Un recluso de la cárcel de Ocaña I, en la provincia de Toledo, «destrozó todos los cristales de la cabina, puertas y cabina de los funcionarios en el módulo del departamento con una barra de gimnasio de gran dimensión», tal y como han denunciado públicamente el sindicato Acaip-UGT.
«Unos incidentes de extrema violencia»
Ocurrió el jueves 15 de diciembre por la tarde, «unos incidentes de extrema violencia» protagonizados por un interno «de nacionalidad guineana».
De hecho, «los funcionarios de servicio en el aquel momento, temiendo por su integridad física, se tuvieron que refugiar en la oficina. Afortunadamente no se tuvieron que lamentar daños personales, pero sí cuantiosos daños materiales de elevado coste económico».
Un modo de actuar que, señalan, «es habitual en este interno. Desde el 2018, año que se produjo su ingreso, ha protagonizado, en las distintas prisiones donde ha recalado, diversos altercados regimentales, daños en el mobiliario además de poseer pinchos carcelarios de fabricación casera».
Y recalcan que es un interno inadaptado al régimen de vida ordinario «pero, sin embargo, fue trasladado para la práctica de unas diligencias al centro penitenciario Ocaña I, centro que no cuenta con los medios materiales y estructurales para preservar la seguridad y poder albergar este perfil de internos, aunque por parte de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias no se atiende a las peticiones realizadas en multitud de ocasiones por parte de esta sección sindical para que no trasladen a este tipo de internos conflictivos a esta prisión».
«¿Esperamos a que ocurra una desgracia irreparable?»
De ahí que se pregunten «si los responsables penitenciarios están esperando que ocurra una desgracia irreparable para que dejen de practicar la política del buenismo y que está conllevando un “in crescendo” de las actuaciones violentas de los internos».
Y recuerdan que el pasado 11 de diciembre «también se produjeron unos hechos muy graves, cuando un interno amenazó y empujó a un funcionario».
Sin embargo, «los trabajadores de Instituciones Penitenciarias, aunque diariamente se enfrentan a este tipo de situaciones violentas y de extrema peligrosidad, solo por su profesionalidad y buen hacer evitan que ocurran daños irreparables contra la vida e integridad física suya y del resto de internos, a día de hoy, siguen sin tener la consideración de agente de la autoridad».
Por último, señalan que, de media en 2022, «cada 21 horas un trabajador es agredido en una prisión española»