viernes, 3 de mayo, un hombre vaciaba un garrafa de gasolina en el vestíbulo de madera y prendía fuego con un mechero. En ese justo momento, estos dos militares estaban dentro del templo y fueron quienes dieron la voz de alarma a las monjas y una feligresa que se encontraban en el interior.
«De no haber no da la voz justamente cuando lo incendió, las monjitas estaban de espaldas, de ahí hasta que se percatara alguna, no sé que hubiera pasado, la desgracia seguro que hubiera sido mayor», recuerda uno de los dos militares al hablar con encastillalamancha.es de lo ocurrido aquella mañana.
«¿Quién se iba a pensar que iba a prender fuego a sangre fría?»
Entre la rutina de estos dos militares está la de ir a comprar el pan cada mañana a un establecimiento situado delante del convento y suelen pasar a saludar a las monjas. Nos cuentan como aquel día, ellos vieron al hombre causante del incendio sentado y supusieron que se pondría a pedir en la puerta. Una vez dentro, uno de ellos escuchó el típico «clock, clock» al verter un líquido y abrieron la puerta del convento.
«Corriendo mi compañero le preguntó qué estaba haciendo, pero no nos dio tiempo a nada más, encendió el mechero y prendió fuego. No dijo ni pio». Los militares cerraron la puerta enseguida porque «pegó una deflagración bastante grande» y dieron el aviso.
Al visitar con frecuencia el convento, ya que la subdelegación del Gobierno ha celebrado varios actos en este lugar, conocían que el convento tenían otra puerta de salida, por el que pudieron salir las monjas.
Pese a ello, Eduardo y José Manuel quisieron salir por la puerta en llamas para poder intentar detener al hombre: «Abrimos la puerta y dijimos, o salimos por aquí o no salimos y atravesamos como pudimos las llamas», explican.
No tuvieron que lamentar daños, a excepción de que uno de ellos, se quemó «un poco» las zapatillas. Una vez fuera, uno de ellos fue directo a por el individuo: «Lo intenté reducir e inmovilizar hasta que llegó la Policía Nacional y se lo llevaran esposado».
Momentos que ellos mismos reconocen haber vivido con mucha tensión: «¿Quién se iba a pensar que este hombre iba a prender fuego a sangre fría. Fue todo muy rápido», recuerdan los dos hombres que, en un acto de valentía evitaron una tragedia mayor.